Se conoce como prematuros extremos a todo aquel bebito que nace entre la semana 24 y 30; prematuros moderados: entre a 31 y 34; y prematuros límite entre la 35 y 36. Además, todo bebé que pesa menos de 2,500 kg es considerado como un recién nacido con bajo peso al nacer. Mis dos bebitos eran prematuros moderados con bajo peso al nacer. Pues nacieron de 34 semana con 2,480 kg y 2,020 kg.
El momento de irnos a la casa había llegado. A pesar de la noche anterior (en la que me los llevaron a los dos al cuarto) yo seguía con cierto temor. Pensaba que podría llevarme solo a Marcel, y pensar que Naelle tendría que quedarse solita me aterraba. Faltaban unos últimos análisis para confirmar que la infección no había alterado nada en el cuerpo de la bebe, todo tenía que estar bien pero como siempre, pensaba en algunos escenarios feos para por si acaso estar preparada.
Les dimos el primer biberón. Entendí el tema de la preparación de leches (serían alimentados con fórmula y leche materna porque solo lo mio no alcanzaba para los dos), lo de la media hora de diferencia para poder darles a los dos los biberones, y bueno pude ver un baño de esponja a través de una luna. Casi me muero cuando me explicaron cómo limpiar el ombligo, quería que se les caiga ese mismo día antes de llegar al siguiente baño. Llegamos al cuarto, y yo me pasaba de vueltas pensando cómo abrigarlos, cómo cargarlos para que estén cómodos, y miles de cosas más. Sentía que poco a poco todo el peso y el estrés que había aguantado iba siendo liberado (cosa que no debe pasar así).
En el carro yo llevé a Marcel y mi mamá a Naelle, eran muy chiquitos para ir en el car seat. Y fue en ese momento donde empezaron las preguntas y preocupaciones. Mi principal miedo era que ambos nacieran con bajo peso, le tenía terror a la prematuridad y ellos lo eran. No eran prematuros extremos, pero les faltó casi mes y medio de formación y eso es un tiempo considerable. Tenían el reflejo de succión muy bien desarrollado, pero igual el tema de los atoros seguían siendo una pesadilla para mí.
Llegamos a la casa y ellos ya en sus cunas dormían tranquilos. La que no la pasó muy bien ese primer día fui yo. Parecía que la operación empezaba a pasar factura, las piernas se me hincharon en un segundo y las venas de los brazos también, al día siguiente los ganglios del cuello y orejas también me dolían. Me preocupé un poco pero eso era secundario. Lo principal era que los bebes coman. Es ahí donde empezó mi fijación por la leche, las horas y las onzas.
Creo que nunca pensé que fuera tan difícil ser mamá. Estaba más que claro que no venía con manual ni mucho menos, pero darme cuenta que el ser humano es el único ser vivo que necesita de otro para sobrevivir es increíble. Los animalitos nacen y en automático se paran o se empiezan a arrastrar para comer, caminar, buscar cobijo, etc. Las personas no. Si no los alimentas, aseas, cuidas y supervisas puede que no sobrevivan. Esa idea me taladraba el cerebro y más que mamá parecía sargento. Si los bebes no terminaban su leche era malo, si no hacían caca era malo, si no botaban chancho era malo, todo era malo y preocupante.
Al segundo día, cuando me quedaba sola con ellos me sentía terrible, lloraba sin aparente motivo y no encontraba consuelo. La verdad era que conocía perfectamente la razón de mi pena, pero me costaba reconocerlo. Me dolía mucho no querer cargar a los bebes, no querer bañarlos ni cambiarlos. Los veía tan frágiles y chiquitos que sentía que algo haría mal, sentía que el peor de mis miedos se estaba convirtiendo en una realidad. Estaba siendo una mala mamá.
El saber que ahora, dos vidas dependían enteramente de mí me hacía temblar. No sabía si lo haría bien, era obvio que cometería errores, pero qué tan grandes serían??? Empecé a discutir mucho con Lalo y eso no me ayudaba, a pesar que él intentaba de hacerlo todo para darme ánimos y tranquilidad, nada resultaba. Pensé que me quedaría así para siempre. Me sentía perdida.
