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¿Que si quiero más hijos?

Muchas veces me preguntan si pienso tener más hijos. La verdad es que si el mundo se moviera por otra cosa más que «dinero», tendría miles de hijos sin pensarlo. De que es un mega chambón, lo es; un trabajo NO REMUNERADO que a veces acaba con la paciencia del más santo de todos los santos, también, pero es uno de los mejores puestos «laborales» que alguien podría tener. Es el título profesional de conocimientos más amplios que se podría obtener en cualquier parte del mundo. Pero no es la realidad, así que cuando me hacen esa pregunta, me agarro el corazón y digo que no, que me quedo con mis dos terremotos y cierro fábrica (y de pasadita toco madera porque uno nunca sabe).

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Cada vez que me hacen la misma clásica pregunta me acuerdo de los primeros días y tiemblo de nuevo. No fueron mágicos como todos me contaron que serían, no fueron hermosos y llenos de paz y amor; fueron de terror, miedo y desesperación por no poder tener a mis hijos como NATURALMENTE Dios manda a tenerlos piel con piel. Tenía que conformarme con tocarlos a través de un vidrio durante sus primeras horas de vida, darles lo poco que me salía de calostro por medio de una tetina de biberón, rezar a cada minuto porque pronto me den buenas noticias, esperar a que me curen la herida de la cesárea que realmente no me dolía nada en comparación al dolor de corazón que sentía a no tenerlos conmigo en ese momento; era realmente una pesadilla. Pero, esa fue MI historia de los primeros días, estoy segura que cada quien la vive diferente, y es toda una aventura, incluso, una misma persona vive distinto cada embarazo,  es por eso que a veces, a raíz de estas «clásicas» preguntas, es que pienso en qué se sentiría tener otro hijo. Solo uno.

Y así, esa misma pregunta me lleva a pensar en mi fallida relación con la lactancia, en las noches enteras pegada al extractor de leche mientras que mis hijos tomaban fórmula de un biberón, «todo sea por la estimulación para empezar a producir más y más par ellos» pensaba. Los días y noches alternando: teta – bibe / bibe – teta; izq / dere y dere / izq que se hacían eternos y finalmente ya ni sabía qué día era lunes, o cuál era sábado, o si era de día o de noche. Días interminables que se pasaban entre toma y toma, porque como nacieron a las 34 semanas había que darles leche cada 3 horas máximo (y se demoraban una hora en tomar porque se les complicaba la succión), era difícil y yo estaba aterrada.

Me acuerdo que cuando estaba embarazada y preguntaba cómo serían los primeros meses, todos me hablaban de lo maravilloso y mágico, de esa conexión especial mamá&bebé que nadie puede explicar con palabras, de hacer de la hora del baño todo un ritual… yo nunca sentí esa «paz» o «relajación» de la que muchos hablan al momento de hacerle masajes al bebé saliendo de la tina: en las piernitas, en la espalda en forma de círculos, en los bracitos, etc. No pude contemplar a mis hijos mirándolos fijamente a los ojos por todo el tiempo que yo quisiera porque cuando empezaba a sentir ese click, ese vínculo, o como sea que cada una le digamos a ese lazo especial, el otro empezaba a llorar para que lo cargue o le de leche o le cambie el pañal. El momento de magia desaparecía.

Si me preguntan si quisiera tener otro hijo, claro que quisiera tener otro. Quisiera experimentar cosas nuevas, retar y probar mi capacidad una vez más, pero sé que no es algo tan sencillo ni justo. No sería justo ni para mis hijos, para «el nuevo bebe», tampoco para nosotros sus papás. Creo que ya la vida está últimamente MUY de cabeza como para andar poblando más el mundo con hijos nuevos. Además, el dos es un buen número ¿no?

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Una real pesadilla

Hace unos días viví la peor de mis pesadillas. Parecía un mundo paralelo del que era necesario salir corriendo cuanto antes. Quién diría que solo algunas palabras hubieran cambiado el curso total de la historia.

El domingo Marcel amaneció con algunas ronchitas en las piernas, los benditos zancudos parecen no rendirse ante mis luchas diarias con Vape, EcoSmart, limón en las esquinas del cuarto, y miles de experimentos más que escucho y pruebo para ver si por fin dejan en paz a mis peques. Fue desde muy chiquito que nos dimos cuenta que era alérgico a las picaduras de zancudos. Le picó en la manito y esta se hinchó tanto que casi le era difícil cerrarla como puño. Al llevarlo al doctor nos dijo que siempre tengamos a la mano un antihistamínico y una cremita con corticoides. Eso aliviaría mucho el dolor y la inflamación por la picadura. La más fea era la roncha que tenía en el talón del pie. Esa, por el roce del zapato, el contacto con el piso y la exposición que naturalmente tiene, se inflamó más rápido y para la noche ya estaba como una ampollita de forma alargada. Luego de comer, al levantarlo de la silla, se golpeó justo esa zona con la puerta de la refri. Su grito de dolor y llanto me indicaron que algo había pasado. Revisé la roncha y la vi ponerse de un colo rosado oscuro, casi morado. No lo dudamos ni un segundo, dejamos a Naelle con mi mamá y lo llevamos a la clínica, de emergencia.

