Es difícil ser mamá. Más difícil incluso cuando tienes que partir tu corazón en partes iguales cuando tienes más de un hijjo. Lo es más aún, cuando ese mismo corazón que está partido en dos (en mi caso) sabe muy en el fondo que una de las dos mitades es un poco más grande por una sencilla razón: las necesidades de ambos, son distintas. Y duele darse cuenta que eso existe. Duele aceptar que si uno de los dos necesita más a la mamá, ahí estará ella, no para dejar al otro de lado, pero siempre con un ojo bien puesto en ese que siempre ha necesitado ese empujón adicional. Más aún si se sabe que será para toda la vida.
Desde que nacieron los mellis, siempre Marcel ha sido el bebé más demandante: el que se resfrió primero, el que no quería terminar su leche, al que se le aflojó el estómago y empezó a llorar de buenas a primeras exactamente al cumplir 1 mes de vida. El que tenía una dieta especial por su APLV (Alergia a la Proteína de Leche de Vaca), el que se irritaba fácilmente, al que se le presentaron las rabietas de manera precoz, al que la comida le gusta pero en platos y con cubiertos especiales. Desde muy bebé yo sentía que algo distinto pasaba en él y aunque todos me decían que no, yo lo sabía, lo sentía. Por eso busqué ayuda y aunque los mismos especialistas me decían que era muy pequeño para un diagnóstico algunos rasgos indicaban que habían cosas que ajustar y mientras más temprano, mejor. Esa es la razón de sus terapias de estimulación sensorial.
Pero ahora que ya tiene 3 años y medio siento que hay evolución pero igual necesito respuestas. Mi hijo es diferente y quiero explicaciones.
Es así como hoy fuimos a visitar a un segundo neuropediatra, pero esta vez fue distinto. Recuerdo cuando hace un año y medio visitamos a la primera y simplemente salí espantada y más que preocupada, pero con la idea mas clara de lo que tenía que hacer. No había tiempo que perder, y si bien no podía saber lo que tenía mi bebé, sí podría ayudarlo a adaptarse a su entorno de la mejor manera con terapias y distintas cosas más. No podría ponerle una etiqueta a lo que sea que tuviera, y aún no puedo porque incluso hoy me dijeron que es muy pequeño para eso. Pero más de lo que he hecho, y más de lo que estoy haciendo no puedo hacer. Soy una buena mamá, y me la tengo que creer. Porque no hay otra verdad más que esa, lo estoy haciendo bien. Y solo tengo que continuar así, caminando a su lado, pero con muchos límites e independencia para dejar que solo pueda soltar las alas. Y más bien, voltear hacia el otro lado y ver a mi otro pedazo de corazón, que todo observa y todo digiere sola, a la distancia, y en su propia madurez lo entiende, lo acepta y me perdona. Pero yo también soy su mamá y esto debe cambiar porque es ella quien luego sufrirá las consecuencias.
Mi china me necesita, tanto o más que Marcel. Ambos merecen las dos partes de mi corazón, del mismo tamaño, sin importar demandas. Los dos necesitan a una mamá fuerte que puede con todo lo que venga. Y así será, estoy más que convencida de eso.