Engreídos nivel super saiyajing 5

Como ya había comentado hace unos días, mis horarios han dado un giro de 180° y aún estoy tratando de acomodarme a eso. Empiezo igual de temprano que cuando estaba trabajando, incluso ahora un poco antes, y arranco primero con los peques: al baño, a lavarnos los dientes, a cambiarnos y a alistar mochilas para el nido; luego me meto a la ducha en (LITERAL) 5 minutos y listo; bajamos juntos para que tomen desayuno y salimos al nido. Amo esa rutina y disfruto de cada minuto de ella.

Luego arranco a hacer los pendientes que marco en mi agenda el día anterior, a veces en casa, o sino fuera de ella. Y obviamente, un tiempo destinado a buscar chamba pero como muchos sabes y ya me lo dijeron, en este momento «la calle está dura», pero ahí le vamos. Con fe y sin perder el ritmo. Espero a que sea la hora para recogerlos del nido y nuevamente mi corazón vuelve a su lugar. Empezamos la tarde juntos con el almuerzo y la siesta, para luego jugar y seguir hasta el fin del día.

Todo parece color de rosa, pero en la vida real, si todo fuera filmado por una cámara escondida sería demasiado gracioso. Es cierto que pasar más tiempo con mis hijos es mi pasión y lo mejor que me puede haber sucedido, pero ellos también se aprovechan de la situación, y se vuelven chukis nivel super saiyajin X. Para extorsionadores, llámenlos por favor. Han aprendido una de «trucos» y farsas que hasta me hacen soltar la carcajada de vez en cuando.

Por eso ahora, cuando tengo algo que hacer en la tarde, me escapo cuando están dormidos, o hasta incluso me escondo detrás de un mueble (como lo hice hoy) cuando pasan de la cocina a su cuarto para hacer la siesta. Hay días más sencillos que suben echando un vistazo rápido y si no me ven, bien. Pero cuando me ven en algún punto empieza el show: mamaaaaaaaaaaaaaaa, mi mamá!!!!, mamitaaaaa. Yo muero de la pena y a veces caigo y cuando voy a verlos me esperan sin una sola lágrima y con la sonrisa enorme en la cara. A veces cuando no hago caso han llegado incluso a gritar: señora marite!

Salimos a jugar el mayor tiempo posible y yo soy una mamá/niña, porque me tiro al suelo con ellos, corro, me escondo y les hago cariño cada segundo que puedo. Los corrijo, eso sí, pero solo escucho a Naelle decir «perdón mamá» y ya estoy llorando con ella. O me molesto y le digo «basta Marcel» y me mira con puchero y luego de un waaaa deja salir mil lagrimones de sus ojos grandotes y también lloro con él. Sí, soy una mamá sensible y ahora que estoy con ellos 24 horas del día, lo soy aún más.

Entonces le pregunté a una amiga mía, que es psicóloga, qué podía hacer para tratar de controlar esta situación que parece haber cruzado un poco la línea de los límites de los niños engreídos con padres débiles que no pueden verlos llorar por mucho tiempo, y me dijo lo siguiente:

Un niño se siente protegido en un grado mayor cuando está con su madre, y las madres que trabajan a veces sienten una especie de «culpa» por las horas lejos de ellos, entonces empieza la sobre estimulación con regalos y presentes que llenen ese vacío que algunos padres sienten que hacen vivir a sus hijos. OJO: ellos sienten, pero no es siempre verdad. Entonces caemos en la sobre protección y exceso de control sobre ellos. Depende de los padres que esto cambie. Si quieres empezar a trabajar en ello, puedes poner en práctica lo siguiente:

  • Dejar que se enfrente a las dificultades, a adaptarse a un entorno que cambia constantemente y a desarrollar sus habilidades por sí solo.
  • Dejarle respirar, no estar permanentemente controlándolo o atosigándolo con preguntas o preocupaciones por su bienestar y salud.
  • Favorecer que aprenda a pensar por sí solo, a asumir nuevos retos –en el deporte, por ejemplo–, a tomar la iniciativa y a adoptar sus primeras decisiones. Hazle sugerencias, pide su opinión, que te diga qué prefiere.
  • Fomentar que juegue o realice actividades con otros niños, sin la presencia constante de los adultos.
  • No darle todo lo que pida o lo que los padres creen que necesita. Enséñale que las cosas cuestan esfuerzo, cuéntale con experiencias lo que has aprendido en tu vida.
  • Estar a su lado cuando lo necesite, pero para apoyarle, no para solucionar sus problemas y realizar sus tareas. Esto cuesta, pero todo se puede lograr.
  • Permitir que pase algún tiempo con otras personas para establecer lazos afectivos con abuelos y tíos e “independizarse” un poco de sus padres.
  • Tratarle de acuerdo a su edad. Permítele que coma solo o se vista cuando ya sea capaz de hacerlo; va a ser trabajoso lo que tengas que limpiar luego, pero debe aprender a ir creciendo.
  • Además, la ley número 1: NO SOBORNAR! No es bueno dar cosas a cambio de un buen comportamiento, y menos premiar por algo a diario con cosas materiales.

Y entonces estos puntos debo empezar a poner en práctica para que todo vaya mejor y sobre todo, para que ellos puedan crecer lo más derecho posible. A veces a nosotros nos cuesta más que a ellos mismos, pero lo importante es reconocerlo y empezar por el principio. Nunca es tarde para aprender y en esto de la maternidad, uno aprende hasta que los bebes se vuelven adultos de 20 años, mi mamá me dijo, y yo le creo.

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