Y cayeron los dos… una vez más!

Varias cosas se dicen antes de ser mamá. Escuchas consejos, vivencias, tips, alguna que otra crítica y reniego, pero muy pocas veces escuchas de eso que se llama «dolor real cuando tus hijos se enferman». Y nadie, te puede contar lo que se siente por más leve que sea la enfermedad.

Tus hijos se van a enfermar, se van a caer y van a sufrir lo normal. Son seres humanos y debes entender que esas cosas van a pasar lo quieras o no. Puedes jugar a ser la mujer maravilla y la que todo lo puede evitar, pero muchas cosas no se pueden evitar como las fiebres, los dolores de estómago, los resfríos, los moquitos, los golpes por alguna travesura o cualquier aventura de caminador aprendiz. Pero lo bueno es que siempre en tus brazos, todo eso será más llevadero para ellos.

Creo que ni mi mamá me dijo cuánto me dolería ver a mis hijos enfermos. Es realmente un dolor que cansa, agota y te pone nerviosa también. En mi caso, mis temores máximos cuando uno cae es que caiga el otro, y no hay nada que me reviente más que me pregunten si ya se enfermó el otro. Tanto cuesta pensar que no es un HECHO que los dos se enfermen. Sí, es muy probable que se contagien, pero qué pasa si no? Y lo digo por experiencia, el contagio no es obligatorio. Y bueno, pensar en volver a pasar lo mismo días después de recuperado el primer bebe, cansa por anticipado.

Hoy tengo a los dos enfermos, una con fiebre por garganta y oídos y el otro por estómago malito. Virus o algo que se metieron a la boca (como todo lo que se les cruza por los ojos), es una situación máxima de estrés. Los bebes ya tienen un año pero me sigue preocupando tanto la fiebre como la primera vez que les dio cuando era apenas unos bebitos. Tengo la culpa? No, eso se llama «mamá primeriza» aprendiendo a vivir la vida con sus bebés en el mundo. Ese mundo que trata a todos por igual, bebés y adultos.

Y es que no puedo con la idea de imaginar su cuerpito batallando contra un virus que está atacando su sistema. Son tan chiquitos, y aún no me pueden explicar qué sienten para ayudarlos. Lo único que puedo hacerlo es estar a su lado y tratar que juntos pasemos estos días amargos para olvidarlos y volver a jugar y pasear como siempre.

Pero sí, los días de enfermedad son para meterlos en un cajón bajo cinco llaves y nunca más volverlos a abrir. Cómo duele no poder hacer más por ellos. Y como siempre digo cuando se enferman, cómo no pudiera robarles el mal que los ataca y sentirlo yo pero no ellos. Sería todo tan distinto.

Por lo pronto, los minutos pasan y yo desde este escritorio un poco lejos de ellos, solo cuento los minutos para volver a verlos y abrazarlos fuerte a ver si de esa manera me robo un poquito de su dolor. Todo por ellos, todo para que se sientan bien y volvamos a reírnos de nuevo. Siempre juntos…

 

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