SPOILER ALERT: este post puede tener contenido subliminal y mensajes ocultos sobre lo que puede pasar en la vida de toda mamá o futura mamá. Cualquier parecido a la realidad, es pura coincidencia. Además, para lavar toda posible culpabilidad, este mensaje ha sido escrito bajo los efectos de una mala noche con poca ayuda e inutilidad extrema debido a lo mismo: el sueño.
Recuerdo los primeros días
con los mellis en la casa como si fuera ayer. Y los recuerdo a la perfección porque no hemos cambiado mucho que digamos. Para él, no es lo mismo decir «tiene hambre» y «prepárale la leche», mientras no es lo mismo decir «tiene el pañal cargado» y «cámbiale el pañal». Por eso siempre digo, las mamás, hablamos un idioma diferente al de los papás. ¿O me equivoco?
Creo que no conozco un solo papá que tenga los dotes de una mamá. Y de hecho que existen pero hasta donde sé, cada vez que cuento mis dilemas existenciales, muchas coinciden conmigo y llegamos a la conclusión que toditos están hechos a la medida. Aunque tienen corazón de oro, tienen memoria de pollo y para eso no existe memoria expandible ni mucho menos. Ya es error de fábrica. Y lo peor es que cuando se les dice algo una vez, es como si no se hubiera dicho nada, la segunda puede que lo recuerden pero solo unas horas, ya a la tercera empezamos a perder la paciencia, pero es a la cuarta o quinta donde dejamos salir al criter que todas llevamos dentro y explotamos. Y ahí, somos nosotras las malas.
Según las leyes de murphy de toda mamá, cuando necesitamos una mano extra, llámese un pañal, o crema, o más pañitos de emergencia o algo que esté un poco lejos mientras que estamos con las «manos en la masa», literal, si tenemos alguien al lado, y es el papá, corremos el riesgo de tener que ir nosotras mismas por lo que necesitamos luego de algunos segundo, o minutos escuchando «no hay». Dejamos lo que estamos haciendo y corremos por lo que estamos buscando y está ahí, justo frente a sus narices.
Y si a eso le sumamos una cuota de sueño, noches en vela, bebé un poco irritable queriendo dormir, pijama mojado y oscuridad, el estrés se vuelve un poco mayor. «Por favor pásame una muda que se ha mojado todo y se puede resfriar. Por favor al toque porque hace frío»…. tic tac, tic tac… me trae solo un pantalón. «Por favor el body»… tic tac, tic tac… me pregunta si de manga corta porque de manga larga no hay. Dejo al bebe en la cama y corro a sacar el body de manga larga que justo él mismo tenía en su propia mano derecha diciendo que era de manga corta (misteriosamente le habrán crecido las mangas mientras iba por él). «Por favor, al toque el buzo para ponerle encima»… tic tac, tic tac… me dice molesto que deberían arreglar mejor los cajones porque todo está desordenado. Termino yendo yo misma por el buzo una vez más. Fin de la historia que pudo ser corta y terminó siento un largometraje.
Pienso que es normal que las mamás seamos más «moscas» en el asunto. Pero nada cuesta cargarse un poco más las pilas para poder ir hombro a hombro creo yo. Al final, ambos estamos con sueño, ambos trabajamos y ambos queremos lo mejor para nuestros bebés. Obvio que no son temas de vida o muerte, pero de la rapidez depende todo. Como siempre le digo a la persona con la que trabajo «tienes que ser multitask como las mamás». A lo que OBVIAMENTE me mira serio y un poco desencajado.
Al principio me daba un poco de risa, es normal que en las primeras semanas el hombre confunda un body o pilucho con un pijama largo one piece para dormir. Pero si eso sigue pasando casi 2 años después, sí es preocupante. Pásame un body…. y me trae un pijama enorme.
Y no estoy rajando, solo es lo que me hace decir el sueño luego de una larga noche de malos ratos, quejidos cada media hora, leche extra, pañales extra por el agua extra y además una pijama extra que «no aparecía» ante los ojos de mi ayudante. No rajo… solo digo.