Día 365

Un 16 de marzo, empezamos una cuarentena que duraría solo 15 días. Estoy segura que más de uno pensó que pasaría rápido, pero el tiempo se encargó de enseñarles que esto sería largo. Como sigue siéndolo hasta hoy, 365 días después.

Nos agarró desprevenidos, aunque se rumoreaba que pronto vendría “el encierro” del que se hablaba por Europa (y antes aún por China), y nos tocó. Suspendieron clases en los colegios y universidades, y el trabajo se empezó a volver poco a poco remoto. La industria paró, negocios cerraron y empezó el pánico. No solo por la posible ausencia de trabajo por las que muchos empezaron a pasar, sino por el terror al contagio. Al inicio incluso todos dudaban de la existencia del terrible virus, pero estoy segura que hoy, 365 más tarde ya a todos nos ha tocado ver al maldito bicho desde cerca.

Mi conteo empezó como algo esperanzador, quería ver cuánto tardábamos en volver a nuestras vidas de antes. Pero llegaron los 50 días y todo parecía igual, solo que nosotros ya estábamos más acostumbrados. Llegó el día 100 y las cosas estaban un poco mejor, pero todo lo parecido a la vida antes del virus aún se veía lejano. Las clases virtuales y el teletrabajo a pesar de ser difícil ya era algo más llevadero. Tuvimos que aprender, y mucho. En el día 200 ya empecé a cuestionarme si seguir o no con el conteo, pero dije “tan lejos he llegado para dejarlo ahí?”. Tengo que reconocer que a mis miles de TOCs no les gustaba esta idea, y decidí seguir porque tantas cosas pasamos en este tiempo que debía recordar cada una en una especie de diario. Quería mirar atrás en algún momento y recordar dónde empezó todo y cómo estamos ahora. Quise hacerle caso a mi interior y seguir “controlando” cada uno de mis días en esta situación descontrolada por todos lados. Y si al año no llegamos a nada, esta pandemia no se va ni absolutamente nada cambia, pues habremos llegado a vivir un año sanos, un año feliz de estar con la familia, un año de aprender a ver más ojos y menos sonrisas, y entender que se puede sonreír solo con una mirada, un año de recordar a los que se fueron, a los que la sufrieron y están aun con nosotros gracias a Dios o al santo en el que más creamos. Pasó un año y aprendimos (algunos antes incluso) a valorar lo que realmente importa, a dejar a un lado el «yo me cuido por mí» y pensar en el «sino te cuidas tú, nos cagamos todos», a entender que estar lejos de los que más queremos es sinónimo de amor infinito y querer ESTAR BIEN, y a enseñar con el ejemplo 24 horas por estar delante de esos pequeñitos que nos enseñan más que nadie a adaptarnos, a aceptar y a seguir creciendo. Nuestros niños.

Un año de cambios y superaciones. Un año entero haciendo que cada día, sea especial. Y lo logramos.

Son 365 días registrando cada momento. Cada día que me ayudó a no perder el rumbo ni las ganas de demostrarle a mis hijos que todo es posible y no hay nada más lindo que estar juntos y con salud. 365 días después, me siento feliz de mirar el día 1 de esta nueva forma de vivir y ver lo mucho que hemos crecido, juntos.

Y así seguiremos, haciendo que cada día sea especial.

Hoy, 365 días después, somos otros. No somos los que éramos hace 365 días. Somos mejores, de lejos, somos mejores.

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