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A golpes se aprende

Este fin de semana me pasó lo que más temía hasta en mis más oscuras pesadillas. Dicho sea de paso, hacía algunos días había soñado que Marcel se caía de un muro un poco alto y se golpeaba la cabeza, me desperté gritando y llorando diciendo que por favor nunca lo dejemos solo y que tengamos mil ojos encima de él. Felizmente había sido solo un mal, un pésimo sueño que me dejó un mal sabor en la boca, el corazón y la mente que no dejaba de pensar en los peligros a los que nos enfrentamos día a día.

Marcel es un bebé que de noche no duerme corrido, se despierta varias veces en la madrugada y solo quiere que yo lo cargue para volver a dormir. Cuando lo hace su papá sigue requintando diciendo «ma maaaa ma ma». Por eso, hay muchas veces que lo abrazo y lo pongo a mi lado en la cama, con miles de cuidados para que no ocurra ningún accidente: con el brazo encima de su pancita, abrazándolo todo entero, o asegurando con la pierna que no se vaya a escapar a ningún lugar. Hace un mes cambiamos la estrategia y en lugar de llevarlo a mi cama, yo me metía en su cuna; decidimos hacerlo porque una noche lo encontramos sentadito al borde de la cama jugando con la sábana. Fue su ángel guardián el que lo salvó de caer al suelo, estoy segura. Pero el sábado todo fue distinto, todo salió mal.

Yo estaba muy cansada. Estamos pasando por una etapa un poco estresante en la familia y eso también se suma al agotamiento acumulado y entonces el cansancio me cobró caro. Dos y media de la madrugada, estábamos durmiendo como siempre y de pronto pasó. Fue como una pesadilla real, un golpe seguido de un llanto intenso se apoderó de la noche. Lo primero que hice fue pararme de mi cama gritando «nooooo» corriendo hacia el cuarto del bebe para darme cuenta que no había sido ahí el golpe sino en mi propio cuarto. Lalo ya lo había levantado del suelo con mucho cuidado pero él seguía llorando. Yo no sabía que hacer para calmarme y dejar de gritan que mi bebé se había caído de la cama. Mil imágenes y pensamientos se adueñaban de mi mente y no podía con ellos. El golpe fue fuerte y yo solo pensaba en verlo con la cabecita partida en dos. Él me veía asustado mientras que su papá me pedía que me calme por favor que el bebe no tenía nada. Yo desesperaba iba cambiándome y solo repetía que teníamos que ir a la clínica. Saqué el «bálsamo de Just» especial para golpes y se lo puse en automático en la cabeza. Él me pedía que lo cargue, estaba aún asustado más por ver a su mamá en ese estado de casi locura. Lo cargué, lo abracé fuerte pidiéndole perdón (por sabe Dios qué porque en ese momento no entendía ni qué había pasado, no me acordaba siquiera haberlo llevado a mi cama). Solo lo abracé en el silencio de la noche, ya estaba tranquilo en mis brazos y yo no podía contener las lágrimas que salían sin parar.

Lo tapé con su colchita, me aseguré que Naelle se quedaba en buenas manos y tranquila después de todo el alboroto y salimos a la clínica. En el carro trataba de distraerlo con las luces de afuera y con algunos juguetes que teníamos en el carro. He escuchado muchas veces que cuando un bebé se golpea la cabeza no es bueno que duerma. Felizmente, parecía no tener nada de sueño. Yo le tocaba la cabeza, le movía despacio los brazos, las piernas, y parecía que nada hubiera pasado. Llegamos a la clínica y entré con mi Marcel en brazos pidiendo por favor que nos atiendan rápido. Lo examinaron con la linterna, sus ojitos seguían la luz sin parar, lo sentaron, lo echaron, le tocaron para parte de su cuerpito y él miraba fijamente a la doctora y a mí. Parecía preguntarme qué le estaban haciendo. Yo solo lo miraba mientras se le seguían cayendo las lágrimas.

Regresamos a la casa con un susto y una experiencia. Gracias a Dios nada malo pasó, los reflejos de mi chino lo hicieron prenderse de la sábana y amortiguar la caída. Pudo ser peor, pudo ser un accidente mayor. Pero como siempre lo digo, mis hijos nacieron un angelote en el cielo que los coge de las manitos y los protege. Pero como de todo se aprende, y con golpes entra más rápido, esta ha sido mi segunda noche sin pasarlo a mi cama. La segunda noche no duermo con mi bebé al lado, pero así debe ser. No está seguro y yo, a pesar de ser su mamá no puedo protegerlo cuando estoy dormida, los reflejos no son los mismos, nosotros no somos los mismos. Más cuando estamos cansadas.

Creo que la lección queda clara. Pero lo que no se me borra es ese sentimiento de terror y mezcla de frustración cada vez que cierro los ojos y vuelve a mí ese momento escalofriante. Lo soñé días antes y lo viví días después. No pude protegerlo y siento que puse una papeleta en mi récord de mamá. Sé que vendrán más caídas, más golpes y debo estar preparada, pero no puedo evitar esta sensación de haberle fallado a mi propio hijo. No pude protegerlo esta vez, me costó lágrimas y un susto que quedará grabado para siempre en mi memoria.

Y bueno, para que estemos preparadas, es necesario tener esto en cuenta:

Si tu bebé se cae de la cama:
– No lo toques aunque llore. Ahí en el suelo revisa todo su cuerpo. Cada centímetro al minúsculo detalle.
– Ten a la mano un bálsamo de Just (ayuda muchísimo a evitar hinchazón, tiene una explicación científica y sus ingredientes ayudan a ello).
– Nunca está demás una revisión médica. Es mejor pecar de exagerada que omitir un grave error.
– Atenta a las señales de alarma: vómitos, sueños excesivo, convulsiones, pérdida de consciencia (si no lloró al instante que cayó es mala señal).
– Observa las 6 primeras horas. Cada detalle dentro de las 6 horas siguientes al golpe es importante. Luego de ello ya estamos fuera de peligro.
– Y lo más importante, evita esto y no duermas con tu bebé en la cama. Aunque duela.

Al día siguiente, él era el niño más feliz del mundo. Riendo y jugando feliz y comprendí lo que muchas mamás me dijeron antes: los bebés parecen ser de goma. Pero aún así, si puedo evitar su sufrimiento, susto, golpe o caída, lo haré de una y mil maneras.

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Nada más debo ser más precavida… y fuerte.

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Cuidado: no todas las urgencias son emergencias

Realmente, la semana empezó de la manera más cruel. Durante el fin de semana fuimos felices paseando juntos y disfrutando cada momento en familia. Aunque termino más cansada que de lunes a viernes esos días son mágicos y especiales, pero el domingo en la noche, todo se puso color oscuro.

Un lindo fin de semana que terminó mal…

Pasamos una noche difícil. Naelle empezó a llorar como si algo le fastidiara desde antes de las 12 de la noche. No era hambre, no era sueño, era dolor. Yo estaba segura que era dolor. Se calmaba por unos minutos y dormía para luego empezar a llorar nuevamente. Parecía una pesadilla porque nada la calmaba y yo empezaba a asustarme de verdad.

