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A ustedes

Sentada frente a la computadora, escuchando sus respiraciones a lo lejos, pienso en qué escribir. A veces tengo tanto que decir que apenas puedo ordenarme y separar temas de acuerdo al tiempo. Pero hoy, con la luz de la lámpara y tratando de teclear lo menos posible para que no se despierten, quiero escribirles algunas cosas a ustedes, mis hijitos.

Estamos ya en el segundo mes de nuestra modalidad de «mamá de oficina», y creo que ya nos vamos acoplando al horario. Sin dejar de extrañarnos, sin dejar las llamadas para ver si llegaron bien al nido, si regresaron bien del nido, si almorzaron, si durmieron, si están aburridos, si preguntaron por mí y un sinfín de preguntas dependiendo del día y las circunstancias.

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El día empieza a las 6:00 am que suena la alarma, aunque debo confesar que cinco minutos antes mi reloj interno me hace abrir los ojos y pensar en la «nada» por unos segundos. Me levanto para prepararles sus leches y así garantizar que se queden dormidos mientras me baño en 10 minutos a lo mucho. Luego, cuando ya estoy lista para salir, me doy tres minutos para mirarlos uno por uno, darles un beso en la frente (o en el cachete, todo depende de la posición en la que los encuentre) y les hago la señal de la cruz diciendo «que Dios te cuide y te proteja todo el día, te amo como no tienes idea, nos vemos más tarde». Siempre, siempre, siempre es así y si por alguna razón no lo hago, regreso para hacerlo como sea. Es como que algo necesario para salir de mi casa tranquila.

Llego a la oficina y empieza mi día. Entre mails, reuniones, solicitudes, llamadas, una que otra discusión y pendientes acumulados, siempre hay espacio y tiempo para llamarlos. Escuchar sus voces, recibir sus fotos y saber que están bien, me recarga de energías para seguir un poco más. Las horas se pasan volando y el reloj marca el momento esperado para poder coger las llaves del carro y volar a su encuentro.

Pongo música y trato de limpiar mi mente para llegar y empezar con las mil aventuras que imaginamos juntos. Me reciben con un fuerte: MAMÁ!!!!! Y me dan uno de esos abrazos que curan a cualquier enfermo, hacen sonreír a cualquier deprimido, y transmiten el amor más puro del mundo. Luego llega la hora del baño, un cuento, música y a dormir. Al día siguiente todo vuelve a empezar.

Tú, mi china, siempre pendiente esperando que llegue a casa para decirme: ¿Mamá qué me has traído?, pero poco a poco entendiste que no siempre mamá llegará a casa con una sorpresa. Entendiste que un abrazo, un beso, un juego lindo y hasta un baile juntas es una de las sorpresas más lindas que te puedo dar como mamá. Acordarme de tu sonrisa traviesa y de tus preguntas más que perfectas, llena mis horas lejos de casa. Mi china perica, esa que me ayuda desde que entro a la casa a sacar mi pantuflas y la que me mira con ojitos cansados diciéndome: «pobre mi mamá está cansada», como si de verdad sintieras lo que yo siento. Mi hermosa pequeña mejor amiga, esa que se parece tanto a mí que a veces me asusta. Me asusta porque tienes que ser mejor que yo, ser más fuerte y menos emocional, ser esa guerrera que vino al mundo para remecerlo y ponerlo de cabeza. No por nada fuiste mi pequeño milagro que con tan solo 2,020 kg se aferró con uñas y dientes a este mundo. Eres una estrella que brilla con luz propia Naelle, nunca lo olvides porque serás grande.

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Tú, mi chino enamorador. Me recibes con una sonrisa que te sale del alma, me derrites con esos ojitos llenos de felicidad y siempre me dices: «ahora mi turno», luego del beso que le doy a Naelle. Mi hombrecito inteligente, ese que me hace pensar que los milagros existen y que aprender de cada detalle es lo que más nos hace crecer como personas. El que me reta todos los días, el que me enseña a crear más «paciencia» cuando pienso que ya se me acabó la última gota. Ese que me da abrazos traviesos y me sonríe con el hoyito en el cachete. Ese pequeño gigante que aún no puede dormir sin agarrar mi mano y si en la noche se le pierde, la reclama desde su cama. Ese pequeño que sabe que su mamá llora de emoción con cada paso, con cada logro, con cada sonrisa, con cada mirada cómplice. Como siempre te digo antes de dormir: vas a ser un gran hombre.

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Aún nos falta mucho por vivir, pero lo mejor de todo, es que siempre que miremos a los lados, estaremos ahí. El uno para el otro, para darnos ánimos, fuerzas y todo lo necesario para seguir caminando con la mirada bien enfocada hacia adelante. Porque así quiero verlos toda la vida, caminando siempre mirando al frente y siempre queriendo más.

Por ustedes, todo.

Mamá (de doble yema).

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Déjate caer: el juego de la confianza

En estos días he aprendido algo nuevo. Algo que parece obvio pero que en realidad no lo es. A mí al menos, me hizo abrir los ojos y que el corazón se me encoja de emoción al ver esa muestra enorme de amor, de cariño, de confianza máxima. Lo aprendí de mis hijos, que como todos dicen, son los mejores maestros.

¿Alguna vez has jugado «confía en mí»? Estoy segura que en el colegio más de una vez lo hemos hecho. Siempre, la clásica era poner un pie atrás por si acaso. Luego de mil intentos obviamente, en que todo aquel que intentaba «dejarse caer» fallaba por desconfianza, miedo o sabe Dios qué, lográbamos dejarnos caer si la persona detrás era digna de merecer nuestra confianza. Pero de que nos daba temor caer, sí que nos daba.

Pero este caso fue distinto y solo al primer intento lo vi claramente. Estaba jugando con Naelle, frente a frente chocando despacito la frente cuando le dije que se volteara, que se deje caer y que yo la agarraría fuerte para que no se caiga. No pasó ni un segundo para que siguiera todas las indicaciones que le pedí que siguiera. Simplemente se volteó y se dejó caer. Nada de piecito atrás por si acaso, cero temor y cero frases como «pero no me sueltes ah!». Simplemente fue confianza a la primera.

