El papel de Olguita

Todavía me acuerdo la vez que llegaron a vivir a la casa. Todos emocionados por la llegada de los abuelos (los que siempre traían King Kong de manjar blanco en la maleta), esos que vivían en el norte y cada vez que venían de visita era una fiesta. Llegaron a la casa a vivir porque ya estar en provincia se hacía un poco difícil para dos señores mayores y con algunos achaques ya por la edad.

El depa que construimos en el tercer piso de la casa, era el nidito de amor. Digo nidito de amor porque realmente eso parecía. Cómo me gustaba subir a su casa, sentarme en sus muebles, gorrear galletas y de paso algunas llamadas por teléfono (era la época en que mi pasatiempo preferido era el telefonito). Era mi escape a la rutina, mi emergencia si es que necesitaba un sol (emergencia) o si simplemente quería subir a respirar ese olor a «casa de abuelos».

Los chistes y las historias eran infinitas. El abuelo tenía ese mágico poder de hacernos reír en TODO momento que nunca he visto en otra persona. Desde sus frases chistosas y apodos precisos, hasta las muecas que nos ponía a veces. La abuela Olguita era diferente, siempre preocupada y directa también, era la que ponía el orden en la casa. Me acuerdo de la vez que se cayó y se fracturó la cadera, todos pensamos que sería muy difícil pero todo lo contrario. Demostró ser más dura que un roble, hasta ahora que ya tiene 97 años. Quién diría que años más tarde, ya sin el abuelo, ese lugar en el que vivieron juntos algunos años, sería mi primera casa. Mi depa de recién casada.

Antes de que los  bebes nacieran, Olguita vivía con nosotros. Fue como un entrenamiento, porque como se sabe, un abuelito es como un niño pequeño. Es increíble como la vida es un círculo cuando llega a la perfección (a dar la vuelta completa a la vida sin interrupciones), y todo vuelve a empezar. Necesita cuidados especiales, alguien que lo cuide todo el tiempo, que lo ayude a cubrir sus necesidades básicas. Incluso, las malas noches son parecidas. Así vivimos con ella hasta que llegaron los bebes. Los momentos lindos en que estaban juntos eran muchos. A veces hasta hacían siesta juntos. Ella se alegraba enormemente de verlos, pero también se asustaba. Cuando no los veía pensaba que alguien se los había llevado, y se desesperaba, se angustiaba cuando lloraban y eso no era sano para ella. Por eso pronto se mudó con mi tía. Estaba muy bien en su nueva casa y nosotros la visitamos seguido, vive solo a unas cuadras.

Ver cómo se ilumina su carita cuando ve a los bebes es lindo. Ellos le dan besos, le hacen juegos y hasta incluso quieren pasar por debajo de su silla de ruedas y jugar con su bastón. Son como tres niños divirtiéndose. Pero a veces, después de un rato, ella se apaga. Su mente viaja, a algún lugar que nadie sabe, pero debe ser lindo porque se queda en silencio y con cara de paz. ¿Será que sueña con lo que la espera un poco más allá? ¿Con las personas que la están esperando? No lo sé, pero me gustaría que algún día me lo cuente.

Lo lindo de esta historia es que Olguita cargó a 6 bisnietos y está viendo a uno que viene en camino, en la panza de mi cuñada. Ella es el roble hoy, es quien inspira y quien nos enseña que se puede seguir de pie después de todo, por más malo que sea.

Hoy esas fuerzas parecen haber llegado a la meta. Y es que pasar por todo lo que pasó Olguita en su vida, no debe ser nada fácil. El perder a tu esposo, y luego a un hijo, en realidad debe ser una pesadilla, tengas la edad que tengas. No es natural enterrar a tus hijos, no es entendible, no es lógico. Pero por fin vas a ir al encuentro de ellos abuelita, por fin todo lo que pediste se va a cumplir. Y ya arriba te encargarás de poner orden y también a chquear todo desde un asiento privilegiado. Aquí, tus hijos, nietos y bisnietos siempre nos acordaremos de ti, de tu fuerza, y de tu lección de vida.

Por ahora, solo nos queda acompañarte y darte la mano hasta que llegue el momento. Ese momento en que por fin serás feliz como muchas veces lo dijiste. Corre abuela, ahora que puedes hacerlo, hazlo.

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