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Yo tengo hijos ruidosos, y tú?

Desde que nacieron los mellis, no existen los días tranquilos. A pesar de que ellos vayan al colegio, y en verano a vacaciones útiles para poder estar entretenidos, desde que abren los ojos a las 6:30 am (en un buen día a las 7:00 am) ya se escuchan risas por aquí, ruidos de juguetes por allá, y 178 «mamás» por segundo. Escucharlos con ese tonito tan característico de los niños entre risas, conversaciones locas y llantos también, porque no todo es color arco iris en la vida real, es mi pan de cada día.

El abuelo siempre decía que «un niño sano es un niño feliz y un niño feliz corre, grita, salta, se ríe con fuerza y muchas cosas ruidosas más». Me acuerdo que cuando aún no era mamá, veía y escuchaba a los niños reír y gritar en el super mercado por ejemplo, la mamá detrás de ellos con el pelo alborotado y con cara cansada pero siempre con una sonrisa los veía a lo lejos sonriendo sin decirles nada. Y es que efectivamente no estaban haciendo nada malo como para llamarles la atención. Pero también veía las miradas inquisidoras de algunas personas que, sin duda, esperaban un estate quieto de esa mamá para sus «revoltosos» hijos. La verdad es que ahora entiendo mejor TODO, porque un niño feliz es el que expresa lo que siente, sea gritando a todo pulmón cuando juega, riéndose a carcajadas hasta que les duela la panza cuando algo les parece chistoso, llorando con sentimiento cuando algo no le gusta o le incomoda, preguntar 50 veces lo que le da curiosidad, etc, etc, etc.

Y es cierto que el resto del mundo puede tener sensibilidad auditiva, y escuchar el ruidoso juego de un niño pueda desesperar, pero ellos son eso, NIÑOS, y no entienden aún de límites cuando de sus emociones se trata. Todo debe ser controlado, obvio está, pero un niño es ruidoso desde que es un bebé, y es a partir de los 3 años que esto se intensifica porque descubren que son realmente seres independientes de su mamá y pueden ellos mismos probar y conocer sus límites. Lo que sí, es que nosotros como papás debemos estar siempre alertas, si esos ruidos son angustiantes, y ellos mismos se ponen nerviosos, puede que estemos frente a un clásico «grito para llamar la atención de mis papás»  y es ahí donde debemos intervenir para ayudar en el lado emocional y regular eso. O también, si son inquietos en extremo, podemos estar frente a un caso de hiperactividad, pero ya ese tema es otro mundo.

Cada niño es distinto, cada uno tiene sus límites y formas pero lo cierto es que un niño feliz es ruidoso e inquieto. Le gusta explorar su mundo imaginando y creando a cada minuto y eso solo significa que es un niño sano, que está creciendo bien.

Por mi lado, no siempre estoy con la sonrisa de oreja a oreja cuando los escucho gritar como tamaleritos (como les digo a veces), o cuando me llaman por mi nombre preferido «mamá» unas mil quinientas veces de la nada o cuando terminan una frase con «no es cierto mamá?… mamá?… responde mamá?» mientras que yo cierro los ojos y me hago la dormida. Todo eso y más es hermoso, porque significa que son niños felices.

Así que recordémoslo siempre: cuando hay niños, hay ruidos, y cuando hay ruidos solo significa que el niño es feliz!

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Cuesta aceptarlo

La parte más difícil de ser mamá, viene cuando nos damos cuenta que no somos «super poderosas». Cuando comprendemos que allá afuera, en el mundo real, no podemos proteger a nuestros siempre bebés como cuando vivían en nuestra panza. El lugar más seguro y cómodo que existe en el planeta.

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Cada día me cuesta más aceptar que no puedo controlarlo todo: las caídas, los golpes, las enfermedades, los virus, las peleas (con mordidas o jalones de pelo), y demás cosas que pasan en el día. Seas una mamá full time, o una mamá que trabaja y regresa por la noche a jugar y estar con ellos como si fueran las 6 am, es lo mismo. No todo está en nuestras manos y debemos aceptarlo.

Las mamás tenemos miedos profundos que hasta nos da miedo compartir, pero son normales. He tenido la oportunidad de compartirlos con gente de confianza porque simplemente necesito sacar esos traumas de mi sistema y coincidimos con ciertos grados de diferencia en los niveles de preocupación obviamente. Yo, siempre me he caracterizado por ser demasiado nerviosa, y cuando se trata de algo que pueda pasarles a mis hijos más aún.