Luego del primer atajo no pude evitar que se me llenaran los ojos de lágrimas. Ella no dudó que yo estaría ahí para cuando ella se dejara caer. No dudó ni un segundo y creyó en mí, solo en mí. En su mamá. Esa cabecita sabía que estaría ahí, detrás de ella con los brazos extendidos para evitar que caiga al suelo. Lo sabía incluso antes de que yo le pidiera que lo haga.

Gracias china, por enseñarme desde tan chiquita tantas cosas lindas. Y es la verdad, yo nunca dejaré que algo malo les pase, y haré TODO lo humanamente posible por ayudarlos y JAMÁS defraudarlos. Seré esa pared cuando necesiten protección, esa mano por si necesitan salir de algún agujero, ese pañuelo si quieren secarse las lágrimas, ese hombro cuando necesiten apoyo para seguir caminando, esos oídos y boca muda para cuando necesiten solo hablar, esas palabras cuando no sepan qué decir, esos zapatos para cuando se cansen de caminar con los viejos, ese impulso para cuando estén cansados, esa almohada para cuando quieran descansar, ese colchón para cuando tengan ganas de caer, esa alarma para cuando necesiten un aviso o un último llamado, ese corazón que les recuerde de donde vienen, ese techo para cuando esté lloviendo, ese guardián en las noches de pesadillas, ese escudo que frenará «algunos» dardos, ese remedio para cuando algo duela, ese abrigo para cuando tengan frío, seré eso y mucho más, seré todo lo que ustedes necesiten que sea, cuando sea y como sea.

Les prometo todo eso, pero lo que no puedo prometer es vivir los ratos amargos por ustedes, aunque quiera hacerlo no puedo y lamento decepcionarlos algún día, pero más adelante entenderán que algunas guerras no pueden ser peleadas por la persona que más los quiere, pero sí puede estar ahí, esperándolos en la meta para cantar juntos y felices. Aún así, prometo ser quien ustedes merecen que sea.

Pero sobre todas las cosas, seré  esos brazos que los atraparán cuando quieran caer. Y desde hoy, lo pueden confirmar con un simple juego que ahora significa la base de toda confianza para mí.

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Los 34 meses

Este mes empezamos la cuenta regresiva para cumplir los 3 años, y yo sigo sin creerlo. Pienso que los «terribles dos», no fueron TAN terribles como lo pensé, pero igual, nos faltan 2 meses para cantar victoria. Aunque, pensándolo bien, me han hablado de los «terroristas tres» y solo les puedo decir: vengan nomas, nosotros podemos! Después de todo, creo que esa es la actitud correcta.

Como seguimos dentro de los dos años y el proceso de crecimiento, aquí llegan los detalles, y características comunes en los niños a esta edad. Siempre es bueno señalar que no todos tienen el mismo tiempo de crecimiento, algunos desarrollan habilidades antes que otros, e incluso algunos son más capos en algunos aspectos que otros no. Así que, vamos a ver qué nos espera en este mes número 34.

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Motricidad
Su desarrollo le permite iniciarse en la práctica de algún deporte, debido a su coordinación y destreza muscular. Su producción artística mejora notablemente, tanto para dibujar como para seguir el ritmo con un instrumento: triángulo, tambor, xilófono. En el caso de mis chinos, el profesor de motricidad del nido me dice que Marcel es un capo para el futbol y Naelle para el baile. Entonces, sería bueno visitar más parques y lugares abiertos al aire libre para explorar. Solo que el frío está un poco cruel este año.

Lenguaje
Algunos ya pueden conversar con mayor fluidez con las personas que conocen. Saben decir su nombre y su edad. Su producción de frases más complejas se ha incrementado notablemente. Para esto es fundamental que le leas y le hables todo el tiempo que compartes con tu hijo, cuéntame qué es lo que haces en tu día y que te cuente también lo que ha pasado en su nido. A veces, algunos niños no son tan conversadores, eso no es malo, solo que su lenguaje aún no es muy expresivo, sino más bien solo comunicativo. Tengo ambos personajes en casa.

Juegos
Es interesante observar como aumenta su capacidad de concentración y prestar atención. Además puede entender las reglas de algunos juegos grupales, como las chapadas, el lobo y las escondidas. Ya va quedando atrás el juego de «el yo», y empiezan los juegos de a dos, o de más niños. Invítalos siempre a jugar con  más niños en el parque, pero déjalo que él o ella tenga la iniciativa, no lo fuerces.

Conducta
Deja fluir normalmente la personalidad de tu hijo, si es callado o tímido no lo fuerces a hablar o a saludar si no lo desea, si quiere mostrar sus habilidades ante un público familiar, trata de buscar el momento adecuado para que sienta mayor gratificación. Si respetas su forma de responder socialmente, lo estarás ayudando a sentirse seguro de sí mismo. Si no saluda, no hay problema. Ya lo hará. Estoy segura que los demás lo entenderán, no sientas que es un mal educado, porque no es así.

Sexualidad
Es muy frecuente que inicie sus preguntas sobre el origen de los bebés. No mientas, explícale sin demasiado detalle de donde vienen los bebés y por donde salen. En esta etapa también sienten curiosidad de explorar los genitales de sus compañeros de jardín para ver diferencias y similitudes. No te alarmes, es parte de su etapa de desarrollo. Es bueno siempre conversar sobre esto porque estas serán las bases de la confianza madre/hij@

Control de esfínteres
Ya dejó el pañal? Es seguro la pregunta clásica desde hace unos meses. Si ya empezaste el entrenamiento, perfecto. Sigue adelante y no te desanimes, toma tiempo. Y si aún no lo has empezado, anímate. Poco a poco podrá estar en la fila de los despañalados.

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Yo siento que mis hijos han evolucionado increíblemente en el mundo. Ahora son personas que toman decisiones pequeñas que más adelante, serán grandes. Ahora es mi turno de hacerlos fuertes, ayudarlos a entender que en la vida no todo será sencillo, que deben enfrentarse poco a poco, por ellos mismos, a los diferentes obstáculos que se les presentarán en el camino. Juntos, lo vamos a lograr.

Y ahora? Se vienen los tres años y aún no empezamos a planear el juergón!