En paralelo, Marcel escuchaba los gritos y se revolcaba en su cuna renegando porque no lo dejaban dormir, además seguro estaba asustado como nosotros por su hermana. Teníamos que dividirnos para atenderlos a los dos. Felizmente, no molestó mucho mi chino. Se quedaba tranquilito con su chupón y su trapito para sobarse la cara mientras duerme.

 

Ya avanzada la noche, como a la 1:30 am aproximadamente, se despertó llorando más fuerte aún. Decidí distraerla a pesar de la regla número uno de la casa «no hablar ni jugar con los bebes durante la noche/madrugada que quieran despertarse», ese es el truco para que vuelvan a dormir, pero esta vez era diferente. Empezamos a jugar a las escondidas, a mirarnos en el espejo, a esconderme detrás de la espalda de su papá y que ella me descubra. Logré que se riera por ratitos pero no servía de mucho, al segundo volvía a llorar.

Creímos que eran gases, pues estaba un poco fastidiada y de cuando en cuando soltaba peditos y chanchitos. Pero no era eso, tenía que ser algo más y yo me frustraba conforme avanzaban las horas. Así dieron las 3 de la mañana, hora en que teníamos que volver a intentar dormir. La abracé, paseamos juntas con la luz apagada y por fin se durmió. Nos echamos abrazadas y logramos dormir no más de media hora para volver a llorar. Esa noche, realmente fue interminable. En mi mente pasaban horas y en realidad solo habían pasado minutos. Solo quería que amaneciera para pensar bien qué haríamos.

Ya a las 6 de la mañana la llevé de emergencia a una clínica que no mencionaré porque en este blog no tratamos de chancar, pero sí de advertir. Mis bebés tienen su pediatra que es un sol y lo amamos, él mismo fue quien los sacó de mi panza y es él mismo el que me ayudó a sacarlos de la prematuridad muy rápido. Es el mismo que quiso ir a mi cuarto personalmente a darme la noticia que por fin podría llevarme a mis bebes a casa. No lo cambiaría por nada, solo por una emergencia como ese día. Pues en la clínica que los atiendo no hay emergencias pediátricas y solo atienden a partir de las 9. Era mucho tiempo esperar 3 horas para ver qué podía tener mi china. Por eso salimos y la llevamos a una reconocida clínica por mi casa (Surco).

De inicio la atención en emergencia no fue como me lo esperaba. En emergencia todo es rápido y con mucho detalle, aquí se tomaron su tiempo para llamar al pediatra de turno para que baje a evaluar a mi bebé. Entró el doctor, quien parecía muy buen profesional y la examinó para luego decir que no tenía nada. Que su pancita no estaba dura así que no estaba con cólicos. Cómo era posible??? Algo debía tener! Le pedimos que por favor le revisara la garganta pero no lo hizo, nos preguntó cuando fue la última vez que hizo caquita y al decirle que había sido hacía un día y no mucha cantidad nos dijo que seguro era eso: estaba estreñida. Bueno, al menos un diagnóstico que podía tener sentido, así que la llevamos con panadol, gaseovet y algunas recomendaciones como darle más fibra en sus comiditas.

Con una cuenta un poco elevada nos fuimos a la casa pensando en lo que nos dijeron «esa no es una emergencia, es una urgencia y por eso se cobra como consulta». Digo yo, no es emergencia cuando tu bebé llora por más de 12 horas sin poder dormir??? En fin, nos fuimos a la casa creyendo que todo mejoraría pero no! Lo único que pasó fue que empeoró ahora sumándole a los llantos un poco de fiebre.

Para ese entonces ya eran las 9:00 am y nuestro pediatra ya estaba en su consultorio. Lo llamamos y fuimos a verlo de inmediato. Ese día él atendía en la tarde pero hizo un espacio para poder vernos, pues vio que el caso merecía atención como cualquier paciente. Después de revisar cada milímetro de su cuerpito escuchando sus llantitos desesperados nos miró diciendo: tiene otitis y faringitis.

¿A caso no le habían revisado los oídos? Sí! Y yo vi cómo ella se retorció cuando le vio la orejita derecha pero no nos dijo nada al respecto. ¿A caso no le revisó la garganta? Pues no lo hizo, a pesar que le dijimos que lo haga. Ahora sí podíamos ayudar a mi china, un antibiótico (que odio por cierto) y Doloral para ayudarla con ese intenso dolor. He escuchado las peores comparaciones con el dolor de oídos, pobres bebés. Empezamos ayer y ayer mismo empezamos a mejorar. Al menos ya se reía conmigo, jugamos juntas hasta casi las 10 de la noche, mi mamá ya me quería matar por la mala noche anterior. Además, el hermano renegón que tiene una roncha de zancudo vampiro en la frente como unicornio, no estaba de muy buen humor.

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Ayer en la noche ya más feliz

Parece que las semanas de mala pata nos persiguen, pero como siempre, juntos salimos adelante a pesar de los llantos compartidos y jalones de pelos desesperados por no saber qué hacer. Pero, esa, lamentablemente es la única forma de crecer. Qué tal forma de empezar a celebrar los 31 que llegan el jueves no?

Consejo: piensa bien a dónde llevas a tu bebé por una emergencia. Y recuerda que una mamá por más noica y neuromamá que sea, SIEMPRE sabe cuando a su bebé le pasa algo más que NADA.

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Al doctor!

Lo peor que le puede pasar a una mamá, o mejor dicho una de las peores cosas, es el no poder calmar a su bebé. Intentarlo todo, con todo el amor del mundo y no poder hacerlo dejar de llorar. Algo así me pasó ayer y yo simplemente llegué a llorar junto a él.

Ya me habían dicho que estaba un poco fastidiado en el día. Todos creían que estaba engreído y solo quería estar en brazos. Pues pedí que por estos días lo tengan en brazos si él lo pedía porque el resfrío los pone un poco más engreídos de lo normal. Pero no era suficiente, él quería algo más. Es así como llegué a la casa por la tarde y saludé a ambos por igual tratando de turnarme el cargarlos y jugar con ellos por igual. Él estaba diferente. Se le veía apagado, renegón pero no de la manera enérgica con la que siempre reniega como requintando y preguntándome por qué me fui tanto tiempo, dando manotazos en mi hombro mientras fruncía el ceño y repetía «ma ma ma ma» mirándome fijamente. Esta vez no estaba así. Algo más le pasaba y yo lo sabía.

Llegó la hora de la comida y ni eso lo pudo soportar. Empezó un berrinche como nunca antes lo había hecho y yo empezaba a desesperarme por no poder ayudarlo. Primero lo primero ¿necesidades básicas? Hambre no era porque no me recibió ni media cucharada sin llorar, pañal sucio tampoco, no era ni frío ni calor, sueño tampoco porque acababa de dormir un rato, tenía que ser incomodidad. Pero no estaba cómodo en ningún lugar ni postura ni absolutamente nada. Lo paseaba, lo hacía jugar, lo arrullaba, y no soporté más y me puse a llorar con él. ¿Qué era lo que le pasaba? sería tal vez su pecho! Naelle de seguro le había pasado su virus (del cual ella aún no está del todo libre) y le tocaría sufrir a él las consecuencias de unos bronquios inflamados. Llegó su papá y no lo pensé dos veces. Una casaca y maletín hecho en dos minutos y al carro. Vamos a la clínica!