Hace unos días me llamaron de mi casa luego de un día normal de nido y me contaron que Marcel se había caído de la resbaladera llegando al piso y se había golpeado la frente. Primero vienen las mil preguntas con los detalles (que de nada sirven pero todas las mamás queremos saber): lloró mucho? está rojo? le salió moretón? salió sangre? mándame foto… y muchas otras cosas que ya no tienen importancia porque ya pasó y gracias a Dios está muy bien y con el ánimo igual que siempre. Activo y con ganas de jugar y jugar sin parar. Es decir, como si nada hubiera pasado. Luego viene la rabia: por qué pasó? nadie estaba con él? le habrá dolido mucho? y habrá sido como dicen o se cayó desde más alto? Luego pienso y me respondo que nada eso ya importa porque ya pasó.

Pude haber hecho algo para impedirlo? No, no pude porque así se dieron las cosas y no quiere decir que porque yo no estuve ahí, pasó. Ha podido pasar hasta conmigo presente. Es cierto que yo me adelanto y elimino cualquier «potencial» peligro al paso, pero igual! Son cosas que pasan, a una le duele más que al niño, pero es grande la frustración.

Cómo quisiera tener una extensión de mí al lado de los dos todo el tiempo, pero ellos también tienen que creces y aprender a cuidarse. Y si se enferman, pues ahí estaré para pasarla con ellos y tratar de aliviar su dolor con TODO lo que esté a mi alcance y más. Pero no puedo estar ahí para impedirlo, porque no depende de mí. Lamentablemente no depende de mí sino de la vida misma.

Hoy es uno de esos días en los que me siento atrapada en mis pensamientos.

Mi poder tiene un límite, y me cuesta aceptarlo.

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Hijo preferido

Creo que una de las cosas que nadie cuenta cuando se convierte en papá o mamá, es el amor infinito que se le tiene a los hijos. Es algo tácito, sobre entendido, y tal vez no hace falta decirlo porque es algo un tanto lógico. Pero lo que realmente sucede en el corazón cuando nace un hijo, no se puede describir con palabras.

Sin título

Pienso que tener un hijo es como el ejemplo supremo que el amor existe. Está bien que ames a tu pareja, a tus papás y a tu familia, pero el amor hacia una persona que salió de ti, es algo máximo. Si pienso en los primeros días como mamá, era tan grande lo que sentía que me daba terror. Era posible sentir algo así? Algo tan grande? Pues sí, y poco a poco ese temor muta y madura y se vuelve más comprensible. Y se imaginan eso multiplicado por dos???

Cuando se tienen dos o más hijos hay que saber cómo repartir ese amor entre todos los hijos. Porque como siempre, y en todo lo que hagamos, existen las diferencias. Y depende de uno hacer que estas diferencias no sean notorias y tratar en la medida de lo posible que no existan.

Más de una vez me han preguntado cuál es mi preferido. Es una pregunta que en realidad me hace un poco de gracias porque no es que exista un preferido, una mamá ama a sus hijos por igual, pero siempre, siempre y en todos los casos, hay un hijo que necesita más de su mamá. Uno es el más engreído, demandante, llorón, o cualquier adjetivo parecido. Sin duda, es un reto y prueba muy grande para la mamá (en quien nadie piensa) porque involucra sentimientos, tiempo invertido, frustraciones por no poder partirse en dos por igual, y muchas cosas más.

Creo que «no existe» un padre que no tenga hijo preferido. Porque en un momento determinado uno de los hijos es el preferido. No en el sentido de darle todo y a los otros nada, sino que en el momento que uno más necesite de mamá o papá, en ese momento será el preferido. Siempre para todos por igual aunque sea difícil.

En mi caso es una lucha CONSTANTE cuando llego a la casa y debo saludarlos. Los dos se miran y se lanzan a la carrera para ver quién llega primero a abrazarme y colgarse de mi cuello. Desde esa posición cada uno se dedica a mirar al otro y empujarlo si se da el caso para que no se acerque a mí. Eso duele, y mucho. Porque no es que yo tenga que decidir a cuál de los dos abrazar primero, sino que debo abrazarlos a la vez. O sino, algo que he empezado a hacer desde hace poco, es llegar y subir en silencio y saludar al primero que me vea, en silencio absoluto, llenarlo de besos y llevarlo un poco más lejos para «conversar» por unos segundos, y luego voy por el otro. Solo así cada uno puede sentir que les entrego lo mismo a los dos por igual. Pero realmente agota un poco porque la frustración es grande. No quiero que lloren cuando estoy con el otro, quisiera que respeten su momento con los dos y lo puedan valorar. Aún son muy chiquitos, lo sé, pero me parte el alma cuando no puedo demostrar por igual lo que siento por los dos. Si tan solo tuviera un par de brazos adicionales… pero es imposible.

