Este fin de semana me pasó lo que más temía hasta en mis más oscuras pesadillas. Dicho sea de paso, hacía algunos días había soñado que Marcel se caía de un muro un poco alto y se golpeaba la cabeza, me desperté gritando y llorando diciendo que por favor nunca lo dejemos solo y que tengamos mil ojos encima de él. Felizmente había sido solo un mal, un pésimo sueño que me dejó un mal sabor en la boca, el corazón y la mente que no dejaba de pensar en los peligros a los que nos enfrentamos día a día.
Marcel es un bebé que de noche no duerme corrido, se despierta varias veces en la madrugada y solo quiere que yo lo cargue para volver a dormir. Cuando lo hace su papá sigue requintando diciendo «ma maaaa ma ma». Por eso, hay muchas veces que lo abrazo y lo pongo a mi lado en la cama, con miles de cuidados para que no ocurra ningún accidente: con el brazo encima de su pancita, abrazándolo todo entero, o asegurando con la pierna que no se vaya a escapar a ningún lugar. Hace un mes cambiamos la estrategia y en lugar de llevarlo a mi cama, yo me metía en su cuna; decidimos hacerlo porque una noche lo encontramos sentadito al borde de la cama jugando con la sábana. Fue su ángel guardián el que lo salvó de caer al suelo, estoy segura. Pero el sábado todo fue distinto, todo salió mal.
Yo estaba muy cansada. Estamos pasando por una etapa un poco estresante en la familia y eso también se suma al agotamiento acumulado y entonces el cansancio me cobró caro. Dos y media de la madrugada, estábamos durmiendo como siempre y de pronto pasó. Fue como una pesadilla real, un golpe seguido de un llanto intenso se apoderó de la noche. Lo primero que hice fue pararme de mi cama gritando «nooooo» corriendo hacia el cuarto del bebe para darme cuenta que no había sido ahí el golpe sino en mi propio cuarto. Lalo ya lo había levantado del suelo con mucho cuidado pero él seguía llorando. Yo no sabía que hacer para calmarme y dejar de gritan que mi bebé se había caído de la cama. Mil imágenes y pensamientos se adueñaban de mi mente y no podía con ellos. El golpe fue fuerte y yo solo pensaba en verlo con la cabecita partida en dos. Él me veía asustado mientras que su papá me pedía que me calme por favor que el bebe no tenía nada. Yo desesperaba iba cambiándome y solo repetía que teníamos que ir a la clínica. Saqué el «bálsamo de Just» especial para golpes y se lo puse en automático en la cabeza. Él me pedía que lo cargue, estaba aún asustado más por ver a su mamá en ese estado de casi locura. Lo cargué, lo abracé fuerte pidiéndole perdón (por sabe Dios qué porque en ese momento no entendía ni qué había pasado, no me acordaba siquiera haberlo llevado a mi cama). Solo lo abracé en el silencio de la noche, ya estaba tranquilo en mis brazos y yo no podía contener las lágrimas que salían sin parar.
Lo tapé con su colchita, me aseguré que Naelle se quedaba en buenas manos y tranquila después de todo el alboroto y salimos a la clínica. En el carro trataba de distraerlo con las luces de afuera y con algunos juguetes que teníamos en el carro. He escuchado muchas veces que cuando un bebé se golpea la cabeza no es bueno que duerma. Felizmente, parecía no tener nada de sueño. Yo le tocaba la cabeza, le movía despacio los brazos, las piernas, y parecía que nada hubiera pasado. Llegamos a la clínica y entré con mi Marcel en brazos pidiendo por favor que nos atiendan rápido. Lo examinaron con la linterna, sus ojitos seguían la luz sin parar, lo sentaron, lo echaron, le tocaron para parte de su cuerpito y él miraba fijamente a la doctora y a mí. Parecía preguntarme qué le estaban haciendo. Yo solo lo miraba mientras se le seguían cayendo las lágrimas.
Regresamos a la casa con un susto y una experiencia. Gracias a Dios nada malo pasó, los reflejos de mi chino lo hicieron prenderse de la sábana y amortiguar la caída. Pudo ser peor, pudo ser un accidente mayor. Pero como siempre lo digo, mis hijos nacieron un angelote en el cielo que los coge de las manitos y los protege. Pero como de todo se aprende, y con golpes entra más rápido, esta ha sido mi segunda noche sin pasarlo a mi cama. La segunda noche no duermo con mi bebé al lado, pero así debe ser. No está seguro y yo, a pesar de ser su mamá no puedo protegerlo cuando estoy dormida, los reflejos no son los mismos, nosotros no somos los mismos. Más cuando estamos cansadas.
Creo que la lección queda clara. Pero lo que no se me borra es ese sentimiento de terror y mezcla de frustración cada vez que cierro los ojos y vuelve a mí ese momento escalofriante. Lo soñé días antes y lo viví días después. No pude protegerlo y siento que puse una papeleta en mi récord de mamá. Sé que vendrán más caídas, más golpes y debo estar preparada, pero no puedo evitar esta sensación de haberle fallado a mi propio hijo. No pude protegerlo esta vez, me costó lágrimas y un susto que quedará grabado para siempre en mi memoria.
Y bueno, para que estemos preparadas, es necesario tener esto en cuenta:
Si tu bebé se cae de la cama:
– No lo toques aunque llore. Ahí en el suelo revisa todo su cuerpo. Cada centímetro al minúsculo detalle.
– Ten a la mano un bálsamo de Just (ayuda muchísimo a evitar hinchazón, tiene una explicación científica y sus ingredientes ayudan a ello).
– Nunca está demás una revisión médica. Es mejor pecar de exagerada que omitir un grave error.
– Atenta a las señales de alarma: vómitos, sueños excesivo, convulsiones, pérdida de consciencia (si no lloró al instante que cayó es mala señal).
– Observa las 6 primeras horas. Cada detalle dentro de las 6 horas siguientes al golpe es importante. Luego de ello ya estamos fuera de peligro.
– Y lo más importante, evita esto y no duermas con tu bebé en la cama. Aunque duela.
Al día siguiente, él era el niño más feliz del mundo. Riendo y jugando feliz y comprendí lo que muchas mamás me dijeron antes: los bebés parecen ser de goma. Pero aún así, si puedo evitar su sufrimiento, susto, golpe o caída, lo haré de una y mil maneras.
Nada más debo ser más precavida… y fuerte.