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Dos mundos únicos y distintos

Tener dos niños de la misma edad no es nada fácil. Más aún si ambos demandan atención, cariño, ganas de jugar y también por qué no, peleas por el mismo juguete a pesar de tener dos iguales. Pero lo bueno de este crecimiento en paralelo, es que entras en un mundo totalmente nuevo, veloz y con miles de puntos que aprender. Y es un tema casi casi como «el que no se mueve pierde» porque cada día es un día lleno de aventuras cuando hablamos de los hijos.

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Mis peques tienen ahora dos años, pero desde bebés mostraron una marcada diferencia en carácter, gustos y preferencias. Eso es bueno, porque ayuda a saber cómo satisfacer a los dos a la vez, o de lo contrario, evitar enojos por las puras si algo no es de su total agrado. Ella, por ejemplo, desde muy chiquita fue muy difícil para comer, había que meterle la leche casi casi con jeringa porque sus apenas dos onzas, cada dos horas, se juntaban con las dos siguientes porque no terminaba por más que intentáramos. Era una floja para chapar la teta y cuando lo hacía se prendía sin succionar. Yo me asustaba porque al ser la más chiquita tenía que comer más, pero nunca fue así. Mi chino, al revés, al inicio de su vida amaba la leche, se la secaba al toque y si fuera por él vivía el día entero de mí, pero su hermanita también debía intentarlo. Lo hice algunas veces a la vez, pero era in poco incómodo, y sí que dolía la espalda. Pero nada como esos momentos, viven en mi mente para siempre. Era como darles mi corazón a la vez a los dos, mitad y mitad.

Mi china desde chiquita ha sido más vivaracha, a todos enamora con sus ojos y su sonrisa coqueta. Es más desenvuelta cuando conoce y tiene alma de payaso cuando llega a tener confianza con la persona que habla. Le encanta jugar con sus amigos y los llama siempre. Mi Marcel es más serio, cuando se ríe se le forma un hoyito bello en el cachete y muestra sus conejos haciendo chinito cuando está contento. Él tiene mamitis hasta ahora, cuando llego del trabajo no existe más en el mundo que su mamá. Me jala del polo para que me tire al suelo y ahí empieza a treparse encima para hacerle acerrin y cantar mil canciones juntos. Ahí tengo que dividirme un poco en dos porque cada uno me reclama. Mientras Naelle me dice «mama vamosh a jugar», Marcel me jala y me dice «no, no, no», para que me quede ahí con él. Es un poco difícil. Pero no imposible. Logro engancharlos a los dos con un juego y ya está. A veces liga, a veces no. He ahí el dilema.

Tienen cosas en común pero otras opuestas: ella ama los dulces, él no. Él tiene una memoria infinita contando hasta el 30 casi, en inglés, los colores, los animales y sus sonidos, las letras del abecedario; mientras ella parece aburrirse un poco con eso y más le gusta ver Peppa. Si por ella fuera, viviría día y noche viendo Peppa, pero felizmente hay horarios para eso. A él le encanta jugar con temperas y embarrarse hasta el pelo; ella cada vez que tiene que pintar solo se mancha la punta del dedito (si no hay pincel) porque prefiere mil veces el pincel que sus manos.

Ella prefiere los columpios, y él las resbaladeras. Ella ama perseguir palomas y él jugar con las piedritas y la tierra de los parques (donde haya más cosas para embarrarse mejor). Ella prefiere ir en coche y él en su scooter. Ella patalea y chilla cuando no ponen lo que ella quiere, él lo hace porque ella lo hace. Él también lo hace, pero con una ligera variación, a veces se tira al sueño y patea al aire. Ambos me hacen rabietas de vez en cuando, por distintos motivos, pero pataletas al fin. Poco a poco estamos descubriendo cómo frenarlas y disminuirlas.

Dentro de todas las diferencias están los típicos: eshe mío. Sobre todo de Naelle. A pesar que les compro lo mismo a los dos (por ejemplo una pizarrita), si ella tiene la celeste y él la amarilla, ella quiere la amarilla y él la celeste. Cuando se olvidan y se van a otro juguete, solo basta que uno coja la que era del hemano y revienta el chupo…. mecha! Es algo tan común entre hermanos…

A la hora de jugar, ella salta con los dos pies y es más hábil para los juegos físicos, como lanzar la pelota, patear, correr, etc. Él lo intenta y se divierte al hacerlo, eso me ayuda a saber qué lado reforzar más en él. Y por otro lado, cuando jugamos memoria, a nombras las cosas por su propio nombre él es un capo, y ella no mucho. A veces coincidimos y jugamos un poco de todo, porque felizmente hay flexibilidad entre ellos para probar cosas.

Ella busca a su hermano para abrazarlo y hacerle cosquillas, y él se río apretando los dientes y la abraza tumbándola al suelo para jugar. Tiran la pelota y juegan a ver quién la coge primero. Desde chicos compiten, pero lo lindo es que cuando uno no llega a recoger la pelota, el otro se la entrega. Comparten a su manera.

Los dos aman la hora del baño, por eso es MUY IMPORTANTE para mí dedicarles por lo menos 15 minutos en la tina a cada uno. La pasamos excelente. Es difícil sacarlos nada más, si fuera por ellos vivirían en la tina jugando a ser pescaditos.

Al momento de dormir, mi Naelle prefiere hacerlo aún en su coche, se acurruca y empieza a adormecerse con su trapito y chupón. Porque esos sí que son esenciales para su vida: su «tapito y chupon» como ella los reclama luego del baño. En cambio, mi chuki reclama mi mano, no se duerme si no está agarrándome los dedos, uno por uno; pasando por las uñas y cada arruguida de la mano. Parece que me las examinara, pero es como un lenguaje de amor, un amor infinito y bello. Algunos me dicen que no lo acostumbre a cogerme la mano para dormir, pero creo que siempre y cuando eso no interfiera en su desarrollo no hay problema. Y me doy cuenta que no es nada  malo porque cuando yo no estoy y debe dormir sin mí, no reclama manos y se duerme así nomas, acurrucado en su cama. Es solo la mía la que él quiere. Ya no le gusta mucho dormirse en su coche, él prefiere la comodidad de su cama y su almohada heladita.