¿Exageración? No señor. Mi bebé estaba sufriendo y no perdería más tiempo en averiguar lo que le estaba pasando para poder ayudarlo. Por fin se quedó dormido en el carro, en mis brazos. Lo miraba y le daba besos en la frente rogando por favor que no tuviera el pecho cerrado ni nada por el estilo. Quería que cuando vuelva a abrir los ojitos ya todo dolor haya pasado. Pero no fue así. Ya en la clínica esperando a que nos atiendan le vino un ataque de llanto peor que el de hacía un momento. No paraba de llorar mirándome con lágrimas en sus ojos como pidiendo que lo ayude. Yo lloraba con él y lo único que podía hacer era abrazarlo diciéndole que todo iba a pasar. Llegó el doctor y lo revisó en medio de todo su llanto y por fin me dijo lo que le pasaba: «su bebe está así porque tiene bastante dolor en su oído. Eso pasa a veces cuando el resfrío se complica y no pasa a pesar de las medicinas. Tiene otitis en el oído izquierdo». Lo único que quería era que lo ayudaran y me enseñaran a mí a poder aliviar su dolor hasta que pueda recuperarse y no complicar más la situación.

A las 2 horas ya estaba más tranquilo y tenía algo de hambre. En la casa durmió a mi lado toda la noche, y aunque despertando cada media hora para quejarse y moverse como gusano porque seguro le molestaba su oidito yo aguantaba al pie del cañón. Siempre lo haré por ellos aunque me cuesten ojeras y ratos de sueño IMPOSIBLE durante el día.

Solo le pido a Dios que por favor ya pase esto pronto. Primero ella la tuvo difícil y ahora él, creo que esto es solo el principio (lo tengo más que claro y no es necesario que me lo repitan una y otra vez las personas que ya tienen hijos), pero lo cierto es que una recién se acostumbra a sufrir por esos seres que son TODA TU VIDA y simplemente valen más que TU PROPIA VIDA. Es cuestión de aguantar y como ya lo dije, mantenerse de pie en la lucha. Porque por ahora, quién los cuida si no eres tú? Aprovechemos mientras nos dejen hacerlo.

Ahora sí, me quedan varias malas noches con ambos (ahora que recién empieza el tema con Marcel, es como volver a empezar). Será una larga semana… pero felizmente, el viernes podré cuidarlos como solo una mamá lo sabe hacer. Y qué bien día del trabajo será. Trabajando en lo mejor! Ser mamá!

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Botiquín en casa

Hace unos días estuve revisando todo lo que tenía en mi mesita de apoyo donde coloco los algodones para cambio de pañal, los pañales y una de mis botellas de antibacterial, entre otras cosas. Me encontré con mi maletita salvadora en la que guardo TODO lo que ha sido más que necesario para mí desde que los mellis nacieron y quiero compartirlo con ustedes.

– Para la fiebre: es básico tener PANADOL. Pero si es que toca una fiebre muy alta (más de 38) o que está muy difícil de bajar, es bueno tener REPRIMAN.

– Para los moquitos: muchos recomiendan tener siempre a la mano un goterito de RINOBEBE, que es muy bueno. Pero en una oportunidad probé el RINOKIT y me quedé con él. Es mucho más fácil de aplicar y de asegurarnos que entre por su naricita. El compuesto de este producto no es más que agua con sal, por ende no está mal aplicarlo cuantas veces creamos necesario. Puede ser antes de cada toma de leche por ejemplo, para ayudar a tu bebé a comer mejor.

– Para las escaldaduras: siempre tener HIPOGLOS además de TRIDERM en caso de llagas. Además, tener VIOLETA DE GENCIANA, CHUÑO y VASELINA está más que recomendado.

– Para cualquier alergia: yo conocí HISALER en gotas y nunca más lo dejé. Cualquier picadura de zancudo que empieza a crecer como pan caliente, desaparece con unas gotitas de este antihistamínico que es recomendado por pediatras. A veces también lo recetan cuando hay mucha congestión en la nariz o molestias por el resfrío. Y nunca está de más tener una cremita milagrosa que se llama ALERGIS, también ayuda para picaduras!

– Para el dolor de garganta: hace poco le dio un dolor fuerte de garganta a mi bebé y el doctor por teléfono me hizo algunas preguntas y al toque me recetó DOLO LIVIOLEX. Un éxito porque le pasó en dos días.

– Para los molestos gasecitos: confío a ciegas en el famoso GASEOVET. Es lo mismo que la Simeticona que no es más que el compuesto de la medicina que ayuda a reventar la burbuja del gas. Ojo, no previene sino ayuda a aliviar esas molestias que causan las burbujas de aire que se forman en las pancitas. Ahora, algunos también usan el AERO- OM, muy bueno también.

Otras cositas como gasas, algodones, alcohol, agua oxigenada, bicarbonato, el famoso glucomiel que se mezcla con una onza o dos de aguita para ayudar ese estomaguito cuando está duro, termómetros (plural porque los que son de mercurio se pueden romper fácilmente y hay que tener MUCHO cuidado con ello), y las famosas vitaminas Mucovit y Feranin por supuesto.

Así, estaremos más seguros que misma emergencia de clínica privada y qué mejor enfermera que la que tiene amor de mamá.

Todo lo anteriormente escrito siempre debe ser supervisado por un pediatra que indique la dosis exacta. Pero es mejor tener a la mano que salir corriendo en busca de una farmacia!

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Cuando ellos se enferman

Es muy complicado ser mamá primeriza, doble. Muchos nervios y tensiones nos atacan de buenas a primeras con cada resfrío, cada pancita mala y cualquier tipo de virus que acecha a nuestros hijos alguna vez en la vida. Y más aún si en mi neurótica cabeza ellos aún siguen siendo bebitos indefensos que nacieron prematuritos. Bueno, serán prematuros para mí hasta que cumplan 20 años y años 20 seguiré diciendo que lo son hasta los 40 y así hasta el fin de mis días.

Esta vez le tocó a mi china pasarla mal. Todo empezó la semana pasada con una pequeña fiebre que nos avisó su visita porque el ánimo de mi Naelle estaba un poco extraño. Ya no se reía como siempre, no gritaba a pierna suelta para que le hagamos caso y tampoco le daba mucha bola a sus juguetes. Solo quería renegar y estar cargadita. Empecé a sentir su cabecita caliente y le puse el termómetro (*) y tenía fiebre. Llamé al doctor de inmediato y me indicó Panadol y si no bajaba Repriman (una antalgina más fuerte que baja al toque la fiebre). Pues nunca es bueno dejar que la fiebre siga subiendo. Gracias a Dios no fue necesario porque pudimos controlarla y bajarla cada 6 horas con Panadol. No había rastros de resfrío aún, por eso no podíamos darle aún nada más. Luego de dos días empezó a incomodarle la garganta, la llevé al doctor y solo le recetó Respibron en jarabe y también Hisaler en gotas (un antihistamínico que me ha sacado de muchas! Incluso de picaduras de mosquitos y zancudos, de verdad muy buen aliado para tener en el botiquín). Ya para el domingo nos pudimos despertar contentos. Ella estaba bien y Marcel no había caído gracias a Dios. A pesar que muchos me decían que por gusto los ponía a dormir separados porque de todas maneras se iba contagiar, lo logré y al menos en esa semana no cayó mi chino y pude concentrarme en Naelle para su pronta recuperación.