Es ahí donde comenzó mi pesadilla. Él ya estaba tranquilo, jugando con mi celular (que solo se lo doy en casos extremos y este era un caso así) cuando de repente llegó la «doctora» de turno. Recuerdo que ni lo saludó y de frente me preguntó qué le había pasado, mientras yo le iba a contando paso a a paso ella me interrumpe y me pregunta quién es su pediatra. Luego de responder me dijo «no me gusta nada esa lesión, yo diría que debemos hospitalizarlo, ponerle fuertes cantidades de antibióticos y no vía oral sino endovenosa y hacerle sus análisis para ver cómo evoluciona». Yo, vuelta loca, le decía que no entendía nada, que no podía ser que me esté diciendo todo eso, que qué era entonces. Y fue ahí cuando dijo «yo diría que es una mordedura de araña». Las demás palabras las recuerdo como tambores en mi cabeza: es peligroso, en niños menores de 5 es mortal, puede haber falla hepática y renal a pocas horas de la picadura.

Yo pedía por favor que me ayuden, que me ayuden a sanarlo y a hacer todo lo posible porque no pase nada malo. Tenía a mi pediatra al teléfono, quien me decía que se lo llevara para que él lo vea, pero la otra doctora nos decía que si nos lo llevábamos era bajo nuestra propia responsabilidad, que si le pasaba algo al bebe en el camino sería culpa nuestra. ¿Cómo lo sacábamos así? No había manera de hacerlo. Lalo estaba ya al borde del colapso porque tenía los gritos de Marcel por no querer ponerse la aguja y mi estado simplemente CRÍTICO, todo era un caos. Tanto así que hasta nos olvidamos de pedir el análisis de orina que mi doctor había solicitado en primera instancia. La doctora solo dijo «el doctor al que estás llamando, no está aquí, así que yo le haré primero el hemograma». Los resultados salieron a los 15 minutos y todo estaba en orden. Los vi, muy rápido porque se los llevó, y todo estaba dentro de los rangos normales. Pero siempre con sus comentarios negativos «al parecer está en orden, pero este número de las transaminasas del hígado están al alza». Ahora me pregunto, cómo puede decir que están al alza si no tiene con qué compararlo????. Teníamos que hospitalizar de emergencia en la sede de San Isidro.

En ese momento que me quedé sola con Marcel, mientras lo miraba y le hablaba bonito, Lalo salió a hablar con la doctora (eso ya me lo ha contado después), y esta le dijo que el tema era serio, que en dos horas el niño podría tener un desenlace fatal… Lalo se contuvo para no decirle algo. Y mi hermana, quien también me acompañó y me dio una pastilla milagrosa que me ayudó a tranquilizarme (#quieromás) también habló con ella y le preguntó qué camino se tomaría si fuese efectivamente una araña, a lo que ella respondió sin pensarlo mucho: «si es una araña, solo nos queda rezar». Increíble no? Qué tal doctora.

Llegó la ambulancia y mi pesadilla continuaba, mi peque se había quedado dormido conmigo de tanto llorar. Suspiraba y de cuando en cuando saltaba como asustado, nunca había sentido este dolor tan grande, no podía ayudarlo. Me subieron a una camilla con él encima mío, se despertó y empezó a llorar de nuevo, subimos a la ambulancia y se quedó dormido en el camino. Solo pude cerrar los ojos y rezar, rezar con fuerza, con fe y con absoluta confianza en que nada malo pasaría. Prometí cambiar lo negativo que vive en mí, ser diferente en algunos aspectos que están en mi lista de «por mejorar», y decidí hacerlo desde ese momento, a cambio de que mi chino salga de esta pesadilla y siga feliz con nosotros. Él estaba bien, descansando, nosotros sufríamos.

Llegamos a la clínica y tres doctoras lo vieron con detenimiento, juro que en ese momento me regresó un poco el alma al cuerpo, solo un poco. Me dijeron que ellas no veían tejido necrótico como nos habían dicho minutos antes, que para ellas era una celulitis a causa de una inflamación por picadura. Pero que igual seguirían administrando el antibiótico para cubrir cualquier infección y que por fin harían el examen de orina que «nadie entendía porqué no lo habían realizado en la otra clínica». Fueron minutos llenos de angustia porque Marcel, no hacía pila. Miraba la bolsita recolectora esperando ver que por fin hiciera pero nada. Empecé a temblar nuevamente (la falla renal, pensé), corrí donde Lalo y le dije que por favor me ayude a tranquilizarme, que nuevamente sentía ese terror volver. Se acercó a Marcel que dormía recontra cómodo, le tocó la frente y luego me dijo: «Ya hizo pila! Mira ves???». Sentí una alegría infinita, la cama se mojó de tanto que hizo y no me importó tener que cargarlo mojadito para que las enfermeras puedan cambiar las sábanas. Por fin había hecho pila. De ahí no paró de hacer pila toda la noche por el suero, pero nada importaba.

Llevamos la muestra y luego de 2 horas salieron  los resultados. Eran las 4 de la mañana, dicho sea de paso, mi sueño estaba esfumado y solo quedaban las ansias de saber si todo estaba en orden. Y efectivamente, todo estaba limpio. Nada alterado, nada elevado, todo en orden y bien.

