Hoy salí a caminar en la mañana como siempre, y mientras miraba al cielo, tapado por las nubes de invierno, pensaba en cuántas cosas podría contarte si estuvieras aquí.
Te diría que sigo siendo tan renegona como antes, y que tu chapa de «polvorita» podría ser usada para mí como si nada. Que me sigue dando miedo extremo los temblores y que tus intentos por controlarme cuando pasan siguen existiendo porque Lalo también lo hace, exactamente como tú lo hacías (con sermones posteriores de lo peligroso que es ponerse así de loca cuando se mueve la tierra). Y también te diría que me sigue gustando hablar por teléfono con mis amigas pero cambió un poco la modalidad porque ahora son video llamadas; es la «nueva normalidad».
Pasaría bastante tiempo contándote y actualizándote los detalles e hitos importantes en mi vida. Seguí estudiando después de esa licenciatura que tanto te gustó que culminara; que fui creciendo en los trabajos a los que llegaba; que me casé con el chico que me acompañó a la casa esa vez que me llamaste tarde y me dijiste «que tu amigo te acompañe a la casa porque ya es tarde», sin saber que lo acababa de conocer; que el día de mi matrimonio el padre y yo coordinamos un acto sorpresa en tu nombre y fue el momento más bonito de la misa (además del sí acepto); que por pedirle al cielo con tantas fuerzas ser mamá, me mandó 2 de golpe y que son el mayor regalo que la vida me dio; que soy una eterna aprendiz de mamá que a pesar de los tropiezos y errores, creo que cada vez lo hago mejor.
También te contaría que me siento feliz de haber heredado tus ganas de ayudar a las personas. Que cada vez me sorprendo más cuando recibo comentarios bonitos y muestras de cariño de personas que de alguna manera ayudé pero ya no me acordaba. Sentir que algo sumé en sus vidas, por más chiquito que sea y me lo recuerden, me pone feliz. Así como hasta hoy cuando las personas me hablan de ti con tanto cariño, contándome anécdotas o historias contigo que me hacen sentir más que orgullosa.
Te contaría que cada vez que necesito claridad mental te hablo en mi mente. Te pregunto qué harías tú y muchas veces que me he sentido perdida confieso que he dicho «cómo quisiera que estés aquí» porque las respuestas no llegan de manera fácil.
Te diría también que te extraño como el primer día que te fuiste pero hoy entiendo que los recuerdos son tantos y tan bonitos que ni el tiempo ni la distancia física harán que me olvide de ti. Y hoy, como todos los 27 de cada mes, miro al cielo te recuerdo más que nunca.
En el mundo no existen seres humanos iguales. Puede que físicamente muchos se parezcan, pero el interior, lo que realmente vale, es un mundo diferente.
Cumplo 37 años, y aquí comparto 37 hitos en mi historia que me hacen única y especial.
Nací un lunes 21 de mayo a las 11:00 am
Nunca sé qué signo decir que soy: a veces son géminis y a veces tauro.
Soy la última de 4 hermanos.
No me gusta que me digan engreída por ser la última. Además, todos somos engreídos a veces en la vida.
Antes de cumplir 1 año me fui con toda mi familia a vivir a Rusia por un año por el trabajo de mi papá.
Mi papá fue piloto, siempre mi héroe.
Mi mamá vive conmigo desde que nací hasta hoy.
Estuve en colegio militar: Quiñones, el mejor.
De chiquita hablaba mucho (lo sigo haciendo). Las profesoras les decían a mis papás que si me sentaba en el closet hablaba hasta con las paredes.
Solo 1 vez me suspendieron por tirarle un huevo en la cabeza a una amiga en 5to grado. Era su cumpleaños y no pude esperar hasta la salida; selo tiré en la primera clase.
Las amigas que menos veo las hice en el colegio. Pero son las que más cerca están en todo momento, sobre todo en los importantes.
Salí del colegio a los 16 años.
Estudié comunicaciones, pero también veterinaria por un ciclo (no me podía decidir).
Amo a los perros. Mi primer perro fue un braco enano a los 8 años y desde ahí no he dejado de tener perros hasta hoy.