Hoy martes, empezando una nueva semana de retos que ya contaré en unos días porque me está costando sudor y lágrimas literalmente, otra vez Naelle me sorprendió poniéndome nerviosa en extremo y con ganas de ser todo poderosa para evitarle cualquier dolor o sufrimiento sea del tipo que sea. «La bebe está con unas ronchitas en todo el cuerpo. Dame el teléfono del doctor para preguntarle». Solo bastó esa frase para colgar el teléfono y regresar a mi casa justo el primer día fuera de ella, solo estuve media hora fuera y volví como pude. La llevé sin pensarlo al doctor por más que me dijo que no era nada y lo controle observando, yo necesitaba que él vea sus ronchitas con sus propios ojos. Ahora, que descartamos alergia y todo apunta a que es un virus del mal que no quiere soltar a mi china ya me siento mejor. Control triple con Marcel para que no caiga: juguetes separados, dormir separados, no juntarlos mucho, chupones en envases separados y muchísima higiene. Si es posible lavar las manos y desinfectar cada media hora y siempre que sea necesario. Una loca completa pero siempre sabiendo que es muy posible que él también presente los mismos episodios que su hermana. Pero seamos positivos, no nos cuesta nada.

Es así como en estos momentos viajo al pasado y me acuerdo de cada una de las mil veces que estuve enferma (de chica y no tan chica también). Mi papá me agarraba de los hombros y me traía contra su pecho y al pegas su cabeza a la mía me decía con la voz más sincera del mundo «pásame todo tu dolor a mí hijita. Que todo lo malo me de a mí y te deje en paz a ti. Yo soy más fuerte que tú. Pásame todito a mí». Y es exactamente lo mismo que hago yo cada vez que uno de los dos está pasando por un momento delicado. Los abrazo fuerte y contemplándolos con todo el amor del mundo cierro los ojos y lo deseo con todas mis fuerzas «que todo lo malo me pase a mí y no a ellos». Lo hago y lo seguiré haciendo siempre.

Que todo tu dolor ya no sea tuyo y sea solo mío!

Que todo tu dolor ya no sea tuyo y sea solo mío!

Es normal que pasen momentos así. Son personitas, y desde pequeños sus cuerpos están expuestos a virus y demás cosas que les pueden hacer daño. Y lo que es yo, me hace sentir tranquila el saber que mi doctor me contesta el teléfono aún así sean las 11:00 pm (como ya me ha pasado) y que mi mamá y mis hermanas son las referencias más cercanas que tengo para poder tener todo bajo control. Lo único que debo aprender es a ser un poco más calmada y no dejar que los nervios se apoderen de mi cerebro. No debo viajar a mil por hora sino pensar con la cabeza fría cuáles son los pasos que seguiremos. Tanto para marcar un camino como para dar direcciones si es que estoy lejos. Estos bebitos, tienen una neuro mamá sí, pero una mamá que gracias a Dios se preocupa de cada detalle para que todo esté bien para los dos.

(*) Un datazo, los termómetros que se ponen en la frente marca Braun son un éxito porque no les incomoda en nada y puedes medir la temperatura de los bebés hasta dormidos. Lo único malo es que marca en Fahrenheit (F°) pero es fácil convertir y ver si es normal en centígrados como marca un termómetro bucal que también se usa en axila cuando son muy bebes (C°). Además, cuando da el resultado luego de 5 segundos aproximadamente la pantalla se vuelve verde, ambar o roja para indicar si es temperatura normal, media o alta. Lo máximo!.

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Y fueron cinco!

Esta semana tuve que volver a ese lugar que a veces imagino y se me llenan los ojos de lágrimas. Un lugar que parece tan frío a simple vista pero que en realidad es el sitio más cálido y lleno de amor que puede existir. Esta semana volví a la sala de operaciones donde tuve a mis bebés, pero esta vez no para tener mellizos sino quintillizos.

Si hay algo que más extraño de estar con panza, a parte de las pataditas y miles de sentimientos bellos mezclados ahí adentro, extraño  vivir mis días tranquila SIN REGLA. Y eso que luego de dar a luz me dieron unos meses más de tregua para no encontrarme con la condenada, pero a los 5 meses de dar a luz la pesada volvió con fuerza y se quedó por más de 20 días. Al principio, cuando había pasado una semana dije «ya se irá», pasaron dos semanas «esto ya esta un poco raro», y al cabo de los 20 días ya llamé al doctor quien me dijo que vaya a visitarlo. Pensé que podían ser los anticonceptivos que recién empecé ese mes, pero no, algo más estaba pasando ahí.

– Doctor, qué tengo.
– Mira, tu endometrio está más grueso de lo que debería estar en tu ciclo menstrual.
– Ya, pero qué es lo que tengo ahí, por qué está tan grueso?
– Generalmente es por presencia de «algo». Pero aún así no debería estar tan grande.
(silencio)
– Parece un endometrio de una embarazada.

Confieso que la presión me bajó a cero, empezaron los calores, risas nerviosas y las ganas de tirarme por la misma ventana abierta detrás de la silla del doctor. Mi mente voló a mil por hora y no podía atinar a decir ni una sola palabra. Solo decía como loca una y otra vez «imposible, imposible, imposible». 

– Pero se han cuidado?
– Sí! O sea sí, pero recién este mes con pastillas.
– Mmmmm, si tienes 3 semanas por ejemplo aún no se ve el saquito. Por eso tal vez no lo hemos visto. Te voy a mandar una prueba de embarazo por si acaso ya?

Exploté con una fuerte risotada y el doctor me calmó diciéndome que no creía, pero de todas maneras quería estar seguro. Ese 0.1% de probabilidades era suficiente para ponerme nerviosa. Esperé toda la tarde los benditos resultados, entraba a la página una y otra vez para ver el numerito famoso. No podía creer que hacía un año o más estaba frente a una computadora esperando un resultado hermoso que cambió mi vida y en unos minutos vería otro resultado que podía también volver a cambiarla. Momentos diferentes, sentimientos diferentes. Increíble.

En fin, dieron las 6 de la tarde y nada. Los resultados no salían y yo empezaba a desesperarme. Un par de F5 para refrescar la pantalla y ya! Negativo. No sería mamá por segunda, o mejor dicho, tercera vez. Y empezaron los cuestionamientos. Qué era lo que tenía entonces? Al día siguiente me hicieron la prueba mágica y zaz! Cinco polipos se asomaban como si fueran bebitos. «Ahí están tus quintillizos ves?». Ese mismo día acordamos fecha y horario de intervención. Y no era eso lo que me ponía nerviosa, sino encontrarme de nuevo con ese «momento» y revivirlo.