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Así son mis chinos, cada uno es un mundo distinto. Cada uno tiene gustos y preferencias, cada uno es único y especial para mí. Tengo dos mundos diferentes con un solo centro, un mismo corazón que late y late por los dos.

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Una mala mamá

Hoy me sentí mala mamá. Mala mamá porque salgo todos los días despacito luego de darle un beso en la frente a cada uno con la señal de la cruz. De puntitas para que no se despierten diciendo «mamá, mamá», y poder irme sin escuchar los llantos a lo lejos. Duele, pero es mejor así.

Me sentí mala mamá porque toda esta semana están de vacaciones en el nido, y yo sin poder pasar tiempo con ellos a unos cuántos kilómetros de distancia. Pidiendo fotos por teléfono y hablándoles por teléfono para que al menos escuchen mi voz prometiendo volver en unas horas.

Me sentí mala mamá porque después de una mala noche, solo quería que se durmieran temprano. Eran las 9:30 pm y aún no tenían intención de dormir, los acompañé en el juego pero luego de un rato ya empezó a incomodarme el tema. Pues con el tercer resfrío en el mes, no me quedan muchas fuerzas para jugar.

Me sentí mala mamá porque no pude llegar temprano del trabajo y jugar con ellos. Siempre hago de todo para salir antes de la hora y poder pelear menos con el tráfico y volar a ellos, pero no siempre la suerte está de mi lado y los minutos me juegan en contra. Y el tráfico también.

Me sentí mala mamá porque quisiera ir al cine y relajarme uno de estos días. Tengo pocas horas al día para estar con ellos y siempre las aprovecho al máximo mientras jugamos, comemos, nos bañamos y hasta cuando nos vamos a dormir con cuentos inventados. Pero hay días en que me gustaría salir, salir y hacer cosas distintas para distraer mi cansado cerebro. Y es ahí donde me siento mal.

Me sentí mala mamá porque todos los días tengo que irme sin verlos a los ojos y decirles que ya vuelvo. Y digo que tengo que hacerlo porque al menos es lo que intento todos los días para no hacer más penoso el sufrimiento. Tal vez ellos ni cuenta se den y solo llaman a su «mamá» durante el día por impulso, por inercia, por costumbre. Me siento mala mamá porque no estoy a su lado de lunes a domingo para lo que sea que necesiten. Me siento mala mamá por no dedicarme a ellos tanto como quisiera.

Pero luego pienso y digo: ¿a caso no merecen tener lo mejor? Solo con mi trabajo y esfuerzo podré darles lo que ellos merecen. El mío y el de su papá que día a día nos vamos dejando parte de nuestra alma en la casa, con la firme promesa de volver y hacer que las horas juntos valgan la pena. Serán pocas al día, pero las mejores. Y los fines de semana realmente son mágicos. A pesar de las rabietas y berrinches, siempre logramos cruzar la ola y ser plenamente felices.

Hasta la mamá más mala siempre tiene unas palabras de amor. Tiene fuerzas para una calmada más de llanto. Tiene fortaleza para aguantar un grito en la oreja y corregir de la mejor manera. Tiene aguante y puede cargar el peso del mundo con sus hombros. Siempre tiene manos a un pañal más y un biberón a destiempo. Tiene ilusión para soñar en lo que será el mañana para sus hijos con ella al mando. Hasta la mamá más mala desborda amor incondicional por quien le dio vida. Porque es el hijo quien hace sentir viva a una mamá, a pesar que se crea lo contrario. Y hasta la mamá más mala del mundo a veces cierra los ojos al lado de su hijo y pide noche a noche que las fuerzas más poderosas del universo lo cuiden y lo resguarden para siempre.

Porque hasta las mamás más malas del mundo, a veces solo quisieran volver a casa para abrazar a sus hijos y sentirse vivas por primera vez en el día.

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Cada uno con su tema

Hoy tenía ganas de escribir un post distinto. Uno de esos que guardaré en un sobre y se los regalaré en un día especial. Uno de esos que salen del corazón, sin filtro y con la emoción a flor de piel que se hacen realidad a través de letras, palabras y conjunto de oraciones que fueron creadas a través de los ojos de una mamá enamorada mientras veía cómo se quedaban dormidos sus hijitos.

Puede que ahora no entiendan lo que daría por ellos, y tal vez me escuchen con atención cuando les digo «te amo», pero no llegan a entender aún en verdadero significado del amor y lo que me hacen sentir cada minuto de mis días cuando pienso en ellos.

Me cuesta creer que ahora tengo que hacer más que un esfuerzo para cargarlos. Están creciendo y debo confesar que eso me aterra. Pienso, me proyecto y cuando empiezo a sufrir trato de cambiarme el chip y disfrutar el hoy. El hoy que vivimos y me hace tan feliz a pesar de terminar mis días con as piernas molidas y la espalda partida. Una palabra nueva, una mueca distinta y todo lo que hagan en sus días será motivo de celebración, todo menos las pataletas obvio.

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Por esto y más, quiero decirles algunas cositas para que sepan lo que vivimos juntos ahora:

Empezamos contigo mi china. Un cascabel (como te dice la miss del nido). Todo el día de aquí para allá, corriendo con tus patas flacas y tu sonrisa de oreja oreja y ojos chinitos. Aprendiste a correr cuando recién te soltaste de mi mano para caminar. Cómo te gusta la calle! Llego del trabajo o ves que alguien llega a la casa y los recibes con un «vamo calle». Claro, antes mueves tu manito en dirección a ellos diciendo «holaaaa». Pero lo más bonito es cuando en la mañana al despertarte y ver a tu hermano le dices «hola manoooo». Pobre de que no te demos tu «tete» a la hora que la pides. No sé cómo haremos pero tenemos que cambiar esos berrinches, con patadas incluidas cuando simplemente quieres tu leche por la mañana. Lo mismo es en la noche, cuando ya te duermes, tenemos que esperar un poco para que aguantes en la noche y darte tu leche antes de que te despiertes, sino, sálvese quien pueda! Aún sufrimos algunas noches. Tal vez tienes unas cuantas pesadillas, o un zancudito pasa por tu orejita y te despiertas, pero al toque corremos para ponerte tu chupón «popón» y tu trapito «pito» que sin ellos, simplemente no podrías conciliar el sueño. Tratamos de no hacer bulla cuando ya estás en tu camita, porque si nos escuchas hablar o ver algo en la tele te despiertas como recién saliendo de una «siesta» y dices «aveeeer». Respondes con fuertes «no» cuando no quieres algo y recién has entendido el significado de un «sí» porque veo que lo usas con más frecuencia también. Ahora, la verdadera hora del terror es a la hora del almuerzo. Qué niña realmente, no te gusta nada de nada. Llegué a filmarte en un video para que  me creas y sepas TODO lo que pasamos a la hora del almuerzo y la comida. Se te da por «pollo» y comes solo unos cuantos pedacitos, se te da por arroshhhh y comes poquitas cucharaditas, amas el huevo revuelto como tu hermano, pero no solo de huevo se vive hijita. Si pudieras alimentarte de agua serías la más feliz de la tierra. Cuándo comerás rico? Ese día créeme que haremos una fiesta! Otra cosa que te encanta es cantar «estrellita», me pides que te cante y tu la continúas «onde tash», es lo máximo verte cantar y sonreír cuando la cantamos juntas. Me pides tus videos preferidos con el dedito y luego cambias de canal tu sola. Mi chiquita mandona. Últimamente te dan rabietas al momento de salir de la tina, entiendo que hace un calor horrendo, pero no se pueden hacer esas pataletas y menos cuando estás en el agua china. Basta con que me veas alistar tu toalla y empiezan los gritos, manotazos y caras largas. Saliendo a cambiarte pides tu popon y tu pito, al toque empiezas a cerrar tus ojitos para activarte nuevamente luego del pañal. Tu papá te toca guitarra y tú quieres hacer lo mismo, luego de pelear con él por un rato finalmente te duermes, hemos hallado la técnica perfecta. Tienes una energía envidiable y matadora mi china. Espero la conserves hasta grande, sino serás una vieja sin fuerzas como yo. A veces me provoca pedirte que ya no crezcas, pero es imposible, y la ley de la vida no perdona. Solo me queda vivir al máximo cada minuto que Dios me de a tu lado. Sigamos creciendo que me enamoras cada día más.

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En cuanto a mi chino hermoso amor de mi vida. Cómo explicar que soy adicta a tus pezuñas y deditos gorditos redonditos como de chanchito. Son tan perfectos que solo con verlos me provoca estrujarlos y llevarlos en mi cartera. Empiezas el día con una sonrisa y mi nombre bajito «mma mmma» y no hago más que ir corriendo y levantarte. Sudas mucho en la noche a pesar que te prendo el ventilador en el cuarto y no te tapo con nada. Eres una termita hermosa. Y aunque a veces reniegas en la madrugada y hablas dormido, me haces levantarme de un salto de la cama para correr a ver que te pasa, siempre te duermes de nuevo. Amas que te pase a mi cama para dormir juntos, y aunque tu papá me diga que no lo haga, sé que a él también le encanta. Cuando nos vamos a jugar y quieres que haga algo por ti, me pides la mano y me llevas hasta donde quieres que vaya (por ejemplo a recoger una pelota debajo de la mesa), me señalas con el dedo y me pides que cuente: unooo, doooo, teeeee. Cuentas incluso hasta 10 cuando te dan ganas de hacerlo. Todos se sorprenden de eso porque cuentas hasta las letras de los carteles del parque. Y sino puedes me pones el dedo a mí en el cartel para que te ayude. Me enamoro cada día cuando me cuentas cómo hace el pato, el perro, el gallo y la oveja. Luego decimos BRAVO y aplaudimos juntos. Incluso a veces juntas mis manos para que yo aplauda más fuerte. Lo que no me gusta es que siempre empujes a tu hermana cuando quiere hacerte cariño: ella feliz se acerca a decir «mano mano» y quiere hacerte cariño pero tú la haces a un lado. Igual te ríes de todas sus payasadas pero no te gusta que te abrace. A mí te me trepas como mono: me pisas como si fuera un tapete y escalas hasta mi cabeza cuando quieres. Estoy segura que así serás más adelante con tu hermana. Creo que lo que no te gusta es cuando grita, te desespera y tal vez te preocupa. Hace unos días no quieres ni probar la comida que te hacemos en la casa, juro que he llegado a las lágrimas cuando ni tú ni tu hermana quieren comer. Luego de eso te ofrezco Yogur y qué tal bocaza me abres, con un huevo revuelto es la solución. Lo mismo que a tu hermana: solo de huevo no se vive pues chino. Me acuerdo cuando tomabas solo 3 onzas de leche máximo, ahora son 10 las que tomas en cada biberón y es increíble. Creí que ese momento jamás llegaría, y cuando compré el biberón de 11 onzas me sentí realizada (aunque suene loco). Hace dos días me di cuenta que ya no quieres tu biberón, ahora la tacita de jugo es lo que tu quieres. No entendía porqué ya no querías jugo hasta que me di cuenta que estás creciendo. Mi chino del alma se hace más grande y más fuerte cada vez. Yo, desde mi lugar te observo y te acompaño a cada paso que das, y así será toda la vida. Pero un día llegarás a visitarme y serás tú el que me diga para ir a pasear al parque y yo no haré más sonreír y ser feliz. Contaré las horas que me faltan para vernos así como tú las cuentas hoy con tu hermana para que yo llegue del trabajo. Tu no tienes un trapito como tu hermana sino tienes mis manos, las agarras, acaricias y pellizcas cada dedo antes de dormir y cuando estas en el coche. Es tu vicio además del chupón. Llega la hora del baño y nos miramos al espejo para hacer muecas y travesuras con el agua. Amo tus carcajadas y cuando te revuelcas en la cama antes de dormirte. Caes indefenso como una mosquita cuando ya no das más. Te llevo a tu cuna y con un beso en la frente te digo: te amo hijito, sueña con los angelitos. Y así es hasta el día siguiente que volvemos a empezar una nueva aventura.

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Es increíble cómo dos personitas que salieron de mí, a la vez, sean tan distintas dentro de todo. Cada uno es un mundo, un universo único y perfecto que gracias a Dios veo evolucionar cada día. Los mellizos tienen una conexión única, pero a la vez, son individuales y tienen personalidades bien marcadas y definidas desde el día número 1 en que llegan a la tierra. Solo espero que llegue el día de leer esto juntos y reírnos recordando todo lo que vivimos.