Terminé la carrera en 5 años exacto. Ahí ya empezaban los TOCs de que todo sea “exacto”.
Mi primer trabajo fue en una agencia de publicidad.
Ordenaba facturas y hacía trabajo de hormiga, pero era feliz.
Mi primera jefa, se hizo mi amiga y lo sigue siendo hasta hoy solo que vive muy lejos.
Conocí a Lalo, mi esposo, en una discoteca. Pero en realidad ya nos habíamos “visto” en el curso de licenciatura en la universidad hacía un año.
Nos casamos en 2 años y medio (yo tenía 27 y él 32).
Intentamos tener hijos por un tiempo. Según yo era un tiempo largo intentar 6 meses y ya mi cerebro bloqueó y era estéril en la mente.
Busqué ayuda para salir embarazada y aunque el doctor me dijo que no lo necesitaba, insistí. Y por tanto insistir me salieron 2 al primer intento. El mejor regalo de la vida.
Si me preguntan, jamás pensé tener mellizos, y menos que sean hombre y mujer.
Tuve los síntomas más raros que puede tener una embarazada: desde síndrome de túnel carpiano hasta cólico de vesícula.
Mi mayor trauma secreto era que llegara día de dar a luz y que hubiera temblor mientras estaba ahí, con la panza (y lo que hay dentro de ella) al aire.
Naelle se llamaría Cayetana, Valentina o Victoria; pero vimos a una niña en una película, que salió 5 minutos, pero nos encantó el nombre y su significado: triunfante.
Le pusimos Marcel porque en realidad yo quería Marcelo, pero era el BOOOM del momento y quise darle un toque diferente. A parte Naelle y Marcel riman.
Le tuve terror a los primeros días de vida de mis hijos. Eran prematuros y yo una mamá inexperta. Tanta responsabilidad, me abrumó.
“Mamá de doble yema” es mi refugio. Mi lugar para desfogar, compartir y aprender.
Mi primer blog se lo dediqué a mi papá. Se llama “Hasta en el último rincón” y lo empecé como terapia para darme soporte cuando se fue. Aun escribo ahí cuando lo necesito.
Tengo el sueño de escribir un libro. Y secretamente lo empecé hace un tiempo. Pero los sueños cuestan y a veces demoran en cumplirse.
Extraño a mi papá cada día de mi vida y los 27 siempre son días especiales. El día que cumple meses de haberse mudado al cielo.
Me gustan más los días de la madre, y el cumpleaños de mis hijos, que mi propio cumpleaños.
Soy de rutinas. Me gusta planificar mis días, semanas y meses. Me da estabilidad y si puedo tener al menos algo de control sobre el tiempo que vuela, me siento mejor.
Amo leer, y escribir. El primer blog inédito que tuve hace años, fue uno de poemas con unas amigas. Sí, poemas de corazones heridos.
A veces ni yo sé de donde me sale tanta energía. No me canso casi nunca pero cuando lo hago, es intenso el cansancio.
Los números impares me estresan un poco. Por eso esta lista no me encanta, pero son los años que cumplo y esos sí me gustan. Son 37 años de emociones, risas, logros y sobre todo 37 años felices de los que estar agradecida.
Me levanto super temprano y mi día no para incluso hasta mucho después que ustedes ya están dormidos.
Me gusta vivir por ustedes, pero a veces me olvido que yo también tengo sueños y pasatiempos que me gustaría hacer.
El trabajo es intenso y cuando ustedes me hablan mientras estoy en una reunión (que debería ser claro por los grandes audífonos que me pongo) me preguntan cosas, y ahí se quedan mirándome, como esperando o mejor dicho «exigiendo» una inmediata respuesta. Yo los veo de reojo porque no quiero responderles mal, pero ya cuando lo hacen 3 o 4 veces me siento mal. Mal porque no me ven, no pueden entender por más que les he explicado muchas veces en lo que va del día (sin contar los anteriores) que tengo que trabajar y aunque trate de dividirme en dos, no se puede.