Llegó el día y ya lista con bata y botitas de clínica me tocó ingresar a la sala. Esta vez, caminando y yo misma trepándome a la camilla al centro de la habitación llena de aparatos y monitores. Recorrí con la mirada cada rincón, cada espacio y cada momento. Esa esquina, la esquina más temida de todas estaba ahí como siempre, muda, callada, en total quietud y yo reviví una vez más el momento donde los vi, chiquititos e indefensos siendo secados por una mantita mientras yo pedía a gritos verlos y a la vez preguntaba desesperada por qué no lloraban. Mis ojos se llenaron de lágrimas y la enfermera me decía bajito «no te pongas nerviosa, esto no es difícil, ya has pasado por peores cosas no?».

Me sequé las lágrimas retirándome con dificultad la mascarilla y le dije tranquila «no estoy nerviosa. Me he acordado de la primera vez que vi a mis bebes, la primera vez que me negaron un cariño de ellos y me negaron el derecho de sentirlos sobre mí. Pero ahora comprendo que gracias a ese momento de privación, puedo disfrutar de ellos ahora». En ese momento entró el doctor, me saludó y agarró fuerte mi mano: «cómo estás?»… y no me acuerdo más. Es la parte que más me gustan de las operaciones, la anestesia! Todo había pasado en un abrir y cerrar de ojos. Ahora solo queda esperar la cita del lunes para escuchar que todo perfecto.

Es así como tuve a mis quintillizos, increíblemente a solo seis meses de haberles dado la bienvenida a mis mellis.

Valiente una vez más por ustedes mis chinos…

2015-02-13 13.10.09

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La temida APLV

Creo que una de las etapas más difíciles (hasta el momento) que he vivido con mis bebes empezó cuando cumplieron un mes de vida. Justo cuando estaba empezando a encantarme la idea de «aprender» a ser mamá sin miedos a los llantos y descartar esa loca idea de mi cabeza pensando en que mis hijos me odiaban por haberlos hecho entrar al mundo antes de tiempo, fue cuando realmente conocí ese otro lado de la moneda en donde no todo es sonrisas y arco iris.

Si bien la única dificultad que tenía con los bebes era el hacer que tomen el biberón entero de leche cada tres horas, cuando Marcel (el hombrecito) cumplió un mes el 4 de setiembre cambió radicalmente. Era un bebito tranquilo, que se demoraba un poco en comer pero a veces él mismo agarraba su «tete» para secarse hasta la última gota de leche, dormía riquísimo y casi ni se quejaba. De pronto, era como si un espíritu maligno lo hubiera poseído. No miento! No existía ni un solo momento en el que dejara de llorar: se despertaba llorando y al cargarlo se le pasaba por no más de dos minutos para volver a llorar, descartábamos pañal sucio, frío, hambre y sueño y seguía con el mismo patrón: llanto, descanso y llanto de nuevo hasta volver a dormir. Las leches, cambios de pañal, baños y cambiada de ropita era una tortura china. Dios mío cómo lloraba! Algo le tenía que estar pasando a mi bebé. Lo llevé al pediatra y después de revisarlo me hizo muchas preguntas y me explicó que muchos niños, sobre todo los prematuritos, hacían un síndrome llamado «cólico del lactante».

El cólico del lactante es un trastorno típico de los primeros meses de vida que se caracteriza por un llanto intenso y prolongado sin causa aparente. También se le conoce como cólico de los tres meses, cólico vespertino o del anochecer, alboroto paroxístico del lactante o cólico de gases. Últimamente se ha propuesto llamarlo Llanto excesivo primario, haciendo hincapié en el síntoma principal (el llanto excesivo) y quitándole la connotación de dolor abdominal, ya que no está demostrado que tenga su origen en el aparato digestivo; el llanto excesivo secundario se refiere a los casos en los que el llanto está causado por otro problema o enfermedad (hambre, traumatismo, hernia, etc.).

La definición más extendida de los cólicos del lactante los describe como episodios de llanto intenso y vigoroso al menos 3 horas al día, 3 días a la semana durante al menos tres semanas en un bebé sano y bien alimentado.

No era posible, mi bebé tenía algo más y en mi cabeza no cabía que tendría que escucharlo llorar así por 2 meses. Pues me dijo que al tercer mes ese síndrome empezaba a desaparecer. La razón que me dio, fue que a esa edad su aparato digestivo estaría un poco más maduro y ya no sería tan fastidioso para él. Pero no, mi bebé tenía algo más y yo daría con lo que fuera que tuviera.

Empezaron las peleas con la familia, pues todos me decían que no podía hacerme un mundo en la cabeza si el médico mismo ya nos había dicho que no tenía nada malo. Yo les daba la contra y no era porque quería llamar a la mala suerte. Ese mismo día, en la noche al cambiarle el pañal me di cuenta que había hecho caquita con una especie de moquito e hilitos rojos. Casi me muero de ataque y entre en pánico. Fui al doctor casi de inmediato como una loca con el pañal en una bolsa, el doctor tenía que verlo. Cuando llegué y se lo enseñé parecía que estaba en una pesadilla, no había nada rojo! «seguro se secó doctor!!!», le decía mil veces. En ese momento el doctor me mandó a hacerle mil análisis de heces y fueron horas de agonía esperando el resultado, tenían que descartar infección. Fueron largas horas de espera pero valieron la pena, no era infección! Pero por descarte, mi bebé estaba sufriendo de otra cosa: alergia a la proteína de leche de vaca (APLV).

La primera medida fue cambiarle la leche por una hidrolizada. Si bien las leches de fórmula saben y huelen feo, esta leche olía a un diablo podrido y muerto hace 100 años. Pobre bebe!!! Decía yo al oler la leche cada vez que la preparaba, pero bueno, los bebes no distinguen lo rico de lo feo, pues lo único que toman es leche, y su mundo entero sabe a leche. Nada rico ni feo, solo leche. Tomaba la leche, lo poco que podíamos darle sin que llore pero todo seguía igual. Su llanto descontrolado me volvería loca de a pocos, a mí, a su papá y a toda la familia que venía a ayudar. En mi cabeza no dejaba de dar vueltas la idea de que algo más le pasaba.

Lo poco que tenía de leche materna era más que nada para Naelle. Pues para que no le afecte a Marcel debía hacer una estricta dieta de cero lácteos por una semana para limpiar y luego continuar así para darle leche libre de lácteos (eso era nada de quesos, yogur, mantequilla, leche, galletas, pan de molde  y nada que tenga suero de leche siquiera). Incluso me prohibieron comer fresa. Lo hice y traté de darle más de esa leche para que aliviara un poco su dolor de pancita si es que eso era lo que le pasaba. Pero los llantos seguían. Empecé a creer que mi hijo estaba loco.

