En estos días he aprendido algo nuevo. Algo que parece obvio pero que en realidad no lo es. A mí al menos, me hizo abrir los ojos y que el corazón se me encoja de emoción al ver esa muestra enorme de amor, de cariño, de confianza máxima. Lo aprendí de mis hijos, que como todos dicen, son los mejores maestros.
¿Alguna vez has jugado «confía en mí»? Estoy segura que en el colegio más de una vez lo hemos hecho. Siempre, la clásica era poner un pie atrás por si acaso. Luego de mil intentos obviamente, en que todo aquel que intentaba «dejarse caer» fallaba por desconfianza, miedo o sabe Dios qué, lográbamos dejarnos caer si la persona detrás era digna de merecer nuestra confianza. Pero de que nos daba temor caer, sí que nos daba.
Pero este caso fue distinto y solo al primer intento lo vi claramente. Estaba jugando con Naelle, frente a frente chocando despacito la frente cuando le dije que se volteara, que se deje caer y que yo la agarraría fuerte para que no se caiga. No pasó ni un segundo para que siguiera todas las indicaciones que le pedí que siguiera. Simplemente se volteó y se dejó caer. Nada de piecito atrás por si acaso, cero temor y cero frases como «pero no me sueltes ah!». Simplemente fue confianza a la primera.
Luego del primer atajo no pude evitar que se me llenaran los ojos de lágrimas. Ella no dudó que yo estaría ahí para cuando ella se dejara caer. No dudó ni un segundo y creyó en mí, solo en mí. En su mamá. Esa cabecita sabía que estaría ahí, detrás de ella con los brazos extendidos para evitar que caiga al suelo. Lo sabía incluso antes de que yo le pidiera que lo haga.
Gracias china, por enseñarme desde tan chiquita tantas cosas lindas. Y es la verdad, yo nunca dejaré que algo malo les pase, y haré TODO lo humanamente posible por ayudarlos y JAMÁS defraudarlos. Seré esa pared cuando necesiten protección, esa mano por si necesitan salir de algún agujero, ese pañuelo si quieren secarse las lágrimas, ese hombro cuando necesiten apoyo para seguir caminando, esos oídos y boca muda para cuando necesiten solo hablar, esas palabras cuando no sepan qué decir, esos zapatos para cuando se cansen de caminar con los viejos, ese impulso para cuando estén cansados, esa almohada para cuando quieran descansar, ese colchón para cuando tengan ganas de caer, esa alarma para cuando necesiten un aviso o un último llamado, ese corazón que les recuerde de donde vienen, ese techo para cuando esté lloviendo, ese guardián en las noches de pesadillas, ese escudo que frenará «algunos» dardos, ese remedio para cuando algo duela, ese abrigo para cuando tengan frío, seré eso y mucho más, seré todo lo que ustedes necesiten que sea, cuando sea y como sea.
Les prometo todo eso, pero lo que no puedo prometer es vivir los ratos amargos por ustedes, aunque quiera hacerlo no puedo y lamento decepcionarlos algún día, pero más adelante entenderán que algunas guerras no pueden ser peleadas por la persona que más los quiere, pero sí puede estar ahí, esperándolos en la meta para cantar juntos y felices. Aún así, prometo ser quien ustedes merecen que sea.
Pero sobre todas las cosas, seré esos brazos que los atraparán cuando quieran caer. Y desde hoy, lo pueden confirmar con un simple juego que ahora significa la base de toda confianza para mí.