Los escucho a lo lejos, mientras avanzo mi día de trabajo, y me acerco a ayudarlos cada vez que puedo. Veo lo que están avanzando en sus clases, y me comienzo a estresar por dentro cuando veo que se han atrasado en alguna tarea (lo que me espera el fin de semana, pienso), pero sigo.
Llega la hora de almuerzo, que quisiera disfrutar cada minuto con ustedes, y Naelle empieza a quejarse de que no quiere comer o quiere dejar la mitad; o Marcel diciendo que se le metió algo verde en su plato. Los minutos vuelan y me toca volver a reunión pero no sin antes pedirle por favor a Naelle que mastique, que no se guarde la comida en el cachete y que por favor no se demore dos horas esta vez.
El tiempo vuela de nuevo y después de las reuniones de la tarde me toca hacerles acordar para hacer ejercicios de escritura. Estar vigilando constantemente que no estén enchufados a la televisión o en aparatos electrónicos me pone los pelos de punta, porque me siento lo que no quiero ser: un sargento. Pero sé que es momento de controlar y ajustar esas pequeñas piezas que aun se están armando en sus cabecitas, aunque tal vez no lo entiendan todavía.
Aquí me preocupo, porque por más que quiera, tampoco puede estar a su lado enseñándoles todo lo que quisiera que aprendan, o que refuercen conmigo. Este año nos toca a nosotros estar en primera línea con el tema de la educación, más si es un año tan importante como el que marca el resto de su vida escolar. Y cómo cuesta….
Llega la hora del baño, y cierro pendientes para al menos ver que se estén bañando correctamente. Independencia, sí, pero con supervisión creo yo. Me siento otra vez a la compu y espero para acompañarlos a comer. Nuevamente la lucha contra el reloj para que Naelle no se demore hasta las 10 de la noche y lavarnos los dientes para estar listos para dormir.
Empieza de nuevo el conflicto. quieren que los acompañe a los dos, llegamos a un acuerdo y dos horas después por fin Naelle se queda dormida. Sí, hasta para dormir se demora. Recién en ese momento que puedo hacer algo para mí me acuerdo de algunas cosas que hay que hacer para el colegio y empieza mi segundo turno de chamba.
No es raro que cuando quiero ver una serie que dejé en pausa desde hace muchos días, sea solo el acelerador para cerrar los ojos y dormir.
Por más que quiera ser la mujer maravilla, no lo soy.Me canso, y también por dentro me siento triste, aunque trate de que ustedes no lo noten, triste porque me frustro, porque no puedo hacer ni ser todo lo que ustedes merecen que sea. Pero sé que ustedes lo saben, y me quieren así. Y yo, por más que esté cansada, tengo siempre grabado en el corazón y en la mente «ojerosa» que ustedes son lo mejor que tengo en la vida.
Y por ustedes, ese cansancio se muda. Promete que no para siempre, pero aquí lo espero para invitarle una taza de café y pasar mejor el rato.
A pesar de haber pasado un poco más de 6 años que traje al mundo a mis mellis, tengo grabado el recuerdo de los primeros días de maternidad. No fueron los más hermosos como me lo imaginé, pues el terror me invadió por completo y simplemente empecé a sentir que todo era una amenaza para mis pequeños y prematuros bebitos que tanto le pedí al cielo que se hicieran realidad.
Durante todo el embarazo trataba de ser positiva, de llenar mi cabeza solamente de positivismo, y cada vez que algún pensamiento negativo se asomaba, trataba de eliminarlo, entonces, sin querer queriendo fui cargándome un poco de estrés por no traer esos pensamientos a mí. Lo hablaba, sí, pero a veces las personas, sin mala intención, no eran tan acertadas y no hacían más que seguir cargándome.