Fui a un segundo pediatra, conté la historia, enseñé análisis e hice que tomara leche en el mismo consultorio. Este sapo se tomó todo el biberón sin chistar. Parecía como si supiera lo que hacía. En fin, el resultado fue igual, «tu bebe no tiene nada. Está super saludable. Sigue con esa leche y ya está». Recuerdo haber llegado a la casa un poco más tranquila y positiva. Pero todo se derrumbaba cada vez que llegaba la hora de la leche. Solo quería que mi bebe dejara de llorar así. Me partía el corazón.

Fui a un tercer doctor, me dijo lo mismo y ya empezaba a desesperarme. Me pasaron el dato de un gastropediatra excelente t fui a verlo. Mil pruebas más pero gracias a Dios me dijo lo mismo. Hay 4 razones por las que los bebes pueden hacer ese tipo de deposiciones: fisura en el anito, infección intestinal, alergia a la proteína de leche de vaca, y la más rara pero real era porque simplemente así hacían por un tiempo sin saber nunca de donde provenía esa especie de «sangrecita en forma de hilos». A continuar con el tratamiento de leche hidrolizada entonces.

Volví con mi pediatra y le pedí por favor intentar cambiar de leche. Tenía que mejorar en algo si cambiábamos por una que tal vez no tenga proteína de leche de vaca. Por el estrés y todo el tema cada vez me salía menos leche y ya ni el hinojo ni la cascarilla de cacao ayudaba. Me estaba resignando a que la fórmula sería su único alimento. La indicada sería una leche de arroz, esta contiene las mismas vitaminas y minerales de las demás leches pero nada que provenga de la vaca. Había puesto todas las esperanzas en esa leche, y para ese entonces ya había pasado un mes de llantos. Contaba los días para llegar al tercer mes y simplemente sentir que lo habíamos logrado.

Todo mejoró con la leche de arroz, incluso los llantos empezaron a bajar. No podía sacarlo ni en el coche a pasear pero estaba segura que sería momentáneo. Le pedía a Dios que me diera fuerzas y mucha paciencia para darle a mi bebé todo lo que necesitaba. Y juntos, llegamos hasta el cuarto mes donde todo fue cambiando. Ahora es un bebé feliz que se ríe a carcajadas y puede salir a pasear mirando cada detalle que le muestra el camino. Un bebé que sigue con su leche de arroz pero cuenta los días para que llegue el sexto mes y probar cosas más ricas. Su mamá, también los cuenta con él y su hermanita.

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Familia feliz que superó la crisis de llanto!

 

4

Extraños síntomas

Tenía dos bebes en la panza pero ni una sola náusea. ¿Era eso posible? En todas las citas el doctor me preguntaba cómo me sentía. Mi respuesta siempre era la misma: «Doctor, me siento muy bien, está bien eso? Qué fue de las nauseas de los mareos mañaneros y el asco a los olores???». Muy gracioso fue darme cuenta que mi doctor pensaba que estaba loca. Me dijo que nadie podría entender jamás a las mujeres. Hacía unos días una de sus pacientes rogaba porque se le fueran las nauseas y yo rogaba por sentir alguito de malestar. Pues, en mi tonta cabeza pensaba que si no tenía malestares algo podía estar mal.

Y volvieron los famosos «y si’s» que viven en mi cabeza junto con mi locura: «Y si no estoy embarazada? Y si ESTABA pero ya no estoy embarazada? Y si no tener síntomas es síntoma de algo más?». Ahora me acuerdo y de verdad que me doy risa… y algo de pena también.

Una noche, más o menos cuando tenía ya unas 15 semanas (pasamos las 12 de rigor «según la gente») y ya descartados algunas anomalías cromosómicas que siempre se hacen por rutina más que nada, empezó la rareza de mis «síntomas».

Me despertaba con la mano izquierda adormecida y me costaba un poco que se me pase. Me paraba en plena madrugada a sacudir la mano y a levantar el brazo como zombie para que se me pase. Cada noche era un poco más difícil controlarlo, y me pasaba todas las noches, todos los días. Luego, empezó el hormigueo con algo de dolor, eso ya era más raro aún. Unas semanitas después ya no era solo el izquierdo, sino también el derecho. Y la gota que derramó el vaso con agua fue que ya no era solo de noche, sino también de día! Pasaba mis días de panzona con las manos adormecidas. Empecé a asustarme, si me quedaba así de por vida, moría. Era demasiado frustrante no sentir los dedos de las manos (menos el meñique pero ese de qué me servía???)

En una de mis madrugadas, una de esas en las que ya no soportaba el dolor y ya nada funcionaba: ni las compresas calientes, las frías, las sacudidas de mano y los ejercicios con el cuerpo entero, buscamos en internet: adormecimiento de manos en el embarazo y listo! Conocí al loquísimo e incomodísimo síndrome del túnel carpiano.

«El síndrome del túnel carpiano es una neuropatía periférica que ocurre cuando el nervio mediano, que abarca desde el antebrazo hasta la mano, se presiona o se atrapa dentro del túnel carpiano, a nivel de la muñeca. El nervio mediano controla las sensaciones de la parte anterior de los dedos de la mano (excepto el dedo meñique), así como los impulsos de algunos músculos pequeños en la mano que permiten que se muevan los dedos y el pulgar».

Chino básico para mí, pero se entiende si lo lees unas cinco veces. Además, ahí estaba! El minúsculo meñique!!! Era lo mío! Llamé a mi doctor para comentarle y me derivó con un médico general quien luego de una prueba de corrientes lo confirmó: «Tienes el síndrome del túnel carpiano moderado en el izquierdo y leve en el derecho. Cuando des a luz se te pasa«. Aún faltaba más de la mitad del embarazo y yo simplemente creía que llegaría al final sin manos (me las quería cortar literalmente).

Me compré mis férulas pero no ayudaban mucho, sólo me quedaba acostumbrarme a ese tan fastidioso hormigueo. Fue como si me dijeran «Querías síntomas, toma tus síntomas». Y es que en el embarazo se pueden llegar a alterar muchísimas cosas y no solo son las nauseas los síntomas que se pueden dar. Hay otros menos frecuentes pero igual de pesados como el del túnel, que se da porque el cuerpo empieza a retener líquidos (en mi caso aunque no se me hincharon los pies ni manos retuve bastante) y eso hace que los  ligamentos se pongan más gorditos y al pasado por caminos estrechos (como el del maldito túnel) provoca hormigueo y dolor.

También, como lo que pasó unas semanas después por si fuera poco. Toma otro síntoma! Dermatitis del embarazo. Un perrito de la calle se rascaba menos que yo. Y no, no eran las estrías que luego me destrozaron la panza, eran ronchitas en el empeine y en los dedos de las manos. Lo juro! No me dejaba de picar y andaba con rasca rasca todo el día! En el trabajo, en la noche, durmiendo, todo el día! Otro doctor más en mi lista, el dermatólogo me revisó y me dijo: «Es dermatitis, no te puedes poner nada porque el tratamiento para eso es cortizona en crema, pero no es recomendable, así que solo tienes que esperar un poco. Cuando des a luz se te pasa«. Habían esperanzas, y lo mejor es que solo me duró una semana y media.