A la mañana siguiente, llegaron varios doctores a verlo, y todos decían que era una picadura, inflamada por reacción alérgica y un traumatismo que había puesto morada la zona afectada, era un inicio de celulitis que se estaba tratando a tiempo gracias a Dios. Pero nada de arañas. Debía quedarse aún en observación, porque ya estaba ahí con la vía, pero no había nada de qué preocuparse. Juro que cada hora que pasaba era un poco más feliz para mí, me sentía nuevamente un poco más tranquila y ahora solo me esforzaba por distraerlo para que ignore la vía y siga jugando feliz. Mi chino es un valiente y me enseñó mucho en estos días. Incluso, a luchar por lo que no queremos, por eso, a las 8 de la noche del segundo día decidió darse de alta solo y arrancarse la vía diciendo luego «Oh Ou». Lo amé más por hacer eso y esa noche dormimos bien. Bueno, yo echa bolita a los pies de su cama y él feliz ya sin la vía. Al día siguiente nos darían de alta y regresaríamos a casa con su hermanita.

Hoy, un poco más engreído que antes por tantos remedios y por haber pasado más de 24 seguidas a mi lado (sin su hermanita pidiendo atención también) pide volver al doctor. ¿Por qué será?

Hoy, estamos agradecidos infinitamente porque esos días solo quedarán como lo que fueron, una real y cruda pesadilla.

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***

Muchos me preguntan qué haré con respecto a la doctora que me atendió y me dio ese diagnóstico sin haber realizado una sola prueba, y la verdad es que creo que no haré nada. Estoy tan aliviada que no haya sido nada de lo que dijo que esas cosas quedan atrás. Sí me da pena por ella, porque no sabe bien cómo es el trato con la gente, es difícil dar noticias malas, obvio, pero si eres doctor tienes la responsabilidad de tratar de hacer lo mejor por tu paciente y ¿por qué no? darle un poco de tranquilidad a sus familiares, más aún si es su madre la que está escuchando todo eso. Espero que la vida se encargue y le enseñe a tener un poco más de tino, tacto, experiencia, o como sea que le queramos llamar. Solo espero que sepa que se equivocó.

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Cosas que habitan en la cabeza de mamá

Hace unos días estuve pensando en esas pequeñas cosas que hacen que una mamá se ponga loca con los pelos de punta de solo imaginarlo. Al menos a mí, me pasa todos los días. Y en esas preguntas que se hacen a quien los cuida durante un largo día de trabajo. Jamás pensamos que «hacer caca» fuera una de las más grandes e importantes investigaciones del día, por ejemplo. Además, están esos detalles que solo una mamá puede conocer de su bebé.

Aquí el ranking de preguntas de una típica neuro mamá que debe y necesita saberlo TODO:

1) ¿Se acabaron su comida?
2) ¿Tomaron todo su biberón?
3) ¿Cuántas onzas dejaron?
4) ¿Cuántas se les preparó?
5) ¿Hicieron caca? (una de las más importantes)
6) ¿Cómo era? (detalles de la caca que son importantes, si está suelta hay un problema y si está muy dura, también)
7) ¿Han dormido en el día?
8) ¿Cuánto tiempo durmieron?
9) ¿Han estado renegones y fastidiados? (otra importante, de eso depende cómo cerremos juntos el día)
10) ¿Han dicho nuevas palabras o caminado solos un poco más de 5 pasos? (pregunta que da un poco de pena para una mamá que trabaja todo el día)

Y así podría seguir por una eternidad porque cada pregunta tiene una RE pregunta. Bien ladilla no? Pero bueno, estoy en TODO mi derecho de querer saber todo a detalle y con puntos y comas si es posible. Daría la vida por no perderme ningún detalle, ningún momento (primero) con ellos, pero a veces no se puede elegir lo que alegra el corazón, sino lo que manda la razón. Y si yo estoy lejos, pues es solo por ellos. Porque ellos necesitan lo mejor y de eso solo nos encargaremos su papá y yo.

Nada de eso impide que no esté colgada del teléfono esperando que me envíen las clásicas fotos del día y me tengan a mí llamando (en las horas que sé que duermen o que están menos chukis) para ver si todo sigue en orden. Ya cuando llego, la historia es otra. Ambos corren felices a saludarme y yo, con un esfuerzo un poco más grande que antes, me agacho para cargarlos a la vez y no se peleen ni se quede uno llorando y el otro feliz por estar cargado con mamá.