Luego vino la etapa más difícil. Las complicaciones antes de dar a luz y el momento crucial del parto. Con 34 semanas mis bebés llegaron antes de tiempo, más chiquitos de lo normal, y yo sin poder abrazarlos ni pegarlos a mi pecho como lo había «planeado». Me sentía mala mamá, por no «contenerlos» más tiempo en mi panza, tenía terror de la primera noche lejos de mí, terror cuando no podía cargarlos, terror también cuando pude hacerlo ni qué decir cuando los pude llevar a casa a los 5 días gracias a Dios de haber tenido la cesárea. Todo estaba mezclado. La emoción tan grande, el amor que no entraba en el pecho, y las ganas de verlos crecer sanos se mezclaban con el miedo a perderlo todo. Por que sí, ese era mi terror.
Hoy entiendo lo importante que es estar bien mentalmente no solo durante el embarazo, sino también en el tiempo que le sigue al alumbramiento. Pues una mamá parturienta es una bomba de hormonas que puede tener una sobrecarga de sentimientos (positivos y negativos) que finalmente terminan por hacerla pasar un momento difícil y muchas veces además de no saber lo que le pasa, no quiere contarlo por temor o incluso por no exponerse a críticas o comentarios.
La salud mental de las madres es necesaria para el desarrollo y crecimiento de los hijos. Muchas mujeres sufren y experimentan emociones negativas frente a los numerosos cambios vitales del embarazo y el posparto. El 25% de las embarazadas experimenta algún tipo de malestar psíquico significativo.
Sociedad Marcé Española
Este mes, no solo se celebra el día de la madre en el Perú, sino también se celebra el día mundial de la salud mental materna. Y qué importante es entender a consciencia lo que es la salud mental de una madre.
Yo, no conocía de este día especial, pero luego me puse a pensar lo importante que es sensibilizar a las personas en torno a este tema y además dar a conocer que existen trastornos mentales que nacen a partir de que una mamá concibe. Y es que dar vida no es poca cosa no? La responsabilidad que siente una mujer al traer a un ser humano a este mundo es increíblemente abrumadora, y más aún si le sumas el hecho de vivir en una sociedad que no muchas veces se pone en los zapatos del otro.
Por ejemplo, el pedir ayuda es básico y muchas mamás no lo hacen por diversos motivos. Entonces este día es especial para normalizar afirmaciones o enunciados como: «No puedo más»; «Me siento sola»; «No sé que hacer»; «Tengo miedo»; «Todo el día lloro»; «Nadie me entiende»; todo lo anterior, es igual a decir «AYUDAME«.
El Día Mundial de la Salud Mental Materna se lanzó para aumentar la conciencia acerca de los problemas de salud mental materna, con la finalidad de que más mujeres busquen ayuda, reciban tratamiento adecuado y menos sufran. El objetivo común es sensibilizar a la población mundial acerca de la importancia de la salud mental materna y mejorar los recursos destinados por los gobiernos a la prevención, detección y tratamiento de los trastornos mentales durante el embarazo y el primer año tras el nacimiento (trastornos mentales perinatales).
Sociedad Marcé Española
Nadie dijo que ser mamá fuera fácil, nos enfrentamos a muchas cosas que pueden paralizarnos al inicio y nadie viene al mundo con una manual que te detalla cómo ser mamá, eso se aprende y no hay mejor manera de aprender que en la cancha! Tal vez al inicio no lo entendemos, y los sentimientos nos abruman porque la verdad única y verdadera es que un amor tan grande, como el que se sienten por los hijos y que no entra incluso en el corazón, a veces puede dar miedo. Pero, si saber que tienes un soporte, un piso o simplemente un apoyo del cual sostenerte para no caer, te aclara todo el panorama. Ahí la importancia de pedir ayuda.
Luego, entiendes que no existe en el mundo una mejor mamá para tus hijos que tú. La única que los conoce incluso más que ellos mismos porque tú los tuviste 9 meses (o menos) compartiéndolo todo antes de que llegaran al mundo. Fuiste la única que tuvo su corazón (o corazones) latiendo al mismo ritmo que el tuyo. Y lo más importante, nunca olvides que no eres una mala mamá por alguna vez equivocarte, o tener miedo, o no saber qué hacer, o no poder más y querer pedir ayuda, o no tener leche materna, o haberles dado fórmula, o mil millones de cosas más que podrían entrar en este párrafo… eres madre, y eso es lo más grande que existe en el mundo entero.