Ayudó meter las manos en agua con sal y lavarme siempre con Eucerin. Trataba de no rascarme pero gracias a Dios el mal del túnel impidió que me picara tanto. Siempre debemos mirar algo bueno dentro de lo malo, así se hace más llevadero. Además, tenía que aguantar todo sin quejarme. Quería un bebito y la vida me regaló dos, a aguantar como las machas machas! Y así se fue la dermatitis, pero le dio la bienvenida a otra cosa un poco más fuerte.

Todo por ellos

Todo por ellos

Adiós picazón, pero hola maldito dolor que me hizo dar a luz a las 34 semanas… tanto luché y luché por aguantar y mantener a mis bebitos en el lugar más seguro del mundo para que me los sacaran de emergencia antes de llegar a término…

Lección aprendida: no me quejaré ni pediré síntomas si me regalan un embarazo bonito.

20

Dos rayitas azules

Era el tercer día del año y no podía dejar de lamentarme de mi suerte. Una vez más, el sueño de ser mamá y ver las dos rayitas azules en la prueba casera se hacía borroso y más lejano. Salí del baño y llamé a mi esposo para que me ayude a asimilar la noticia: «me vino la regla… tengo algo más que no han descubierto. No puede ser… no vamos a ser papás».

Ya no era necesario esperar al 4 de diciembre para sacarme los análisis de sangre. Era obvio que la regla había llegado y con ella también la mala noticia. Ya era hora de volver a Lima y dejar atrás la celebración del nuevo año en la playa. A pesar que Lalo insistiera en hacernos la prueba, yo no lo veía necesario. Era momento de pasar la página y volver a empezar.

Desde el carro llamé al doctor y fue inevitable romper en llanto mientras hablaba con él:

Doctor, me vino la regla.
– Uy… no te preocupes. Vas a ver que la siguiente de todas maneras sale. Yo te dije que todo podía pasar y que era muy difícil que se lograra a la primera. Hay parejas que lo intentas muchísimas veces de este modo.
–  Yo sé… pero me pone muy triste igual. Hay forma de que me haya venido pero igual estar embarazada? Vale la pena hacerme la prueba?
– Si te ha venido rojo, rojo, no vale la pena… ya la próxima serán buenas noticias. Ven el lunes para empezar nuevamente con todo.

Durante todo el camino hablamos de eso. Yo ya no sabía si quería seguir intentándolo de esa manera o dejarlo simplemente al destino. Si la vida quería que tenga hijos los tendría, y si no, pues hay muchos niños que necesitan una familia, y fue lo mismo que me dijo Lalo. Lo veía tan seguro y tranquilo que me ayudaba mucho escucharlo. Tenía que ser fuerte y levantarme una vez más. Él insistía en que ya no intentemos de esa manera, siempre mencionaba que era un gran esfuerzo y no era nuestra realidad gastar miles y miles de soles en intentos para ser papás.

Al día siguiente, después de una noche casi sin dormir pensando en lo mismo, él me dijo que por mi felicidad y tranquilidad él haría lo que fuera. Agarró su computadora y sacamos cuentas. Lo intentaríamos las veces que yo quisiera. Me sentí muy feliz de estar ambos en la misma página y había decidido dejarlo todo al destino. Si el mes que viene nos daban ganas de intentarlo así nuevamente, así sería y si no, pues ya llegaría el momento.

A pesar de eso, él seguía insistiendo:

– Pero… de verdad te ha venido la regla?
– Que sí Lalo. No estoy embarazada.
– Es que me parece raro porque no te has quejado mucho.
– No. Simplemente ni ganas tengo de quejarme… 

Pero sí, en el fondo ni me había dado cuenta pero no me había bajado casi nada en 2 días. Era una regla un poco rara, pero para mí, era regla al final.

– Enanita, a mi mamá le vino la regla cuando estaba embarazada.
– Lalo, no insistas. No estoy embarazada. Ya me está molestando tu insistencia.

El domingo fuimos a pasar el día a donde mis suegros y de regreso, ya en la noche me entró la duda.

– Paras en la farmacia un ratito?
– Para?
– Quiero comprar algo…
– Pero qué?
– Nada, solo quiero ir a ver algo…
– Pero dime qué!
– Una prueba de orina!!!
– Ya ves!!! Estás embarazada!
– No, yo no creo. Pero tanto insistes que me entró la duda… ya veremos pero sea cual sea el resultado prométeme que haremos como si nada.
– Te lo prometo…

Con el miedo más escalofriante del mundo lo hice. Esperé solo unos segundos y me rendí. Dejé la tirita al lado del lavatorio y salí molesta.

– Te dije. Ahora aguántame! Es negativo.
– Pero por qué! Qué salió?
– Solo una raya…
– Yo veo dos…
– Hay una sola raya Lalo! No insistas por favor!
– Es que hay dos! La segunda es bajita pero son dos! Nos fuimos a dormir prometiendo que sea cual sea el resultado al día siguiente en la prueba de sangre no nos podíamos hundir ni mucho menos. Nos abrazamos y estoy segura que ambos cerramos los ojos con una sonrisa.

Las "rayitas"... y atrás Lalo leyendo las instrucciones por quinta vez

Las «rayitas»… y atrás Lalo leyendo las instrucciones por quinta vez

Al día siguiente (lunes 6 de enero – bajada de reyes), me hice los análisis muy temprano. Fue el día más largo de la historia humana. Los resultados saldrían a partir de la una de la tarde y aún así revisaba la página cada media hora… PENDIENTE… no salían aún. Hasta que el reloj me avisó que la 1 de la tarde había llegado. Y como todo pasa cuando tiene que pasar, la página se colgó. Llamé a la central y me comentaron que se les había caído la red y que los resultados demorarían 1 hora más… GIVE ME A BREAK! No era posible!

Esperé y llamé a Lalo para entrar juntos esta vez. Si él veía que decía 0.11 o algún número menor a 5 quería que él me lo dijera. No quería verlo con mis propios ojos. Pero él no me contestó, estaba en una reunión de trabajo. Lo haría yo sola…

Le di click a los resultados y ahí estaba. Un cuadro con números frente a mis ojos y yo sin querer leerlos. Veía la pantalla de reojo con una mezcla de sentimientos increíble. Luchaba con querer ver y no querer a la vez, hasta que clavé la mirada directo al resultado: 647.90

Fue un momento increíble. Lleno de emoción, esperanza, felicidad pura. Quería explotar y lo hice, llamé al futuro papá y le dije entre lágrimas que ya! Que por fin seríamos papás! Salió de su trabajo y me recogió para ir a la cita. No podíamos creerlo… era real??? No habría visto mal??? Era demasiado increíble haber visto ese número mayor a 5 por fin!

Al entrar al consultorio el doctor me recibió confundido. No entendía mi cara de felicidad cuando hacía unos días le había llorado en el teléfono, «qué pasó? De qué me perdí?». Vio los resultados que le entregué y todo quedó claro. Tenía ya 3  semanas de embarazo y ese sangrado muchas veces ocurre en la etapa de implantación.