Creo que sí, que existe un hijo preferido pero todo es como lo leí hace un tiempo. Lo busqué para compartirlo aquí, y por eso lo escribo una vez más:

EL HIJO PREFERIDO

Cierta vez preguntaron a una madre cuál era su hijo preferido, aquel que ella más amaba. Ella, dejando entrever una sonrisa, respondió: «Nada es más voluble que un corazón de madre, y, como madre, le respondo: el hijo dilecto, aquel a quien me dedico en cuerpo y alma»:

Es mi hijo enfermo, hasta que sane.

El que partió, hasta que vuelva.

El que está cansado, hasta que descanse.

El que está con hambre, hasta que se alimente.

El que está con sed, hasta que beba.

El que está estudiando, hasta que aprenda.

El que está desnudo, hasta que se vista.

El que no trabaja, hasta que se emplée.

El que se enamora, hasta que se case.

El que se casa, hasta que conviva.

El que es padre, hasta que los críe.

El que prometió, hasta que cumpla.

El que debe, hasta que pague.

El que llora, hasta que calle.

Y ya con el semblante bien distante de aquella sonrisa, completó:

El que ya me dejó… hasta que lo reencuentre…
Una madre siempre ve en su hijo la esperanza dormida que un día despertará, su fe siempre la sostiene. Madre es madre, aunque el hijo se olvide de ella.

Y así, es como entendí que no tiene nada de malo cuando uno entrega TODO por un hijo en determinado momento. Porque así es la vida, cuando estas con uno de ellos, el tiempo, el cuerpo y el corazón son para ese uno. Y en cuanto cambias y estás con el otro, el tiempo, el cuerpo y el corazón son para ese otro. Todos tienen su momento, su espacio, su turno. Su pedazo de corazón ganado para toda la vida.

No hay hijo preferido, solo el que más necesita de su mamá en un determinado momento.

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Mami de oficina

En estos días ando un poco con la nostalgia a flor de piel. Será que los bebés están creciendo, o será que los días se están pasando mucho más rápido que antes, o tal vez será que últimamente las noches se están haciendo más largas y por alguna razón (que creo conocer muy en el fondo de mi corazón) los bebes no están durmiendo tan bien como antes. Sea el motivo que sea, ando un poco sensible.

Hoy pienso en todas las mamis que nos levantamos muy temprano para atender a nuestros bebés, tratar de no despertarlos en la cambiadera del primer pañal del día y continuar con la rutina para salir de casa. Y cada día es como el primer día que volvimos a trabajar después de haber dado a luz. Mi pregunta es, algún día eso pasa? No lo sé, pero yo sigo pasando el tiempo pensando en qué puedo hacer para darles la vida que merecen sin necesidad de separarme de ellos. Aún están chiquitos, y cómo no necesitarían de su mamá durante el día? Es cierto que los hace más independientes, pero en el fondo a todas nos gustaría coger esas manitos todo el día, secar todas las lágrimas que gastan por una o mil razones, pelear en cada hora de comida e inventarnos mil trucos para que abra la boca, acurrucarlos a la hora de la siesta y esperarlos con una sonrisa al despertar para volver a jugar.

Es difícil, y por eso yo misma me doy palmadas en la espalda porque quién más lo va a reconocer? Yo misma me enorgullezco de mí y de lo valiente que soy por salir todos los días de mi casa sin saber qué es lo que pueda pasar en el día. Los extraño como si no los viera en siglos y al llegar a la casa, el tiempo se detiene. Esas sonrisas, abrazos, grititos y demás son los que me hacen sentir viva. Los que me hacen entender que todo lo que hago, lo hago por ellos.

Por eso, a ti mami que trabaja fuera de casa no importa lo cansada que estés, solo mira tu reloj y recargate de energía para que las horas que vienen se pasen volando y estés pronto en casa con tu bebé. Ten por seguro que tú lo extrañas más que él a ti, porque en casa deben cada día se prepara una fiesta para esperar la hora de volver a ver a mamá.