En la noche, entre toma y toma de leche cada 3 horas me sentaba en el mueble y pensaba en ellos. Los miraba y en silencio les pedía perdón. Les decía que me perdonaran esos días lejos, esos días que no pude sostenerlos en mi pecho para decirles «aquí estoy», que no era justo que hayan pasado días ahí solitos después de haber salido de un lugar cómodo y lleno de amor, les decía que no fue fácil y por eso no pude aguantar más y tuvieron que nacer, les pedía perdón por ser cobarde, por no ser valiente como me enseñaron siempre, les suplicaba que me quieran a pesar de todo. Hoy, se me siguen cayendo las lágrimas al recordar esos difíciles momentos.
Creo que nunca podré agradecerle lo suficiente a mi mamá y a mis hermanas, ellas que ya son mamás, todos los días me ayudaban a atender a los bebes y trataban de hacerme entender que esto por lo que estaba pasando era normal. Pero ya tenía que empezar a poner de mi parte para salir adelante, mis hijos me necesitaban.
Esos primeros días fueron así, extraños. Había esperado tanto tenerlos y ahora que, estaba asustada? No era posible, y sabiendo que me equivocaría mil tenía que ajustarme el cinturón e ir con todo. Así aprendería a ser mamá, además no podía concebir la idea de amarlos tanto y tenerles tanto miedo. Ese miedo me paralizó a tal punto que estaba dejando de darles todo mi amor por correr? Por huir? Entonces actué.
Poco a poco los empecé a cambiar sola, sin ayuda. Empecé a darles biberón sin temor a los atoros, sacarles el chancho y cargarlos cuando ellos lo necesitaban. No creo en eso de no cargarlos para que no se acostumbren cuando son tan bebitos. Ellos necesitan de su mamá y punto.
Este tema es muy largo, tener bebitos prematuros no es fácil y a pesar que ya están dentro de la curva del percentil de talla, peso y cabeza mis bebitos no son tragones y no les gusta mucho comer, sueño con verlos un poco rolludos (dentro de lo saludable) pero nunca será así, ya me lo dijo el doctor. Y mi máximo estrés seguirá siendo que tomen todo su biberón cada vez que les toca tomas. Tengo mi cuaderno de tomas para que no se me pase nada y es una maravilla, debo recomendarlo en algún post para las enfermas del orden como yo.
Tengo mellizos, fueron prematuros y al serlo ellos también yo. Soy una mamá prematura que lucha para salir de esa prematuridad y vivir feliz libre de preocupaciones. Pero la verdad es que una mamá, es sinónimo de preocupación por sus hijos. Aprenderé a vivir con ello pero eso sí, libre de estrés.
Me has hecho recordar cuando traje a Emma a casa. Lloré varias noches, porque tampoco sabía como hacer las cosas y si las hacia, me juzgaba a mi misma pensando que todo lo hacía mal. Pero todo se aprende, todo se supera.
Mientras yo cuidaba de Emma, ella me enseñaba a ser mamá.
Felicidades por tus bebés.
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Gracias y bienvenida Cafeinomana. Es verdad, todo se aprende! Y claro que ellos nos enseñan no sólo a ser papás sino a ser mejores personas.
Un beso!
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Al comienzo tenia miedo hasta d dormir todo es nuevo y asusta pero cn el tiempo vas teniendo confianza poco a poco
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Hola Araceli, es cierto. Todo da miedo pero poco a poco una va aprendiendo.
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Confieso que a Elmito no lo cambie, bañe o hice cualquier cosa que implicará manipularlo, solo lo cargue; la sola idea de que podría romperle o dislocarle algo me lo impedía. Cumplido el año, cuando lo sentí más duro, cuando me propino un cabezazo que nos dolió a los dos, ya empecé a cambiarle los pañales.
Por su lado mi esposa, para no olvidarse de nada, anotaba las onzas de leche que le daba, los cambios de pañal, si fue pichi o caca, y otras cosas más. Todas las agendas que recibió en la oficina en años anteriores se fueron en eso.
Que vas a aprender bastante, lo vas a hacer, como ya te dije, un hijo es el mejor curso para ser mejor persona, pero llevar el mismo curso con dos «profesores» diferentes (uno hombre y otro mujer) debe ser estresante.
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Elmo, me encantan tus comentarios porque son tan tuyos y tan ciertos! Es verdad, este es un curso de esos que estresan un poco pero al final del día sea como sea terminas con una sonrisa y quieres saber qué más aprenderás.
Un besote!
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