Después de muchas indicaciones y una que otra receta soltó esa frase que hasta hoy recuerdo tal cual: «bueno, felicidades futuros papás… y por el número de HCG podría apostar que ahí hay más de un bebe».

Ahora, debíamos esperar 3 semanas más para la primera ecografía y ver cuántos corazones latían junto al mío.

La aventura recién empezaba…

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Antes de los mellis

…continuación del primer post

Había optado por la inseminación, y si hubiera sido por mí en ese mismo momento me la hacía. Pero había que solucionar un problema primero. Tenía un quiste en el ovario izquierdo y este debía desaparecer. No era posible, quería tener hijos y el tratamiento para el quiste era con anticonceptivos! En fin, esperar un ciclo más era como hacerle una raya más al tigre. Empecé el tratamiento y antes de culminar el periodo el quiste había desaparecido. Todo estaba listo para ese siguiente gran paso!

El tema de la inseminación no era tan rápido como yo pensaba. Primero había que esperar estar en el segundo día de regla para empezar con todo. Cómo demoraba la condenada en llegar! Se me hizo un periodo más que eterno. Finalmente llegó y vino lo bueno.

Mi problema primario era que «al parecer» no estaba ovulando de la manera correcta. Pues a pesar que me venía la regla es muy probable que existieran meses en los que ningún óvulo se asomara por mis trompas en el día 14 o 15 como en la mayoría de casos. Es por eso que en estos tipos de problemillas se usa mucho la estimulación ovárica, que no es nada más que un poquito de ayuda para ovarios flojos como los míos.

No todas tenemos la suerte de ser exactas cual reloj, pero este es un ejemplo de ciclo perfecto…

Unas pastillas por 5 días seguidos harían que mis ovarios trabajen un poquito más y así puedan producir más folículos que luego liberarían a los famosos y tan buscados óvulos. Una mujer puede ovular de los dos ovarios a la vez y más de un óvulo por ciclo (de ahí vienen los mellizos, trillizos, cuatri, quinti… y yo me muero un poco de solo pensarlo). Luego de eso vendría el seguimiento: cada dos días ecografias para ver cómo iban esos folículos. Me acuerdo que cada vez que íbamos al consultorio era como estar a punto de ver a mi bebé a través de esa máquina. Deseaba tanto que hayan tres buenos folículos para que por lo menos uno de esos tres pueda dar un buen ovulito que esperaría para ser fecundado. «Parece que vas a dar 2 folículos buenos. Competencia de ovarios para ver cual libera al óvulo primero», me decía el doctor.

Para ayudarlos a crecer un poco más me mandaron algunas inyecciones directo a la panza. Vale la pena unos segundos incómodos, con solo pensar en el objetivo final. Ahora solo quedaba esperar un poco y dejar a los ovarios chambear. «¿Qué más puedo hacer para ayudarlos doctor?», el hombre se reía y me decía que solamente me relaje. Qué difícil! Decirle eso a mi estresada cabeza no ayudaba en absoluto, pero decidí hacer caso. Esos días se hicieron más llevaderos en el spa con faciales y masajitos relajantes.

Poco a poco se acercaba más el día 14 (día en el que yo creía que ya tenía que estar ovulando) pero nada. Mis folículos seguían creciendo pero nada de reventar para liberar al óvulo. Llegamos al día 16 y simplemente quería meterme una aguja y reventar yo misma a este par de pesados. Día 18 y 19 y nada aún. Y como una siempre cree que «San Google lo sabe todo», empecé a buscar y leer casos de folículos vacíos, folículos que nunca reventaban y miles de cosas locas que me atormentaban peor. El doctor me dijo que me deje de cosas y que no me vaya a los extremos. «Hay mujeres que ovulan más hacia el día 21!», me decía. Y es por eso que algunas personas que no son regulares tienen tantos problemas para encontrar bebes, porque ellas piensan que sus días fértiles son alrededor de los días 14 y no es así. Cada cuerpo es un mundo totalmente distinto. Individuales y únicos.

Llegamos al día 21 y ya! Los folículos habían alcanzado su máximo tamaño y y estaban listos para reventar y liberar a los óvulos. Para asegurarnos que reventaran me mandó una ampolla que estimulaba la liberación del óvulo en 24 o 36 horas. A las 24 horas aún no reventaban… yo moría de desesperación y pensaba si así era esta angustiante espera, cómo serían los días para saber si esta vez el resultado sería positivo! A respirar hondo nada más.

El doctor con solo verme la cara ya sabía lo que pasaba por mi cabeza. «Marite está todo perfecto, esto solo quiere decir que hoy en la noche ya se liberan los óvulos. Tú, tranquila». El día había llegado, si fuera el método natural natural, me hubiera dicho que tenga relaciones ese día y el siguiente para asegurarnos que los espermas lleguen a los óvulos y con suerte uno de los dos se logre con éxito. Pero yo quería ir más a lo seguro. Por eso procedimos en ese mismo momento con la inseminación.

Es casi lo mismo, solo que en la inseminación se introduce por medio de una canulita el semen del hombre.  A veces el ph de la mujer es tan ácido que mata la mayor cantidad de espermas que encuentre a su paso. Como dijo el doctor «la mayor asesina de espermas es la vagina». Por eso con la inseminación se asegura que casi todos los pescaditos lleguen a su destino. Y así fueron dos veces: ese mismo día 21 antes de que los óvulos salieran y en el día 22 cuando los óvulos ya estén viajando por las trompas.

Efectivamente, esa misma noche los folículos reventaron. Al día siguiente en la ecografia pudimos ver que esas dos enormes bolitas ya no estaban. Tuve suerte de que hayan reventado los dos, pues algunas mujeres solo dan uno y el otro folículo nunca revienta y se reabsorbe o se vuelve quiste… a más óvulos más chance de que prenda bien y un bebé crezca en la panza. Porque eso sí, no quiere decir que porque una de 3 óvulos vaya a tener trillizos de cajón! No es así.

Fue al finalizar la segunda dosis donde caí en cuenta que estaba todo listo. Ahora solo quedaba dejar todo en manos de Dios. Serían 14 días de espera, una espera que se hizo realmente larga, una espera en la que el año se acabó porque todo esto pasó el 21 de diciembre. El 4 de enero sería la prueba de fuego. Día en que el resultado del laboratorio tenía que salir positivo (un número mayor a ese feo 0.11 que ya me traía cansada).

Llegó Navidad y yo no dejaba de pensar que el regalo más grande del mundo podía estar ya creciendo en mi panza. Era lindo tener ese «gran secreto» en ese entonces entre mi esposo y yo. Éramos cómplices en esta aventura de amor y esperanza, eso nos unió mucho más aún. Conectados al 100% solo esperábamos que llegue ese nuevo año que sí o sí debía empezar con el pie derecho.

Mi esposo y mejor amigo

Mi esposo y mejor amigo

Lo pasamos en familia en la playa, quemando el 2013 que fue un poco duro para nosotros. Pensando en que en solo unos días todo podía cambiar… hasta que el 3 de enero, un día antes de ir a sacarme los tan esperados análisis, mi mundo una vez más se vino al suelo: me había venido la regla…