Sigamos creciendo y aprendiendo juntos bebés.

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Ahora que van creciendo…

Hace unos días me acordé de algo que les escribí hace un tiempito. Con casi 6 meses ya tenían rasgos y características que definían su personalidad. Una especie de carta para ustedes cada cierto tiempo sería perfecta para que luego, cuando sepan leer, puedan saber a detalle lo que los ponía a saltar de emoción y todo lo que hacía fruncir la ceja y hacer puchero.

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Hoy, con un año y un mes de hermosa vida en esta tierra puedo decirles muchas cosas más que hace seis meses..

Mi Mashe, así te decía siempre mi pequeño chino renegón. Ambos aprendimos a valorar MUCHO más el tiempo juntos cuando empecé a trabajar. Yo, en mi oficina contaba las horas para llegar a la casa y verte sonreír cuando me asomaba por la puerta y al entrar de sorpresa escuchar tus grititos emocionados con la boca abierta de par en par y «correr» a tu modo para abrazarte a mi pierna era lo mejor que podía pasarme en el día. Siempre fue un poco difícil recibirlos a los dos pero tu buscabas la manera de llegar primero y alzar los brazos gritando emocionado para que pueda cargarte a ti primero. Llegabas a mi hombro y me abrazabas fuerte pegando tu carita hacia mi cuello. Increíble que sin saber hablar aún yo entendía lo que querías decirme, me habías extrañado todo el día, tanto como yo a ti. Íbamos a mi cuarto para cambiarme de ropa mientras tú rebuscabas mi cartera. Todo un investigador detallista abriendo y cerrando los bolsillos, sacando todo lo que había dentro y claro, probándolo todo también. Y además, como buen investigador que eras, te metías en cada rincón que podías, entre las mesas, debajo de los juegos, entre la cama y la mesa de noche, cada espacio era un lugar a investigar para ti. Otra de tus obsesiones era el agua, cuando te daban tus pataletas, esas que muchas veces me hicieron pasar más de un susto tratando de agarrar tu espalda y cabecita para que no te golpearas, cogía tu biberón de agua y se acabó. AMABAS el agua con locura y podías secarte 4 onzas en un segundo si querías. Pero tú la hacías durar y encima te quedabas mordiendo la tetina para jugar. Cuánta ropa mojada te cambiábamos al día por tomar tanta agua. Y se notaba que no era sed lo que tenías, simplemente te gustaba mucho tomar aguita. Aún no sabías hablar como tu hermana, pero nos entendíamos igual. No pasabas de MAMA y PAPA y bueno, de vez en cuando te escuchábamos decir GUA! Cuando querías agua por supuesto. La hora del baño siempre fue la mejor, jugábamos a chapotear, y nos reíamos mucho en la tina, enseñándote tus pies, tus deditos, tu panza, todo era motivo de risa que se transformaba en llanto cuando llegaba la hora de salir. A veces, cuando el día había sido agotador, te ponía en tu cochecito mientras bañaba a tu hermana, y viendo televisión te quedabas dormidito. Pero otras veces te ponías eléctrico. Querías jugar y ya a oscuras «intentando hacerte dormir», me levantabas el polo y me hacías pedo-panza una y otra vez. No podía aguantar la risa por más que debía quedarme en silencio porque ya era hora de dormir. Sucumbía ante tus juegos y me unía a ti haciéndote lo mismo en la panza y en las piernas. Luego ya te empezabas a sobar los ojitos y te acurrucabas en mi cuello jalándome el pelo despacito. Me echaba a tu lado acariciando tu carita y poco a poco ibas cerrando los ojitos. Esperábamos un rato, juntos y en el oscuro silencio del cuarto te cargaba y te llevaba a tu cuna. Siempre con el chupón a un ladito por si acaso te despertaras en la noche, subía la reja de tu cuna y te daba un besito en la frente. Siempre con tu almohada y tu colchita al lado para pasar una buena noche. Y pobre de aquel zancudo que te molestara, paraba con mi linterna viendo siempre las esquinas, las ventanas y las lámparas para ver si algún desgraciado se escondía. Cuando te picaban se te hacía una alergia tan fea que me daban ganas de aniquilar de la PEOR manera a esos malditos desgraciados. Nuestro próximo encuentro siempre era a las eso de las 10:30 pm con la última leche del día. En esa, rezábamos juntos y en silencio agradeciendo por cada segundo de nuestras vidas. Es que un amor así de grande solo puede venir directamente del cielo. Así, terminábamos el día y empezábamos nuevamente a las 5:30 am con el pañal casi por explotar y la pancita pidiendo leche. Más o menos así eras cuando tenías 13 meses mi pequeño Marcel Chinoco (chino y loco).