Otras cosas que son LEY y se deben cumplir en mi ausencia son:

1) Nadie los baña más que la mamá.
2) La mamá le da de comer a uno a partir de las 6 pm y empieza con el otro para luego darle yo al final al otro también.
3) Si no quieren dormir: NO DUERMEN. Es decir, si tienen sueño ellos solitos dormirán, pero de ninguna manera se les HACE dormir a la fuerza (meciéndolos, cantándoles, etc).
4) Si ya son más de las 4:30 pm y no durmieron, NO DUERMEN. Se les hace jugar y se les distrae pero ya no dormir. Eso implicaría una amanecida y un descuadre absoluto de horarios de bebé.
5) Siempre, pero SIEMPRE se le debe estar chequeando el pañal en los dos casos (pila y caca), porque el primero hace que se moje toda su ropa si es que se deja mucho tiempo y el segundo hace que se escalden de una manera brutal (sobre todo mi china).
6) No se les saca al parque sin mi autorización ni la de su abuela que siempre los cuida en la casa también. Y si los llevan, siempre con la abuela.
7) Nunca se les da la leche obligados, siempre deben querer tomar su leche, su almuerzo o postre. Un bebé obligado a comer, es un futuro niño problema.
8) Si uno llora y está fastidiado, odio que lo dejen llorando sin hacerle caso. Y ya me he ganado con algunos pases así y simplemente me vuelvo loca.
9) Los bebés ahora quieren estar más tiempo en el suelo (jugando y caminando). Tratar lo menos posible de cargarlos.
10) Si se caen, golpean o tienen fiebre, llamar de inmediato a sus papás. Quedarse callados aquí no es posible. Esta es la ley número uno (aunque esté ubicada en el puesto 10).

Y nuevamente, aquí puedo seguir y seguir sin parar. Pero ya sería catalogada la neuro mamá más neuro del planeta tierra. Y la verdad es que a veces hay que soltar un poco para poder vivir.

Siempre habrán cosas que me enferman de solo pensarlas pero no vale la pena tener eso en la cabeza todo el tiempo. Si somos precavidos con las esquinas de los muebles, con TODOS los objetos pequeños que puedan haber caído de casualidad en el piso (Naelle detecta hasta la más mínima pelusa), si somos pacientes cuando comen para evitar cualquier tipo de atoro, si somos cuidadosos al cambiarle el pañal y si cuidamos detalles como pasar el bracito por el polo son MUCHA delicadeza para evitar que un dedito de doble (es lo que más me aterra y me estrujo el cerebro de solo pensarlo). Y más cositas por el estilo… sí, soy una loca en extremo, pero qué le puedo hacer!

Se animan a completar la lista de preguntas y LEYES de mamá que no está en casa?

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El esperado baby shower que marcó el inicio de todo…

Tengo ese momento grabado en la mente como si hubiera pasado hace algunos días. Pedí el día libre en el trabajo para poder ayudar en todo lo posible a dejar todo listo para la tarde. Era una bendición tener a Lalo a mi lado para ayudarme en todo lo que necesitaba, fueron días un poco complicados y pasarlos junto a él alivió mucho el mal rato.

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Todo estaba preparado para recibir a mis tías y amigas. El BabyShower mellicero sería en casa de mi mamá con un gran espacio (que quedó corto) destinado para depositar los regalitos que llegaban sin parar para los bebes. Yo me sentía tan bien que no necesité ni sentarme a tomar aire en toda la noche. Solo lo hice para abrir los paquetes que rebalsaban del Pack&Play que habíamos instalado en la sala de la casa.

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Esa noche recuerdo que nos fuimos a dormir con una gran sonrisa y agradecidos hasta más no poder por todas las muestras de cariño que recibimos, y más porque los mellis llegarían a un mundo en donde muchos los esperaban con los brazos abiertos llenos de amor. Sin embargo, ese día cerré los ojos sintiendo un poco de temor. Algo pasaría en los próximos días y yo lo presentía.

Al día siguiente, todo estaba muy bien. Emocionados abríamos los regalos y los acomodábamos en su futuro cuartito listo ya para su llegada, fuimos a una reunión familiar al día siguiente y empecé a sentirme un poco rara. El domingo fuimos a emergencia porque la parte alta de la panza, al lado derecho empezaba a molestarme. No podía permitir que esto sucediera, tenía que aguantar hasta que mi doctor llegara de viaje. Nadie más podía operarme más que él y era la promesa que ambos hicimos cuando nos enteramos la noticia. Bueno, yo lo hice prometer eso porque él sabía muy bien que los mellizos casi siempre llegan sin avisar y todo podía pasar.

Estuve con descanso por una semana trabajando desde casa, todo bien con los bebes pero el dolor en la parte alta del estomago era persistente. Podían ser gases, pero no, era más que eso y nadie sabía qué hasta que regresé a la clínica una vez de emergencia. El cuello del útero había empezado a dilatarse y aún no era momento. Tenía solo 32 semanas y como sea al menos debía llegara  la 36. Me quedé en la clínica atendida por otra doctora, igual de buena pero no era lo mismo, bajo sus cuidados. Y bajo los cuidados de mi esposo. Cada vez que recuerdo esos días previos internada, y me quiero empezar a poner un poco nostálgica, recuerdo todo lo que hizo por mí y de verdad esa nostalgia es reemplazada por un fuerte latido de corazón y una gran sonrisa en los labios. Sin duda, tengo al mejor compañero de vida (en las buenas y en las malas).