 

Les dejo este video de Laive y su nuevo enfoque con el que busca fomentar el deseo que existe en sus consumidores en torno a disfrutar más de todo lo que la vida les pueda dar. Buscando un equilibrio entre las obligaciones diarias y los momentos en familia, en pareja, con amigos, etc.

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Un aniversario cortito

Qué difícil es salir de «paseo» sin dejar tu cerebro en casa con los bebes. Pero, si queremos mantener la relación de pareja en un buen nivel, debemos hacerlo aunque nos cueste, y aunque solo sea por un ratito. No importa el tiempo, sino importa la calidad del tiempo juntos. Aprovecharlo al máximo es el punto aquí.

Hace una semana cumplimos 4 años de matrimonio y quisimos hacer algo especial, como todos los años lo hemos venido haciendo. Primero planeamos un viaje afuera del Perú: vimos pasajes y cosas que hacer con nuestros puntos (el ahorro por delante) pero luego nos dimos cuenta que era un poco loca la idea y además, debíamos estar aquí por la confirma de las sobrinas. Luego ería un viaje al interior del país: ninguno conoce Arequipa así que era una muy buena opción. Finalmente nos decidimos por irnos más cerca a solo unas horas de Lima y por solo 24 horas. Algo, es algo al menos.

Encontramos la fórmula perfecta para el cuidado de los bebes en nuestra ausencia: mi mamá, su nana y la chica que ayuda a la nana. Total, sería igual que un día normal de trabajo solo que por la noche no los veríamos. Pero como nada sale como uno lo espera, esa semana todo se complicó…

El viaje esperado sería un día miércoles para regresar jueves (feriado) por la tarde. Pero el domingo de esa misma semana mi china cayó con fiebre y el lunes el doctor nos dijo que era garganta. Le dimos sus remedios y ya el miércoles amaneció sin fiebre. Tampoco había hecho fiebre la noche anterior así que decidimos ir. A pesar que teníamos todo pagado y separado en el fondo ambos pensamos que si seguía mal, era imposible irnos. Pero a las 2:00 pm emprendimos camino cuando los dejamos ya almorzados y casi dormidos en la siesta de la tarde. Me fui, y confieso que me sentí por un minuto la peor mamá del mundo, pero no tenía porqué sentirlo. Acaso no merezco un descanso aunque sea solo por unas horas? Acaso no es que suplico al cielo una sola noche para DORMIR de corrido? Acaso no pido siempre un poco más de tiempo para NOSOTROS juntos? Para ser los dos por un momento? Y no es que no quiera la vida que tengo ahora, la amo y la volvería a vivir una y mil veces. Pero por fin entendí que extrañar un poco y buscar maneras de ser mamá y esposa a la vez, no está mal. Yo trabajo, me saco la mugre para llegar a tiempo y jugar con los bebes, darles de comer y bañarlos para que cuando llegue su papá estemos un rato juntos los cuatro para dormirlos y por fin conversar los dos. No es fácil… a veces cuando tengo ayuda, esa ayuda es con uno de los dos, y yo me encargo del otro. Por eso no queda mucho tiempo para mí, para nosotros. Y sería mala mamá si busco ese momentos? Para nada, es algo necesario.

Pero bueno, pasamos algunas horas juntos, recordando, riéndonos, diciéndonos mil cosas que antes, sea por falta de tiempo o hasta ganas incluso, no nos decíamos. Y prometimos no olvidarnos de eso, de lo que somos en realidad. Una pareja.

Prometimos al día siguiente pasarla lindo por algunas horas más y volver a la casa para seguirla pasando lindo con los bebes. Sin embargo ese mágico pensamiento desapareció a las 9:30 am cuando recibimos un mensaje de mi mamá que nos decía que a Naelle le habían salido unos puntitos rojos en el cuerpo. Ya había llamado al doctor y este le había indicado que no era eruptiva ni nada, sino que seguro era una reacción al virus que le había dado unos días antes. A veces reacciona el cuerpo así para liberar toxinas. Pero en resumen, todo estaba bien y bajo control. Y a pesar que solo se lo dijo a Lalo por celular, era imposible que yo no viera su cara de descuadre y le arranchara el celular para ver que había pasado. Todo se derrumbó de un solo soplido. Yo no quería decir nada, pero él solito se subió al carro y con voz de resignación me dijo «vamos».