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A ti mi china hermosa, mi Naelle preciosa, qué te puedo decir. Mejor dicho, por dónde empiezo a contarte cómo eras al año y un mes de vida. Con seis dientes ya decías muchas cosas: sabías perfectamente qué era un bebé, qué era caca, qué era un pollito (o pio como decías), quien era papá, mamá, Maki y Dani (por tus primas), y también, sabías quienes eran tus tiyas (tías). Tu dedito acusador nos indicaba a dónde querías ir siempre, y si no te llevábamos rápido, pobres tímpanos. Nos metías un grito mirándonos retadoramente y nos pedías ir a donde tú quisieras. La ventana era ideal para ver «titis», tocabas la luna y gritabas «titi titi titi», cuando pasaba un carro. Siempre fuiste más independiente que tu hermano, pero cada vez que llegaba del trabajo tu sonrisa iluminaba mi día por más gris que haya sido. Venías gateando hacia mí y yo con Marcel colgado al cuello, me agachaba y me tiraba al suelo para abrazarte muy fuerte e intentar de alguna manera cargarte con el brazo libre. Ir por el suelo viendo cada cosita, papelitos o lo que sea, era tu máxima diversión. Nos dimos varios sustos por cosas que te metías a la boca cuando nadie te veía, pero felizmente salimos bien de cada una de esas travesuras. Cuando te chapábamos con algo en la mano, y veíamos tus intenciones de meterlas a la boca te decíamos con voz firme: Naelle «DAME», y nos extendías tu manito para entregarnos lo que tuvieras entre los deditos. A partir de ese momento, cuando chapabas algo y te dabas cuenta que estábamos mirando, te acercabas a nosotros y extendías la mano diciendo «mame, mame». Pero cuando nadie te veía, a la boca! Y luego, venían las consecuencias (lo encontrábamos en el pañal como nos pasó una vez o lo votabas por la boca cuando tomabas tu leche como nos pasó dos veces), un peligro suelto eras chinaza. Aprendiste rápido a distinguir qué comida te gustaba y cuál no, por eso a las 6 de la tarde cuando ya nos alistábamos para comer, decías alegre «papa, papa» porque poníamos el babero o «tete tete» cuando era hora de la leche. Era increíble ver cómo aprendías y relacionabas todo con la palabra. Nos avisabas cuando hacías caquita, cosa que nos ayudará mucho al momento de retirarte el pañal (espero), aunque también engañabas. Amabas jugar a las chapadas y comer pancito en el desayuno. Cuando pasabas un trocito que tenías en la boca decías «MA MA» por que querías comer más. Serás harinera como yo y eso es MALO muuuuy malo para el rollo, pero estás bebé y eres flaca, así que por ahora, pídeme lo que quieras. Nos enfermamos mucho mi china, yo caía enferma con un resfrío horrible y tú lo chapabas al toque de mí. Tu gargantita y tu pechito eran los que más sufrían, por eso nos dejaron inhalador por un tiempito. Otra cosa que tendremos que aprender, es que los juguetes son de los dos. Cuando Marcel estaba jugando con una cosa y tu con otra, te dabas cuenta que él tenía algo en las manitos y corrías a su lado para arrancharlo. El otro lloraba con lagrimones pidiendo ayuda y tú a veces hasta te reías diciendo «bebe», señalando al hermano llorón. Cuando íbamos a pasear y veías a algunos niños ya grandes, no podíamos aguantar la risa cuando mirabas y gritabas la misma palabra «bebeeeee». Tú, la más conchuda «bebeabas» a todo el mundo siendo tú tremenda bebota. No dormías casi nada, por eso seguro en cada control médico no crecías mucho como esperábamos. A veces, cuando dormías a las 8:30 pm, ya sabíamos que pronto despertarías y sería una noche «de terror», cuando despertabas a las 10:00 pm primero pedías tu «tete» y luego nadie te paraba. Querías gatear, saltar, cantar, gritar y hasta reírte cuando te mirábamos. Posabas para las fotos siendo las once de la noche y revoloteabas por todo el cuarto hablando sin parar. Hubieron noches que incluso nos fuimos hasta las 12 y seguías con las pilas bien cargadas. Mi china loca y hermosa, tu risa me vuelve loca y cuando lloras me muero con cada una de tus lágrimas. Las seco siempre y espero estar a tu lado para secar las que vengan más adelante. Porque de verdad, eres parte de mí, y aún me cuesta creer que cada día que pasa te haces más grande. Y así como cada mañana cuando te despiertas y estoy a tu lado te ríes chinita y te vuelves a acurrucar en mi panza, recordando tal vez el inicio de tu vida, cada mañana que preparo tu leche agradezco a la vida por ponerte en mi camino. Tú y tu hermano son la razón de mi vida entera.

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Siempre seguiré acercándome a su cuna durante la noche para ver si están bien. Como una loca (y seguro no soy la única loca) tocaré su pancita a ver si siguen «respirando» y me levantaré de mi cama al menos ruido que escuche. Porque por más que tengas uno o mil años, siempre serán mi bebitos. Esos dos que salieron un día de mi panza y empezaron a hacerse camino en este mundo.

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Mis mellis poseros quieren ganar!

Hoy, más que escribir un post, utilizaré este medio para pedirles que me ayuden a ganar en un sorteo de BabyMa Bodys, una marca de ropita de bebés super creativa que te permite estampar los bodys de tus bebés (de un buen algodón) con las frases que tú quieras.

Cuando los mellis eran mini bebés (porque ahora son bebés) quería ponerles algo especial por Navidad y ellos me dieron la mejor de las ideas. Se vistieron de duendecitos con todo y gorrito! Un servicio mega completo y un trato excelente. Lo recomiendo a ojos cerrados.

Y bueno, esa vez también pedimos bodys con frases especiales para mellizos. No dude ni un segundo y les tomé la foto que de todas maneras los lanzará a la fama. El día de ayer el Fan Page de Baby Ma publicó un concurso en el que debemos subir a nuestros bebes usando bodys de la marca y la que tenga más likes gana unos de los 3 premios.

Así que, queremos ganar!!! Nos ayudas?

  1. Dale like al Fan Page de Baby Ma: https://www.facebook.com/babyma.store?fref=photo
  2. Ingresa al siguiente link: https://www.facebook.com/babyma.store/photos/a.751817244946356.1073741839.751296628331751/754935751301172/?type=1&comment_id=755009057960508&notif_t=like
  3. Dale like a la foto.
  4. Si lo compartes en tu muro eres lo máximo de máximos máximizados.

Quedan algunos días para poder ganar!

SI SE PUEDE!

Gracias!!!

 

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¿Pueden volver a mi panza?

Cada mañana antes de salir de la casa me acerco a cada una de las cunas (porque ahora duermen separados), y les acaricio la cabecita, les hago la señal de la cruz y les digo que en un ratito vuelvo. Dormiditos aún, sé que igual me escuchan. Hoy, no soporté y me metí a sus cunas para darles un besito. Generalmente los tengo más cerquita y puedo estirarme y darles un besito, pero hoy no podía irme sin hacerlo y como estaban pegados al otro extremo, me metí. Duró solo unos segundos pero deseé tanto que se hagan eternos, quise quedarme ahí para siempre. Y es que cuando los veo, simplemente muero.

Ya en la oficina veo las fotos que tengo en mi escritorio y pienso en qué estarán haciendo, tampoco puedo estar llamando todo el día porque cualquiera se aturde, y no quiero que los descuiden ni un solo segundo. La mañana se hace eterna hasta que me mandan las fotos de su almuerzo, me alegra mucho ese momento porque significa que pasamos la primera parte del día y bien! Solo queda un tramo más para volvernos a encontrar.