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Estuve muy bien atendida y el dolor casi había pasado. Lo único pesado fue que no debía pararme ni para bañarme, sí, me bañaban en la cama y cuando quería ir al baño lo hacía en silla de ruedas. Lo peor esta que yo me sentía bien y no entendía porque debía llegar a ese extremo. Luego entendí que la presión de los bebes, cuando yo estaba parada, sera hacia abajo y poco a poco iban empujando más y haciendo que el cuello se dilate de a poquitos. Y cuando el cuello se dilata por completo es cuando empieza la labor de parto y en ese caso era una amenaza de parto prematuro. La palabra que tanto me perseguía hasta en mis peores pesadillas se hacía presente una vez más.

Confieso que no fue fácil convivir con ello. Me molestaba mucho cuando algunas personas me decían: ah no, ni hablar llegas a tu fecha, se te van a adelantar. Yo quería pensar que sí, que llegaría incluso hasta la semana 38 y no estarían tan bajos de peso al nacer, me los llevaría rápido a casa y seríamos completamente normales desde el alumbramiento. En el fondo, creía que todo era posible, pero eso lo hacía más llevadero. Algunos pincha globos me miraban con cara de compasión cuando les decía eso, pero valía la pena luchar por ese pensamiento porque me daba tranquilidad.

Consejo número 1: no leer NADA acerca de la prematuridad. Creo que si yo lo hubiera echo no hubiese sido igual. Es tan traumante lo que internet puede contar sin especificar detalles que generan un estrés y pánico terribles. Además, en lugar de eso trataba de acordarme de casos exitosos de mellizos que nacían prematuros y tenían una vida normal. Era solo para darme más ánimos por si pasaba, solo por si pasaba porque en mi mente «eso no tenía lugar a acontecer». Recuerdo que primero fue el trauma del STFF (Síndrome de Transfusión Feto Fetal):

Una complicación grave que ocurre en el 10% a 15% de las gestaciones gemelares monocoriales (gemelos idénticos que comparten una placenta), por tanto en 1 de cada 2000 embarazos. Su evolución natural implica una alta mortalidad in utero o neonatal en la mayoría de los casos. El diagnóstico temprano y un tratamiento en el momento adecuado son esenciales para mejorar el pronóstico.

Y luego el tema de la prematuridad y el tiempo en incubadora, pero luego pensé que no hay mamá que no se estrese por este tipo de cosas, y supongo que, a más bebés, más susto no?

Me dieron de alta justo unos días antes del cumpleaños de mi mamá, pero no sin antes pasar una de las peores noches de esos 7 meses y medio al lado de mis bebés. Fue, sin duda, un momento que marcó el inicio de lo que sería el proceso de «parto» más doloroso y largo de mi historia.

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Cuando ellos se enferman

Es muy complicado ser mamá primeriza, doble. Muchos nervios y tensiones nos atacan de buenas a primeras con cada resfrío, cada pancita mala y cualquier tipo de virus que acecha a nuestros hijos alguna vez en la vida. Y más aún si en mi neurótica cabeza ellos aún siguen siendo bebitos indefensos que nacieron prematuritos. Bueno, serán prematuros para mí hasta que cumplan 20 años y años 20 seguiré diciendo que lo son hasta los 40 y así hasta el fin de mis días.

Esta vez le tocó a mi china pasarla mal. Todo empezó la semana pasada con una pequeña fiebre que nos avisó su visita porque el ánimo de mi Naelle estaba un poco extraño. Ya no se reía como siempre, no gritaba a pierna suelta para que le hagamos caso y tampoco le daba mucha bola a sus juguetes. Solo quería renegar y estar cargadita. Empecé a sentir su cabecita caliente y le puse el termómetro (*) y tenía fiebre. Llamé al doctor de inmediato y me indicó Panadol y si no bajaba Repriman (una antalgina más fuerte que baja al toque la fiebre). Pues nunca es bueno dejar que la fiebre siga subiendo. Gracias a Dios no fue necesario porque pudimos controlarla y bajarla cada 6 horas con Panadol. No había rastros de resfrío aún, por eso no podíamos darle aún nada más. Luego de dos días empezó a incomodarle la garganta, la llevé al doctor y solo le recetó Respibron en jarabe y también Hisaler en gotas (un antihistamínico que me ha sacado de muchas! Incluso de picaduras de mosquitos y zancudos, de verdad muy buen aliado para tener en el botiquín). Ya para el domingo nos pudimos despertar contentos. Ella estaba bien y Marcel no había caído gracias a Dios. A pesar que muchos me decían que por gusto los ponía a dormir separados porque de todas maneras se iba contagiar, lo logré y al menos en esa semana no cayó mi chino y pude concentrarme en Naelle para su pronta recuperación.

Hoy martes, empezando una nueva semana de retos que ya contaré en unos días porque me está costando sudor y lágrimas literalmente, otra vez Naelle me sorprendió poniéndome nerviosa en extremo y con ganas de ser todo poderosa para evitarle cualquier dolor o sufrimiento sea del tipo que sea. «La bebe está con unas ronchitas en todo el cuerpo. Dame el teléfono del doctor para preguntarle». Solo bastó esa frase para colgar el teléfono y regresar a mi casa justo el primer día fuera de ella, solo estuve media hora fuera y volví como pude. La llevé sin pensarlo al doctor por más que me dijo que no era nada y lo controle observando, yo necesitaba que él vea sus ronchitas con sus propios ojos. Ahora, que descartamos alergia y todo apunta a que es un virus del mal que no quiere soltar a mi china ya me siento mejor. Control triple con Marcel para que no caiga: juguetes separados, dormir separados, no juntarlos mucho, chupones en envases separados y muchísima higiene. Si es posible lavar las manos y desinfectar cada media hora y siempre que sea necesario. Una loca completa pero siempre sabiendo que es muy posible que él también presente los mismos episodios que su hermana. Pero seamos positivos, no nos cuesta nada.