Los hombres son un poco más prácticos en ese sentido. Tal vez él se hubiera quedado tranquilo cuando nos dijeron que «todo estaba bien», pero yo no soy así. Estaría pensando en ella cada segundo y el día no sería el mismo. Una situación como esa nos removió un poco el mundo que acabábamos de prometer hacía solo unas horas. Nada podrá ser como antes porque ahora tenemos dos razones y motivos por las cuales dar todo y seguir el camino correcto. Ya no estamos solos y ellos son los dos deseos que pedimos con tanta ilusión. Nadie dijo que sería fácil tener hijos, y menos con dos. Pero es nuestro «hoy» y cada vez que pensamos en ello, la sonrisa se dibuja de una manera increíble y se nota que es una mera proyección del corazón.

Volvimos un poco frustrados pero al final del día contentos de que la bebe no tuviera nada. Yo vivo traumada con las fiebres repentinas porque casi siempre, y cuando no están acompañadas de dolores de pancita, resfríos y demás, son por una posterior eruptiva. Ya me ha pasado y tiemblo de pensar que es muy probable que pase de nuevo.

De camino compramos dos globos enormes de Minion y de Minnie para ellos. Nos vieron y felices corrieron hacia nosotros para agarrar sus globos y empezar la juerga familiar. Hoy somos cuatro, pero siempre estaremos los dos el uno para el otro a pesar de todo. No descuidemos la relación de pareja porque al final como siempre se ha sabido: los hijos son prestados.

Que vengan muchos aniversarios más….

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Sin dormir

Van tres noches que Naelle se despierta a las 9:30 pm y se queda activa total hasta la media noche. Sí, MEDIA NOCHE! Y a pesar que hacemos de todo porque no duerma durante el día, se recarga con solo media hora de «siesta» cuando debe ya irse hasta el día siguiente y nos fregamos todos.

Como todos sabemos, los bebés cuando crecen van teniendo menos horas de siestas durante el día, más grandes, más activos y menos dormilones. Por eso ya en estos últimos meses las siestas se redujeron a 2 (una de día y una de tarde) y de una duración de 30 a 40 minutos aproximadamente, aunque hay días en que se pasan de la hora porque están cansaditos y yo los dejo. No me gusta despertarlos antes de que ellos mismos quieran hacerlo.

Generalmente la rutina de la noche es así:
– 6:15 pm comen su comida
– 7:30 pm al agua patos (unos buenos 20 minutos en la tina para relajar con un buen masaje con jaboncito de lavanda y ya está)
– 8:30 pm (APROXIMADAMENTE EN UNA BUENA NOCHE) caen como mosquitas a sus cunitas
– 9:30 / 10:00 pm les doy su último biberón del día ya dormiditos (este momento es el mejor porque los miro y los miro y les hablo bajito, les canto y les acaricio la cabecita y es lo mejor de la vida. Uno de los momentos que vale la pena dejar en pausa para siempre en mi mente y corazón.

Ya después de eso bajamos nosotros (los papás) a comer y conversar tranquilos (en una buena noche y en un mundo ideal) porque a veces no se despiertan y a veces sí. Tal vez por un sueño feo o porque sonó algo en la casa del vecino y les molestó y ya. Pero la mayoría de veces eso pasa a partir de las 2:30 am que reclaman que los cargue y los vuelva arrullar. Pero estos días NO. Mi china está loca y quiere jugar en la noche después de haber dormido un ratito.

Hago de todo, al inicio no le hablo, la ignoro y solo la paseo, pero me queda mirando y hace alguna payasada. Me aguanto la risa y la vuelvo a arrullar, con la luz apagada y TODO apagado. Pero me empuja como para librarse de mí y empieza a saltar sentada en la cama. Se agarra la cabeza, dice BEBE???, y todas las palabras que ya aprendió y se ríe sola. Pasa una primera media hora y sigue. Y no solo eso sino que su estado hiperactivo aumenta. Empieza a gritar y a querer que le haga caso. Le empiezo a pedir por favor que se duerma que ya es muy tarde y a la hora de no querer dormir no me queda más que unirme a ella. Nos empezamos a reír juntas, prendo a la tele y le pongo algún video «adormecedor» y ni caso le hace. Un rato después empieza a ponerse de mal humor. Lucha contra el sueño de una manera increíble. Hasta que cae rendida con su trapito en la mano y chupón en la boca.

