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Terminamos PK (Pre Kinder)

Este fue el primer año de los chinos en el cole grande. Después de 3 años en el nido, su segunda casita, en salones chiquitos, con dos profesoras especialmente para ellos y todo chiquito y más personalizado (así son todos los nidos del mundo) entraron a otro mundo y el resultado no fue tan terrible como esperaba.

Creo que a la mayoría de mamás les debe pasar algo parecido: nosotras somos las más angustiadas antes, y durante todo el año en el colegio, mientras ellos aprenden, hacen amigos y se divierten todos los días. Y es que de verdad confiar a nuestros hijos, todo el día en un lugar distinto, con personas distintas, angustia. Pero así es la vida.

Como escribí hace unos días en Instagram, pasamos por tres años lindos en el nido, y este año lo hicimos una vez más: pudimos con los cumpleaños de dos salones, con dobles chats en el whatsapp, con tareas dobles, con disfraces de un día para otro sin confundir salones, con las semanas especiales, con la creatividad para ver las sonrisas de mis chinos llevando sus trabajos al salón, con las reuniones de padres de familia, con las reuniones personales una tras otra para entrega de informes, con las llamadas paralizantes para avisar una caída o un golpe, con los contagios típicos del cole, con todo eso y mucho más. Terminamos el año con «A» y con super buen pronóstico para entrar a Kinder 2020. Ya para el 2021 empieza lo REALMENTE bueno, primaria! Eso sí es ooootro mundo.

Muchas mamás me preguntan si los tengo en el mismo salón, y sino, ¿por qué no? Pues aquí va el detalle.

Los chinos empezaron el nido al año 4 meses. Los matriculé en talleres de verano para que se adapten más rápido al año regular de nido, conozcan a sus amiguitos y profesoras, y empiecen a relacionarse más con el ambiente. Además, al ser una mamá de oficina es algo que ayuda mucho. Pero como estaban chiquitos aún, pedí por favor que empezara en el mismo salón, eso les ayudaría tanto a ellos como a mí (el golpe de separación de la casa y angustia porque estén en un lugar desconocido sin su abuelita o personas de la familia atentos a ellos las 24 horas del día, angustia). Fue así por los los primeros dos años. Durante el segundo año de nido, las profesoras y algunas psicólogas me recomendaron que los separara, pues cada uno debía ser independiente, tener sus propios amigos, y saber que la relación de hermanos no era igual a ser siameses (parar juntos y pegados todo el día). Eso construiría y afianzaría aún más sus propias personalidades, gustos, preferencias, etc. Además, en el colegio sí o sí estarían en salones diferentes y ya solo les faltaba un año para pasar a él. Entonces a los 3 años empezaron en salones distintos. Fue chocante, pero más para mí. Tener dos profesoras, 30 mamás, 30 niños y fechas diferentes para entrega de tareas, exposiciones y más! Ellos, felices. Cada vez que llegaba a la casa cada uno me hablaba de sus amigos, y que los dos se veían en el recreo y lo más bonito era que, como estaban en un salón al lado del otro, a veces se veían por la ventana solo para ver que estaban bien. Al final del año ya estaban listos para irse al colegio. De hecho las cosas cambiarían un poco más, un poco más de niños por salón, un lugar más grande que su nido, otro tipo de rutinas, etc. Si bien es pre kinder aún, ya están en las ligas mayores pero cuando entraron ya sabían que irían a salones diferentes. Dejarlos cada mañana y ver cómo se despedían diciéndose «te veo en el recreo» me llenaba de felicidad porque sentía que estaban creciendo, y creciendo bien. Ya en la tarde, en su casa, juegan juntos, se ríen juntos y hacen todo juntos como hermanitos. 

Creo que es normal tener miedo a decidir si separarlos o seguir lo que siente el corazón de mamá cuando quiere que estén juntos y protegiéndose entre ellos siempre, pero lo que debe primar por sobre todas las cosas, es su crecimiento como seres humanos individuales en el mundo. Si no somos nosotras quienes los ayudamos, ¿quién? y una mamá fuerte es esa mamá que los empuja a hacer lo que tal vez no es muy cómodo (ni para ellos ni para nosotras), como las vacunas, el corregirlos cuando hacen algo mal, y tantas otras situaciones que nos esperan en este largo y lindo camino de la maternidad.