Es así como en estos momentos viajo al pasado y me acuerdo de cada una de las mil veces que estuve enferma (de chica y no tan chica también). Mi papá me agarraba de los hombros y me traía contra su pecho y al pegas su cabeza a la mía me decía con la voz más sincera del mundo «pásame todo tu dolor a mí hijita. Que todo lo malo me de a mí y te deje en paz a ti. Yo soy más fuerte que tú. Pásame todito a mí». Y es exactamente lo mismo que hago yo cada vez que uno de los dos está pasando por un momento delicado. Los abrazo fuerte y contemplándolos con todo el amor del mundo cierro los ojos y lo deseo con todas mis fuerzas «que todo lo malo me pase a mí y no a ellos». Lo hago y lo seguiré haciendo siempre.

Que todo tu dolor ya no sea tuyo y sea solo mío!

Que todo tu dolor ya no sea tuyo y sea solo mío!

Es normal que pasen momentos así. Son personitas, y desde pequeños sus cuerpos están expuestos a virus y demás cosas que les pueden hacer daño. Y lo que es yo, me hace sentir tranquila el saber que mi doctor me contesta el teléfono aún así sean las 11:00 pm (como ya me ha pasado) y que mi mamá y mis hermanas son las referencias más cercanas que tengo para poder tener todo bajo control. Lo único que debo aprender es a ser un poco más calmada y no dejar que los nervios se apoderen de mi cerebro. No debo viajar a mil por hora sino pensar con la cabeza fría cuáles son los pasos que seguiremos. Tanto para marcar un camino como para dar direcciones si es que estoy lejos. Estos bebitos, tienen una neuro mamá sí, pero una mamá que gracias a Dios se preocupa de cada detalle para que todo esté bien para los dos.

(*) Un datazo, los termómetros que se ponen en la frente marca Braun son un éxito porque no les incomoda en nada y puedes medir la temperatura de los bebés hasta dormidos. Lo único malo es que marca en Fahrenheit (F°) pero es fácil convertir y ver si es normal en centígrados como marca un termómetro bucal que también se usa en axila cuando son muy bebes (C°). Además, cuando da el resultado luego de 5 segundos aproximadamente la pantalla se vuelve verde, ambar o roja para indicar si es temperatura normal, media o alta. Lo máximo!.

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Un mes obsesivo compulsivo

El primer mes fue difícil. Noches en vela con una mano en el pack and play doble especial para mellizos y la otra dentro de mi cama, durmiendo cada 10 minutos un rato y otro rato chequeando si es que estaban respirando, mirando el reloj para ver cuándo tocaba la otra leche, tocándome las tetas a ver si tendría ya un poco más de leche… y muchas otras cosas que no me dejaban disfrutar de mi primer mes de mamá.

La rutina, si lo vemos desde afuera, llega a ser sencilla: los bebes duermen (más si son más chiquitos), pasan tres horas y les toca leche, cambio de pañal y otra vez a dormir. Así se pasa el día de la manera más rápida y con mayor razón si los protagonistas de la historia son 2 y comen a paso tortuga. Sí, mis hijos no eran muy comelones (siguen igual) y para darles la leche era un suplicio. Cada semana uno se turnaba para llevarle el título de bebé problema porque cuando uno quería comer lo hacía con unas ganas increíbles y el otro no. Pataleaba y volteaba la cara y así podía pasar hora y media y el biberón no bajaba ni media onza. Y eso que empezamos con 2 onzas para él y 1.5 para ella. Ahí empezaron mis pesadillas.

Gota a gota

 

Yo soñaba con verlos comer desesperados, succionando sin parar y secándose el biberón en menos de 15 minutos. Imaginaba cómo sería prepararles más leche apuradísima porque morían de hambre y disfrutaban tomando su leche. Error número uno: jamás debes querer que tu bebe sea de una forma cuando no lo es. Empecé a descubrir y conocer a cada uno de mis hijos. Mientras él a veces agarraba con sus manitos el biberón y me miraba a los ojos, ella quería comer pero al succionar tan rápido se atoraba. Moría de miedo cuando llegaba la hora de la leche por eso, por sus atoros.

Si bien nadie se ha ahogado con líquido, es un momento feo el ver que una personita toce sin saber lo que es una tos y trata de desatorarse solita. Yo no podía darle el biberón porque lo hacía con miedo, y eso está pésimo. Error número dos: jamás debes tenerle miedo a tus hijos.