Sino me creen, estas 20150811_232101 20150811_232134 20150811_232143 20150811_232204fotos hablan por sí solas…

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Cosas que no nos dijeron antes de ser papás #1

Es momento que hacer una nueva sección en el blog: cosas que nadie nos dijo antes de ser papás. Hay tantas cosas que vivimos en el curso que es inevitable pensar por qué nadie nos avisó ni nos contó algo al respecto. Y creo que de eso se trata el aprender a ser padres. A vivir el día a día aprendiendo.

Hoy hablaremos un poco del famosos «horario». Esto es algo fundamental en la vida y relación bebé-papás. Si es que quieres tener algo de vida, y ocuparte de tu propio cuerpo (necesitas bañarte en algún momento no?) debes hacer un horario. Obviamente no estresarte como a muchas veces yo lo hice pensando que la hora era inamovible y tenía que respetarse ni un minuto más ni un minuto menos. Y sumando a eso mi estrés porque se terminaran TODAS las onzas de leche del biberón para que salieran rapidito de la prematuridad, mi poquísimo pelo me recuerda que no fue una buena estrategia.

Al inicio, cuando salimos de la clínica, la consigna era darles leche cada 2.5 horas, hasta 3 máximo. Eso sí lo cumplía al pie de la letra porque si pasan mucho tiempo sin tomar, pero hablamos de muchas horas, pueden deshidratarse. Muchos me preguntaban si entre leche y leche podía dormir. La respuesta es que no. Cuando dormían antes tampoco podía, por qué? Porque aprovechaba en hacer otras cosas como bañarme, a veces lavar biberones y hasta arreglar mis cajones locos. Y por qué no? salir a comprar pan para ver la calle. Eran esos días en que la noche y el día eran iguales, y los lunes y domingos también. La vida caóticamente hermosa de ser mamá había empezado.

Más adelante, cuando ya empezaron a comer alimentos sólidos, dormir menos, gatear más y jugar todo el día el horario cambió: menos tiempos para cosas «extras» y más energía para gastar.

6:00 am primera leche del día
7:30 am (aproximadamente) se despiertan y viene el cambio de pañal y ropa
8:00 am empieza el juego y gateo
9:30 am vitaminas (mucovit y feranin)
10:00 am jugo de frutas
10:30 am siesta (de apenas media hora para luego seguir jugando)
12:00 pm almuerzo y postre
1:00 pm juego y gateo
2:00 pm siesta (de máximo 1 hora)
3:00 pm segunda leche del día
4:00 pm juego, gateo, musica y videos
6:00 pm cena (sin postre)
7:00 pm juego ya tratando de bajar las revoluciones viendo dibujitos
7:30 pm baño e intentar hacerlos dormir por aproximadamente 1 hora (en el mejor de los casos)
9:30 pm última leche del día
(esperar hasta que alguno chille para que corra a ellos para volverlos a dormir y empezar de nuevo el día)

En esos huecos, no me queda espacio ni para dormir en las tardes porque no muchas veces coinciden en las siestas. Cuando estoy con ellos el fin de semana, duermo a uno y al acostarlo y correr a dormir a la otra se despierta cuando la logro acostar a ella. Es así una real vida mellisal. Por eso, si tienes un horario todo se ordena, y tal vez no puedas dormir, pero aunque sea puedes bañarte y hacer lo que tengas que hacer en esos huecos de respiro que nos son mucho al día pero son. Además, quién dice que una «siesta» de 5 minutos en el baño antes de la ducha no es reponedora? Créanme, lo es!!!

Y la verdad de todo, es que una se acostumbra. Es tan grande el amor por los hijos que siempre habrá lugar para una cargadita más, un arrastre por el suelo más, un berrinche más calmado con un paseito en brazos aunque duelan, todo eso y más por ver esa sonrisa hermosa en la carita perfecta de tu hijo. La creación más perfecta. de todas que salió de ti.

Así que, si no te lo dijeron antes, o si te lo dijeron pero no lo creíste, es bueno hacer de un horario una rutina habitual. Además, creamos en nuestro bebés un hábito y aunque parezca increíble, les enseñamos a que todo tiene un orden desde el inicio de sus días.

Una mamá feliz, es una mamá ordenada, con un horario bajo la manga.