Realmente, la semana empezó de la manera más cruel. Durante el fin de semana fuimos felices paseando juntos y disfrutando cada momento en familia. Aunque termino más cansada que de lunes a viernes esos días son mágicos y especiales, pero el domingo en la noche, todo se puso color oscuro.

Un lindo fin de semana que terminó mal…
Pasamos una noche difícil. Naelle empezó a llorar como si algo le fastidiara desde antes de las 12 de la noche. No era hambre, no era sueño, era dolor. Yo estaba segura que era dolor. Se calmaba por unos minutos y dormía para luego empezar a llorar nuevamente. Parecía una pesadilla porque nada la calmaba y yo empezaba a asustarme de verdad.
En paralelo, Marcel escuchaba los gritos y se revolcaba en su cuna renegando porque no lo dejaban dormir, además seguro estaba asustado como nosotros por su hermana. Teníamos que dividirnos para atenderlos a los dos. Felizmente, no molestó mucho mi chino. Se quedaba tranquilito con su chupón y su trapito para sobarse la cara mientras duerme.
Ya avanzada la noche, como a la 1:30 am aproximadamente, se despertó llorando más fuerte aún. Decidí distraerla a pesar de la regla número uno de la casa «no hablar ni jugar con los bebes durante la noche/madrugada que quieran despertarse», ese es el truco para que vuelvan a dormir, pero esta vez era diferente. Empezamos a jugar a las escondidas, a mirarnos en el espejo, a esconderme detrás de la espalda de su papá y que ella me descubra. Logré que se riera por ratitos pero no servía de mucho, al segundo volvía a llorar.
Creímos que eran gases, pues estaba un poco fastidiada y de cuando en cuando soltaba peditos y chanchitos. Pero no era eso, tenía que ser algo más y yo me frustraba conforme avanzaban las horas. Así dieron las 3 de la mañana, hora en que teníamos que volver a intentar dormir. La abracé, paseamos juntas con la luz apagada y por fin se durmió. Nos echamos abrazadas y logramos dormir no más de media hora para volver a llorar. Esa noche, realmente fue interminable. En mi mente pasaban horas y en realidad solo habían pasado minutos. Solo quería que amaneciera para pensar bien qué haríamos.
Ya a las 6 de la mañana la llevé de emergencia a una clínica que no mencionaré porque en este blog no tratamos de chancar, pero sí de advertir. Mis bebés tienen su pediatra que es un sol y lo amamos, él mismo fue quien los sacó de mi panza y es él mismo el que me ayudó a sacarlos de la prematuridad muy rápido. Es el mismo que quiso ir a mi cuarto personalmente a darme la noticia que por fin podría llevarme a mis bebes a casa. No lo cambiaría por nada, solo por una emergencia como ese día. Pues en la clínica que los atiendo no hay emergencias pediátricas y solo atienden a partir de las 9. Era mucho tiempo esperar 3 horas para ver qué podía tener mi china. Por eso salimos y la llevamos a una reconocida clínica por mi casa (Surco).
De inicio la atención en emergencia no fue como me lo esperaba. En emergencia todo es rápido y con mucho detalle, aquí se tomaron su tiempo para llamar al pediatra de turno para que baje a evaluar a mi bebé. Entró el doctor, quien parecía muy buen profesional y la examinó para luego decir que no tenía nada. Que su pancita no estaba dura así que no estaba con cólicos. Cómo era posible??? Algo debía tener! Le pedimos que por favor le revisara la garganta pero no lo hizo, nos preguntó cuando fue la última vez que hizo caquita y al decirle que había sido hacía un día y no mucha cantidad nos dijo que seguro era eso: estaba estreñida. Bueno, al menos un diagnóstico que podía tener sentido, así que la llevamos con panadol, gaseovet y algunas recomendaciones como darle más fibra en sus comiditas.
Con una cuenta un poco elevada nos fuimos a la casa pensando en lo que nos dijeron «esa no es una emergencia, es una urgencia y por eso se cobra como consulta». Digo yo, no es emergencia cuando tu bebé llora por más de 12 horas sin poder dormir??? En fin, nos fuimos a la casa creyendo que todo mejoraría pero no! Lo único que pasó fue que empeoró ahora sumándole a los llantos un poco de fiebre.
Para ese entonces ya eran las 9:00 am y nuestro pediatra ya estaba en su consultorio. Lo llamamos y fuimos a verlo de inmediato. Ese día él atendía en la tarde pero hizo un espacio para poder vernos, pues vio que el caso merecía atención como cualquier paciente. Después de revisar cada milímetro de su cuerpito escuchando sus llantitos desesperados nos miró diciendo: tiene otitis y faringitis.
¿A caso no le habían revisado los oídos? Sí! Y yo vi cómo ella se retorció cuando le vio la orejita derecha pero no nos dijo nada al respecto. ¿A caso no le revisó la garganta? Pues no lo hizo, a pesar que le dijimos que lo haga. Ahora sí podíamos ayudar a mi china, un antibiótico (que odio por cierto) y Doloral para ayudarla con ese intenso dolor. He escuchado las peores comparaciones con el dolor de oídos, pobres bebés. Empezamos ayer y ayer mismo empezamos a mejorar. Al menos ya se reía conmigo, jugamos juntas hasta casi las 10 de la noche, mi mamá ya me quería matar por la mala noche anterior. Además, el hermano renegón que tiene una roncha de zancudo vampiro en la frente como unicornio, no estaba de muy buen humor.

Ayer en la noche ya más feliz
Parece que las semanas de mala pata nos persiguen, pero como siempre, juntos salimos adelante a pesar de los llantos compartidos y jalones de pelos desesperados por no saber qué hacer. Pero, esa, lamentablemente es la única forma de crecer. Qué tal forma de empezar a celebrar los 31 que llegan el jueves no?
Consejo: piensa bien a dónde llevas a tu bebé por una emergencia. Y recuerda que una mamá por más noica y neuromamá que sea, SIEMPRE sabe cuando a su bebé le pasa algo más que NADA.