Es así como ese primer mes entero tuve miedo de todo. Cada tres horas me ponía nerviosa y juro que persignaba antes de preparar el biberón para que: no se atoren, se tomen todo el biberón, engorden un poquito más. Error número tres: jamás demostrar ansiedad y menos al momento de cargar y estar con tus hijos. Es trillado pero eso de que uno trasmite todo a sus hijos es cierto al 100%. Mientras más quería que se tomen toda su leche, ellos menos lo hacían y si dejaban media onza o una onza algunas veces yo sufría y me preocupaba. Vivía perturbada por las onzas de leche que consumían al día y me hacía un mundo pensando en la cita a fin de mes con el pediatra.

El tener bebitos prematuros es muy difícil y si no crea un trauma en todas las mamás, en la mayoría de ellas sí. El querer que nuestros hijos estén subiendo de peso como deben, que entren en la curva de percentil de talla, peso y perímetro craneal se vuelve una obsesión. Aunque en el fondo sabemos que está mal comparar, soñamos con ver biberones vacíos en menos tiempo, en que las horas de tomar leche no sean una pesadilla y que los cólicos de gases sean nulos. Una mamá normal sueña eso, pero creo que cuando tienes bebitos que no llegaron a término esto se exacerba.

Traté de cambiar muchas veces pero si no era esa la obsesión, era el producir más leche que una misma vaca. Sumado al estrés de que cada 3 horas (que se convertían en dos por el tiempo que demoraban en tomar), estaba el tema de la sacada de leche. Error número cuatro: jamás te sugestiones con el tema de la leche porque si es así no sale ni una gota. Pasé mi embarazo pensando en los litros (no onzas) de leche que tendría para mis bebés, me compré, pads, cremas, extractor super premium, y bolsas de leche para refrigerar imaginando y utilizado «el poder de la ley de la atracción» pero ni eso sirvió. Pero igual estaba ahí dale y dale, estimulando con los bebes y con el extractor. Mis días eran obsesivamente obsesivos y no podía seguir así. Había dejado de ser esposa para volverme una mamá que ni tiempo tenía de conocer a sus hijos por estas locas ideas que la ataban de manos. La primera cita con el doctor haría que todo sea diferente.

Cada día trataba de no pensar en cuánto tomaban, si ya no querían leche trataba de pensar que dentro de tres horas tomarían más. Y si dentro de una hora no terminaban ya dejaría de darles e intentar que tomaran, su estómago debía descansar también y digerir bien lo que comían. Pero eso sí, no podía evitar alegrarme y hacer fiesta cada vez que terminaban un biberón. Lo mismo con la ropita. Cada vez que dejaban una pijamita que les quedaba chica lloraba de felicidad. Y los pañales! Cuando Naelle pasó de prematuro a Recién Nacido fue felicidad total, y lo mismo con Marcel cuando pasó de RN a Pequeño. Sí, era una Neuromamá en potencia y no me avergüenzo de ello porque algo me queda aún.

Mis bebitos sí estaban creciendo!

Mis bebitos sí estaban creciendo!

La vida de una nueva mamá se vuelve así, no hay calendario ni horario, el día se pasa alimentando a tu bebé y viviendo para él. Es el trabajo más hermoso del mundo después de todo y esas horas dedicadas al 100% a ellos son las más productivas en el futuro. Las que valen más y son las más caras a pesar de no ser un trabajo remunerado. Nadie luego podrá arrebatártelas y estarán más que orgullosa de haber estado ahí con tu hijo cuando más te necesitó para empezar a vivir en este mundo.

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Primeros días prematuros

Se conoce como prematuros extremos a todo aquel bebito que nace entre la semana 24 y 30; prematuros moderados: entre a 31 y 34; y prematuros límite entre la 35 y 36. Además, todo bebé que pesa menos de 2,500 kg es considerado como un recién nacido con bajo peso al nacer. Mis dos bebitos eran prematuros moderados con bajo peso al nacer. Pues nacieron de 34 semana con 2,480 kg y 2,020 kg.

Clasificación del prematuro (más info haciendo click)

 

El momento de irnos a la casa había llegado. A pesar de la noche anterior (en la que me los llevaron a los dos al cuarto) yo seguía con cierto temor. Pensaba que podría llevarme solo a Marcel, y pensar que Naelle tendría que quedarse solita me aterraba. Faltaban unos últimos análisis para confirmar que la infección no había alterado nada en el cuerpo de la bebe, todo tenía que estar bien pero como siempre, pensaba en algunos escenarios feos para por si acaso estar preparada.

Les dimos el primer biberón. Entendí el tema de la preparación de leches (serían alimentados con fórmula y leche materna porque solo lo mio no alcanzaba para los dos), lo de la media hora de diferencia para poder darles a los dos los biberones, y bueno pude ver un baño de esponja a través de una luna. Casi me muero cuando me explicaron cómo limpiar el ombligo, quería que se les caiga ese mismo día antes de llegar al siguiente baño. Llegamos al cuarto, y yo me pasaba de vueltas pensando cómo abrigarlos, cómo cargarlos para que estén cómodos, y miles de cosas más. Sentía que poco a poco todo el peso y el estrés que había aguantado iba siendo liberado (cosa que no debe pasar así).

