Se acerca el primer año

Sigo pensando en lo increíble que se me hace estar llegando ya al primer año de vida de mis bebitos. Cuántas cosas hemos pasado y aprendido en un año, cuántos sustos y llantos hemos superado, cuántas metas hemos logrado. Y pensar que tenemos toda la vida para seguir aprendiendo a ser padres. Espero que Dios me permita seguir demostrando que puedo ser tan buena mamá como la que él me mandó a mí.

Mientras tanto, ellos escuchaban música

Mientras tanto, ellos escuchaban música

Hace un año no pensaba que pronto llegarían mis hijos al mundo. Más bien, estaba preparando mi Baby Shower pensando en qué me pondría ese día y deseando que todas mis invitadas puedan estar presentes. Llegué con las justas a ese día, pues dos semanas después estuve en la clínica por un «control» y salí con mis dos bebés algunos días después.

Es un poco extraño lo que siento ahora, porque estoy feliz de cumplir un año de mamá, pero a la vez me pone un poco nostálgica. Cierro los ojos y revivo cada segundo antes de conocer a los bebes y se me remueve absolutamente todo. Pues no fue nada fácil ese día y aunque recién me de cuenta de eso, aún no lo supero del todo. Haber estado sola en esa sala esperando que mis bebés vengan al mundo, sin recibir muchas respuestas de los doctores, y encima pedir a gritos que me enseñen a mis bebés sin haberlos escuchado llorar al segundo que los sacaron (no, no era como en las películas) fue difícil. Tenía solo 34 semanas y el trauma más grande de todo mi embarazo estaba tocando mi puerta. Hola prematuridad.

Lo que vino luego tampoco fue fácil. Estar lejos de ellos las primeras horas fue frustrante, pero con mucha paciencia y fe, luego de dos días de estar separados por una caja transparente pude cargarlos. Fue un momento mágico que guardo por siempre en mi mente. Pude conocerlos por fin y estar piel con piel como tantas veces lo soñé. Lloré mucho, pero de felicidad, de agradecimiento a la vida por permitirme tener dos brazos para poder cogerlos a la vez, y un solo corazón con una capacidad extrema de amar a dos criaturas que salieron de mí.

La primera noche juntos fue recién al tercer día de nacidos. Todas las noches previas me costó mucho cerrar los ojos y poder «dormir», porque no estaba a su lado cuidando su sueño, pero debía confiar y pensar que al día siguiente otra sería la historia. Y pensar que ese día ya me habían dado de alta, pero rogué quedarme con ellos para poder salir juntos al día siguiente. Aunque no estuviera segura al 100% que ese día saldríamos todos completos. Fue extraño, pero lindo, cuando nos avisaron que primero bajarían al hombrecito, los dos papás primerizos e inexpertos nos lavamos las manos 10 veces, cerramos todas las ventanas y arreglamos el cuarto para recibir a nuestro príncipe. Caminábamos por todo el cuarto con las manos arriba (como doctores antes de operar)  para no ensuciarlas ni contaminarlas, escuchamos las llantas del carrito que venía hacia el cuarto y reíamos juntos de emoción. Tocaron la puerta y entró. Era perfecto, chiquito con nariz de botón y ojitos saltones. Mi bebé mayor estaba por fin «en casa». Solo faltaba la princesa para hacer real el cuento de hadas. Otras llantitas se escucharon a lo lejos e impaciente su papá abrió la puerta, para cerrarla luego con mirada decepcionada. No era nuestra bebita la que venía en ese carrito. Al poco tiempo tocaron la puerta de nuevo y el carrito con manta rosada hizo su ingreso. Mi guerrera perfecta que solo llegó al mundo con 2.020 kg había demostrado que todo era posible. Y juntos saldríamos adelante cueste lo que cueste.

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Primera foto de la familia completa

El primer mes fue el más complicado. Me dio una especie de «depresión post-parto» mezclada con miedos y traumas que poco a poco se fueron mudando de esta loca cabeza. Era una fiesta cada cambio de talla y cada onza de leche que subíamos. Salir de la prematuridad no fue fácil, luchas contra alergias a la proteína de leche de vaca, cólico de lactante, eruptivas repentinas, resfríos de locura y miles de noches en vela fueron algunos de los títulos de este primer año que se acerca.

No es fácil tener bebés, no es fácil tener dos bebés a la vez. Y el aprendizaje viene desde el embarazo, porque desde el día 1 que te dicen que tendrás mellizos y el famoso «a más bebés, más cuidado», es una especie de estigma que te marca y te tiene en vilo todo el tiempo. Con esas locas y a veces absurdas preguntas que rondan tu cerebro, el cuidado extremo, los miedos, sueños, libros y cosas que se te meten en la psiquis para hacer de tus días de «dulce» espera un poco amargos para hacerlos reales. Hasta que chocas con la realidad y tienes ya en tus brazos a tus dos creaciones de Dios, y te das cuenta que él por algo te eligió a ti como mamá de dos. Te mandó una tarea y labor que solo TU entiendes y a los ojos de todos puedes ser la más loca y neuro mamá del mundo. Pero no estás solas, aquí afuera hay otras como tú. Otras con complejo de pulpo que al final del día por más que pase uno o dos años se tiran a la cama antes de la próxima leche a decir «cómo llegué al final del día».

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Ahora, él un poco más grandecito de lo esperado, ella aún especial para la comida y haciéndonos batallar día a día con sus ganas de ser chica fitness. Lalo, con la panza más grande (mentirita), con más sueño acumulado. Yo, un poco más vieja y ojerosa, pero con un corazón más grande de lo que jamás pensé. Es así como nos vamos acercando a nuestro primer año juntos, ustedes en el mundo y nosotros como papás. Y juntos caminamos en esta aventura de convertirnos en expertos papás melliceros primerizos.

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