Ayer me encerré y lloré. Lloré por todo lo que llevo acumulado sin poder gritarlo. Por las noches sin dormir y los días sin parar a respirar. Lloré porque no aguanté, no pude contenerlo más, cerré los ojos y exploté sin pensarlo. Lloré como si fuera la primera vez que o hiciera, con el corazón en las manos y el cerebro casi adormecido. Lloré y quise desaparecer unos segundos, lejos de los gritos, lejos de los llantos y pataletas, lejos de todo y de todos. Después me sentí mal.
Ayer fue un día diferente, en el que a pesar de los buenos deseos y bonitos momentos, todo parecía estar detenido. Creo que después de algunas malas noches y saltos nocturnos de la cama al techo y luego al suelo, ya mi cuerpo pedía un «alto», y no lo supe escuchar.
Ayer me sentí mal de estar cansada. Cansada de los jalones de pelo; de las colgadas en mi espalda; de los jaloneos de ropa; de los manotazos en la cabeza, de los cabezasos en la boca, nariz, etc; de los interminables «MAMAAAAA QUIERO»; de los celos entre los dos; de las peleas; de los avisos de mamá que terminan en golpes y un «les dije que no hagan eso»; de las pataletas; de los gritos en mi oído; de las divisiones en dos partes aunque sea imposible; de las luchas con el pañal; de las discusiones por los engreimientos; de las batallas a la hora de comer; de los «ese es mío» una y otra vez; de las protestas entre ellos; de las noches paraba al pie de dos camas ajenas; de las pesadillas que interrumpen cada uno de sus sueños, y los míos también; de los «mamá quiero pichi» al medio de la noche o apenas me siento a comer; de las peleas por guardar los juguetes al final del día; y además, me sentí cansada de simplemente estar cansada.
Ayer, me encerré en el baño y mientras oída los golpes en la puerta y mi nombre (mamá) a gritos desde el otro lado, lloré. Lloré mucho y me agarré el corazón para tratar de calmarlo, traté de mi mente hablara hacia adentro y que cada fibra de mi cuerpo lo escuchara decir que todo iba a estar bien.
Ayer lloré y al final me dijo a mí misma «cálmate», porque así como leí una vez, lo vuelvo a decir ahora: serás madre toda la vida, ellos serán niños solo una vez.
Llora si lo necesitas, no eres menos mamá por hacerlo. Al contrario, eres una mamá de carne y hueso que merece llorar.