Marcel a solo 3 días de nacido

Marcel a solo 3 días de nacido

En el carro yo llevé a Marcel y mi mamá a Naelle, eran muy chiquitos para ir en el car seat. Y fue en ese momento donde empezaron las preguntas y preocupaciones. Mi principal miedo era que ambos nacieran con bajo peso, le tenía terror a la prematuridad y ellos lo eran. No eran prematuros extremos, pero les faltó casi mes y medio de formación y eso es un tiempo considerable. Tenían el reflejo de succión muy bien desarrollado, pero igual el tema de los atoros seguían siendo una pesadilla para mí.

Llegamos a la casa y ellos ya en sus cunas dormían tranquilos. La que no la pasó muy bien ese primer día fui yo. Parecía que la  operación empezaba a pasar factura, las piernas se me hincharon en un segundo y las venas de los brazos también, al día siguiente los ganglios del cuello y orejas también me dolían. Me preocupé un poco pero eso era secundario. Lo principal era que los bebes coman. Es ahí donde empezó mi fijación por la leche, las horas y las onzas.

Creo que nunca pensé que fuera tan difícil ser mamá. Estaba más que claro que no venía con manual ni mucho menos, pero darme cuenta que el ser humano es el único ser vivo que necesita de otro para sobrevivir es increíble. Los animalitos nacen y en automático se paran o se empiezan a arrastrar para comer, caminar, buscar cobijo, etc. Las personas no. Si no los alimentas, aseas, cuidas y supervisas puede que no sobrevivan. Esa idea me taladraba el cerebro y más que mamá parecía sargento. Si los bebes no terminaban su leche era malo, si no hacían caca era malo, si no botaban chancho era malo, todo era malo y preocupante.

Al segundo día, cuando me quedaba sola con ellos me sentía terrible, lloraba sin aparente motivo y no encontraba consuelo. La verdad era que conocía perfectamente la razón de mi pena, pero me costaba reconocerlo. Me dolía mucho no querer cargar a los bebes, no querer bañarlos ni cambiarlos. Los veía tan frágiles y chiquitos que sentía que algo haría mal, sentía que el peor de mis miedos se estaba convirtiendo en una realidad. Estaba siendo una mala mamá.

El saber que ahora, dos vidas dependían enteramente de mí me hacía temblar. No sabía si lo haría bien, era obvio que cometería errores, pero qué tan grandes serían??? Empecé a discutir mucho con Lalo y eso no me ayudaba, a pesar que él intentaba de hacerlo todo para darme ánimos y tranquilidad, nada resultaba. Pensé que me quedaría así para siempre. Me sentía perdida.

En la noche, entre toma y toma de leche cada 3 horas me sentaba en el mueble y pensaba en ellos. Los miraba y en silencio les pedía perdón. Les decía que me perdonaran esos días lejos, esos días que no pude sostenerlos en mi pecho para decirles «aquí estoy», que no era justo que hayan pasado días ahí solitos después de haber salido de un lugar cómodo y lleno de amor, les decía que no fue fácil y por eso no pude aguantar más y tuvieron que nacer, les pedía perdón por ser cobarde, por no ser valiente como me enseñaron siempre, les suplicaba que me quieran a pesar de todo. Hoy, se me siguen cayendo las lágrimas al recordar esos difíciles momentos.

Creo que nunca podré agradecerle lo suficiente a mi mamá y a mis hermanas, ellas que ya son mamás, todos los días me ayudaban a atender a los bebes y trataban de hacerme entender que esto por lo que estaba pasando era normal. Pero ya tenía que empezar a poner de mi parte para salir adelante, mis hijos me necesitaban.

Esos primeros días fueron así, extraños. Había esperado tanto tenerlos y ahora que, estaba asustada? No era posible, y sabiendo que me equivocaría mil tenía que ajustarme el cinturón e ir con todo. Así aprendería a ser mamá, además no podía concebir la idea de amarlos tanto y tenerles tanto miedo. Ese miedo me paralizó a tal punto que estaba dejando de darles todo mi amor por correr? Por huir? Entonces actué.

Ahí estaban... dos vidas  que dependían de mí

Ahí estaban… dos vidas que dependían de mí

Poco a poco los empecé a cambiar sola, sin ayuda. Empecé a darles biberón sin temor a los atoros, sacarles el chancho y cargarlos cuando ellos lo necesitaban. No creo en eso de no cargarlos para que no se acostumbren cuando son tan bebitos. Ellos necesitan de su mamá y punto.

Este tema es muy largo, tener bebitos prematuros no es fácil y a pesar que ya están dentro de la curva del percentil de talla, peso y cabeza mis bebitos  no son tragones y no les gusta mucho comer, sueño con verlos un poco rolludos (dentro de lo saludable) pero nunca será así, ya me lo dijo el doctor. Y mi máximo estrés seguirá siendo que tomen todo su biberón cada vez que les toca tomas. Tengo mi cuaderno de tomas para que no se me pase nada y es una maravilla, debo recomendarlo en algún post para las enfermas del orden como yo.

Tengo mellizos, fueron prematuros y al serlo ellos también yo. Soy una mamá prematura que lucha para salir de esa prematuridad y vivir feliz libre de preocupaciones. Pero la verdad es que una mamá, es sinónimo de preocupación por sus hijos. Aprenderé a vivir con ello pero eso sí, libre de estrés.