Felizmente, somos muchas para ayudarnos y darnos fuerzas entre nosotras ¿no?

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El regreso de mamá de doble yema

Siempre quise tener actualizado mi blog. Cuando empecé a escribir, hace ya casi 10 años en mi primer lugar especial llamado «hasta en el último rincón», escribía todo dedicado a mi papá. Todo en relación a él, a su vida y a todo lo que me enseñó en este mundo en el que coincidimos por 24 felices años. Ahora que lo leo, siento cada palabra, y qué rico se sentía liberar escribiendo… pero un día, después de algunos años de escribir, me dijeron que si quería ser mamá, tenía que dejar de ser hija, y dejar volar a mi papá prometiendo siempre que el recuerdo permanecería vivo en mi corazón, como lo tengo y lo tendré para siempre. Y así fue, dejé de escribir tan seguido, hasta que mi vida cambió por completo con ese par de chinitos que empezaron a crecer en mi panza.

Los que me conocen podrán decir que cuando quise ser mamá, tan grande era ese sueño que todo lo demás pasó a segundo plano, incluso mi mente me jugó un poco en contra porque a pesar de no tener ningún problema hormonal ni físico, no podía quedar embarazada. Confieso que mi mundo se venía abajo con cada calendario marcado en rojo, empecé a pensar que terminaría adoptando a un niño pero me dolía el alma de solo pensar que no podía cumplir mi sueño. Luego conocí a un doctor, que me ayudó mucho a entender que nada malo me pasaba y que como sea podría ser mamá, entonces le pedí que lo hiciera realidad YA! Si era posible, salía embarazada ese mismo día de su consultorio, pero todo tenía un proceso. Me advirtió que no me podía decir si saldría 1, 2 o 3 bebés pero yo tomé el riesgo. «Eres loca», me decía… estaba en lo cierto… pero por fin estaba cerquita de ser mamá. Esta historia la he contado con puntos y comas en mis primeros post’s. Los he vuelto a leer y la emoción que siento al leerlos, no ha cambiado nada.

Desde el día 1 que me enteré que sería mamá, aun no de mellizos, prometí contarle a todos lo que sentía, compartir mis experiencias y ayudar a más personas que pasan por lo mismo pero por miedo, vergüenza o mil cosas más, no levantan la mano y piden ayuda para poder cumplir su sueño de ser mamá. Por eso, cuando ya los bebes llegaron al mundo, con un poco más de «ubicación en el espacio y tiempo» de mi nueva versión como madre de dos, empecé un nuevo blog dejando atrás el de mi papá. Escribía mucho, me gustaba conocer a más mujeres guerreras que lucharon con sus hijos para salir de la prematuridad, contar de manera graciosa algunas «desgracias» que le pasan a cualquier primeriza, era lindo, inspirador y divertido. Pero luego vino la falta de tiempo por el trabajo, el día a día y el estrés de la vida. Y empecé a escribir más espaciado. Ya no eran 3 post’s a la semana, sino 2 al mes, hasta que llegué a 1 al mes y luego nada… ahora que quiero regresar, tengo tantas ganas de escribir y contar todo lo que hemos pasado, que no sé cómo ordenar mi cabeza.

Lo bueno es que nunca es tarde para volver a hacer lo que nos hace felices. A pesar de no tener tiempo, de que las horas del día nunca alcancen para hacer todo lo de la lista y que el trabajo y el ritmo de hoy no nos dejen hacer muchísimas cosas que nos llenan el alma y el corazón, todavía es posible encontrar espacios para respirar y regresar. De a poquitos, así se pueden dar pasos más grandes.

Ahora que ya tenemos 5 años melliceros, tenemos mucho más por contar, cosas que compartir y cosas que aprender también. Y lo mejor de todo, es que ya lo decidí y aquí estoy. Regresando con el corazón en los dedos para escribir lo que quiere contar mi alma de mamá de doble yema.