Al llegar a casa, el ritual de siempre, me olvido de todo y me tiro al suelo para que hagan conmigo lo que se les de la gana. Solo hay un pequeño problema, no tengo cuatro brazos y cada día es el mismo conflicto interno por ver a quién agarro primero. Al final termino con los dos pegados, pero se pelean por quienes e arrastra primero hasta mis brazos para ser cargados. Los apachurro, los estrujo, los lleno de besos, los presiono contra mi pecho como si quisiera meterlos otra vez en mi panza. Es increíble ver cómo me sonríen a los lejos mientras los saludo y me quito los zapatos para irme directo con ellos.

Justo ayer, cuando ya dormían y tenía unos segundos para tirarme en la cama antes de la leche «última» de la noche pensaba en lo mala que me sentía. Mala de corazón porque me siento agotada. Quisiera tirarme en ese suelo a jugar con ellos y gatear detrás de uno y detrás de otro, levantarlos y hacerlos volar mientras se ríen haciendo sonidos de avioncito, hacerles cosquillas y besarle cada centímetro de su cuerpito antes de cada baño, pero sin estar cansada. Quisiera hacerlo sin un horrible y molestoso dolor de cabeza que me taladra de vez en cuando, sin ese dolor de cintura que me hace respirar profundo antes de cada cargada. Pero quiero que ellos sientan que lo hago con todo el amor del mundo, con unas ganas locas que llegue el fin de semana y poder hacer eso por dos días completos. Aunque empiece la semana más cansada que cuando termina, pero no me importa nada. Solo estar con ellos y demostrarles que el tiempo que puedo darles es mi mejor tiempo, es mi mejor momento, esas horas que espero durante el día entero para poder llegar y abrazarlos como si acabaran de salir recién de mi pancita.

Cansada o no, disfruto cada momento, cada rabieta, cada llamada de auxilio en la madrugada, cada cabezazo en la boca y cada susto con salvada antes de caer en el suelo luego de un intento por caminar. Sé que esos momentos pasan rápido y no vuelven, por eso los vivo y los guardo muy adentro de mi corazón. A veces cuesta un poco pero luego, cuando los tengo en mis brazos ya sea dándoles su biberón o sea acercándonos juntos al espejo para reírnos de nuestras muecas, todo vale la pena. Cada noche en vela, cada interrupción al libro que sigue en la página 80 hace varias semanas, cambio de pañal, cada rabieta… absolutamente cada segundo con ellos, vale la pena.

Que sigan pasando las horas, yo seguiré esperando como cada día, la mejor hora del día. La hora en que nos volvemos a encontrar para ser felices de verdad.

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Tu cuna, mi abrazo

Es un poco extraño sentir ese temor, pero lo siento, debo decirlo. Creo que el salir de la casa cuando ellos aún están dormidos me tiene un poco triste. Además de preocupada, me voy con el corazón en la mano viéndolos dormiditos sobre su cuna, me acerco con dificultad por las barandas que se meten en mi camino, a veces hasta me meto a su cuna y los apachurro dandoles besitos en la frente y en sus manitos diciéndoles lo mucho que los extrañaré durante el día, les digo que se porten bien, y que Dios los cuide y los proteja a cada segundo. Con quejas y cejas de cangrejo se soban la carita y vuelven a dormir. Ellos se quedan ahí, y yo salgo a empezar mi día, por ellos. Recuerdo cada minuto que todo esto es por ellos y que son la única razón por la que salgo con fuerza (y a veces con lágrimas en los ojos) a pensar en cómo seguir creciendo para ser mejor. Mejor mamá, mejor esposa, mejor profesional, mejor persona.

Al llegar en la tarde es otra la historia. Entro a la casa, me quito los zapatos y me convierto en lo que ellos quieran. Los saludo desde abajo y al subir las escaleras los llamo por sus nombres en tono mamá y cuando entro por la puerta los veo atentos mirando en esa dirección. Ver cómo cambia la expresión en sus caritas, ver esas sonrisas del alma y cómo se mueven zapateando y dando manotazos y hasta estrelladas contra la cama para hacer el paso de la culebra acompañado con grititos de emoción, me hace pensar que el día lejos de ellos valió la pena. Es la única manera de darles esa vida que ellos merecen! Llega el papá luego y hace su propio ritual y una vez más la alegría invade sus cuerpitos. Es simplemente maravilloso.

Sí, mi temor es que durante todo el tiempo que no estoy con ellos, ellos no piensen ni un minuto ¿dónde está mi mamá?, pero luego pienso que soy una loca porque obvio que piensan en mí, si soy yo quien los ha tenido en su panza por casi 8 meses! Es mi voz la que han escuchado como suya durante ese tiempo, son mis manos las que los tocan con el amor más inmenso que puede existir y soy yo (y su papá) quienes daríamos más que nuestra propia vida por ellos. Pero ese miedo es normal en toda mamá que tiene que dejar a sus bebés por primera vez.

Luego pienso, si cuando llego del trabajo el celular queda refundido en la cartera y el 100% de mi atención es para ellos. Jugamos un rato, bailamos, vemos tele y luego comemos (por más que sea trabajoso comemos y hacemos todo lo posible por terminar, sobre todo con mi china que es light), para después bañar a cada uno con el mismo cuidado y dedicación por igual. Confieso que al terminar con uno, después del pataleo respectivo por haberlo sacado de la tina y la lucha por ponerle el pañal y terminar bañada en crema por toda la mano por sus patadas y manazos, me cuesta comenzar con la otra. Pero nunca me gana el cansancio. Ellos son primero que mi sueño, primero que mis dolores de cabeza y primero que mi vida entera. Así, si vale la pena.

Todo esfuerzo es retribuido así que yo solo espero el fin de semana que aunque ya no sean días para descansar, son días para estar íntegramente con ellos. Y amo esos días.

Mi motor me espera en casa, a ver si las horas se pasan más rápido por aquí.

Nunca jamás sentí
una alegría así
qué bendición hallarte al instante en que se fue la luz
llegaste tu!
(ustedes)